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jueves, 1 de febrero de 2007

EL PROzac SI QUE DA MATERIAL PARA MOFARSE DE ÉL

Fox populi


César Garizurieta
01/02/2007 12:11:59 a.m.

Cuanta razón tenía el ex presidente Fox; ¡Lo extrañábamos! Ahí estaba yo; sólo frente a la página en blanco, sin encontrar tema; acudí a mi fraseología en busca de la expresión que reflejará mi angustia; no sin riesgo de parecer culterano acudí a la expresión: «Y ahora ¿Quién podrá defenderme...

». De pronto, ahí estaba el antaño presidente presto a sacarme del hoyo negro (ojo, linotipo, dice «del» no «por»). Vicente Fox ataca de nuevo y, para solaz de los que golpeamos teclas ¡Como conferencista!; ¡Viva México!

No se va aquí a abordar el premio Nóbel que don Vicente otorgó a Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, que es su verdadero nombre (cuando niño, lo llamaban sus papás y venía todo el barrio); el asunto ya ha sido tema suficiente del escarnio injusto de los medios; injusto; porque él, lo que dijo fue «premio «novel», es decir ‘premio nuevo’, pues estaba haciendo referencia a la Legión de Honor, que el gobierno francés le otorgó al literato en 1985 y del cual el hoy novel conferencista se acababa de enterar. Tampoco fue, por error, que le otorgara a Vargas Llosa la nacionalidad colombiana; el ex mandatario es ferviente defensor del sueño bolivariano y para él Hispanoamérica es una sola.

Lo que da materia para el artículo es el tema sobre el cual deliberaba el sapientísimo conferencista: ¡Se trató de una disertación en contra del populismo! Lo que mueve a reflexionar: si don Vicente no sabe de Vargas Llosa ¿Sabrá lo que es el populismo



El populismo surgió casi simultáneamente en Rusia y en los Estados Unidos. Alexander Herzen es considerado el padre del populismo ruso. Fue socialista, pero difirió del marxismo en que consideraba que debía arribarse al socialismo por métodos humanitarios y no violentos (!Qué antieconómico!; con lo lucrativas que son las guerras ¿Verdad Bush

). Vasili Pavlovich Vorontsov y Nikolái Frantsevich Danielson, también rusos, fueron un par de malpensados y pesimistas; creían que el liberalismo económico -dejar en libertad a las fuerzas de mercado- llevaría a Rusia a ser un pueblo de unos cuantos ricos y los demás miserables y, por tanto, era necesario que el Estado interviniera en las relaciones económicas para evitar la polarización de las clases sociales. La falsedad de este aserto se ha comprobado con la experiencia mexicana, en la que treinta años de neoliberalismo ha dejado a la economía «re-partida».

Otro populista ruso de fama fue Alejo Mijailovski; propuso, el insensato, que la eficiencia de un gobierno se midiera por el grado de bienestar social que lograra (¡Habrase visto tal blasfemia!); porque hubiera menos pobres, mejor salud y mejor educación; que esos fueran los parámetros para medir un buen gobierno.

Casi simultáneamente se originó el populismo en los Estados Unidos, con el movimiento “Greenback” de 1875-78. Por esa época aconteció algo inusitado y que jamás ha vuelto a suceder: la situación monetaria favorecía a los banqueros y a los grandes capitalistas; el sistema crediticio endeudaba completamente a los campesinos que, además, eran sometidos por los intermediarios dueños de almacenes de granos (como la Central de Abasto), el sistema de transporte ferroviario y la vigencia de sistemas de arrendamiento agrario y aparcería (“sharecroppers”). Todo lo anterior orilló a la organización campesina, primero en el Sur y luego en el Medio Oeste. Su brazo político fue formalmente conocido como el Partido del Pueblo, pero su nombre de batalla fue el de los «populistas».

Otro movimiento estadounidense se originó en 1892, en Omaha, Nebraska. Grupos agrarios, obreros y cívicos del sur y el oeste de la Unión Americana brotaron contra la concentración económica y la corrupción política posteriores a la guerra civil. Sus fundadores se llamaron populistas en honor al presidente Lincoln, quien había definido al gobierno democrático estadounidense como «del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Tres fueron sus demandas: las tierras públicas debían destinarse a quienes las ocupaban y no a la especulación; el transporte y las comunicaciones debían ser propiedad del Estado; y la banca debía ser regulada por el gobierno mediante un cuerpo de funcionarios electos (vade retro); otras de sus demandas fueron: la regulación del crédito, bimetalismo (oro y plata), fijación de tasas de interés para hipotecas, cooperativas de producción y consumo; educación pública, voto de la mujer y otras torpezas.

De todo esto, con seguridad, se enteró el ogaño conferencista Fox antes de dar su docta disertación ...