MOURIÑO EL MEXICANO PIRATA
Por: Por Carlos Núñez Pérez, corresponsal
El festejo en honor de la hija de Juan Camilo Mouriño, en Campeche, fue desdeñado por la clase política local, dominada por el PRI
CAMPECHE, Camp.– Una de las prerrogativas más peleadas por la mafia aristocrática de Campeche son los lugares privilegiados para disfrutar de las fiestas, los carnavales, los conciertos de Navidad, los palcos de beisbol, en fin, todo lo nice que se genere en la ciudad y claro, disponer de los nichos para exhibir a las reinas de esos festejos. Ahora con la irrupción del panismo en el poder político local, es como si las tiaras o las bandas cambiaran de piel, pero en este caso cambian de color.
En días pasados, la autollamada alta sociedad local, denominada por este reportero mafia aristocrática, que está compuesta para su ilustración por la casta divina, la casta beduina y la casta mezquina –los políticos enriquecidos del erario–, sucumbió ante la ¿curiosidad?, ¿morbo?, ¿acercamiento?, ¿lamebotismo ancestral?, al casi matar por una invitación al evento, que de no haber sido por ser de quien era, habría pasado desapercibido.
Pero es que por lo sucedido, también tuvo tintes políticos, desde luego, y fue muy específico con el manejo de los colores y de la presencia de los personajes.
Televisa tiene la propiedad del certamen Nuestra Belleza, y también existe el título de Nuestra Belleza Infantil, gerenteado por Lupita Jones, ex Miss Universo.
Pues bien, el pasado 19 de enero, la hija del jefe de la Oficina de la Presidencia, Juan Camilo Mouriño y de Marigely Escalante Castillo, fue la designada por la comunidad de heteroflexibles que regentea este evento para quedar bien con el brazo derecho de Felipe Calderón, porque la anterior Nuestra Belleza es nieta también de un ex gobernador y doña Lupis Jones, que solamente recuerda a la localidad por la exquisitez de sus camarones con coco como dijo en entrevista, estuvo presente,cómo no, faltaba más, faltaba menos, para darle realce a tan significativo y trascendente evento.
La fiesta, en la Quinta Gely, propiedad de la familia Mouriño, fue la sede. Se giraron más de 600 invitaciones. Mataban, rogaban por una de éstas. Trajeron al grupo de mímicas Jean’s y fue todo un éxito, narrado por un solo diario, en el que colabora este reportero, El Expreso, porque los otros se negaron a ello.
Fueron invitados, por cortesía y protocolo los diversos funcionarios de Gobierno, priístas desde luego. Ninguno fue, ni el gobernador, ni el alcalde, ni el presidente del Congreso, menos el del Tribunal Superior de Justicia, que normalmente van a todas, hasta a los bautizos, 15 años y despedidas de solteras y solteros.
Pero mandaron a sus esposas. Todas ellas vestidas de un color neutro, el beige, para no enviar ningún mensaje, parecían uniformadas.
Y el único político priísta que se presentó, es quien ya envió a su hijo de avanzada al PAN, fue Jorge Luis Lavalle Azar, quien lució una camisa azul eléctrico, para que no queden dudas, y su hermano, el empresario constructor Carlos, de los mismos apellidos que se ha beneficiado con el Gobierno de su compadre Jorge Carlos Hurtado y con el del hermano de su socio, Antonio González Curi, adversarios políticos de Mouriño.
Nos cuentan que el jefe de la Oficina de la Presidencia estuvo renuente a este tipo de eventos, pero accedió por diversas razones, una de ellas, es que ya no le hacen mella las críticas, sobre todo las locales y una más, para darle un gusto a su familia.
Pero le sirvió porque midió una vez más el servilismo y rastrerismo de los mafiosos aristocráticos. Los vio, los midió, los sopesó, lo disfrutó, los tuvo comiendo de su mano; lo buscaban con la mirada, con un saludo, con una sonrisa para congraciarse y estar en el paraíso mouriñista, no tiene precio.
Ya no le hacen mella las críticas, por eso organizó el evento