INDICE POLITICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
"ERES COMO UNA ESPINITA…"
EL SEÑOR CALDERÓN tiene en Manuel Espino, el dirigente nacional de su partido, al más formidable de todos sus opositores.
Ni siquiera quien lo es por antonomasia, el señor López Obrador, ha conseguido poner en tantos aprietos al "chaparrito, pelón, de lentes", como describe públicamente al residente de Los Pinos el muy espinoso señor Espino.
Atrabancado, atrabiliario, no pocas veces iracundo, el oriundo de Durango, con carrera político-policíaca en Chihuahua y Sonora, es prototipo del norteño que se pinta a sí mismo como bronco, tozudo, irreverente con las normas de urbanidad –de urbe--, dado su origen rural. "Bárbaro del norte", pues.
Contrincante del señor Calderón desde el momento mismo en que presentó su aspiración de dirigir al PAN, en tanto el otro no ocultaba su ambición de llegar a la Presidencia de la República, Espino no ha podido, no ha sabido o no ha querido superar la derrota que el michoacano infligió a Santiago Creel, a quien el presidente panista inocultablemente apoyaba.
En el fondo, empero, no hay una lucha de titanes. No es de persona a persona. Se trata de dos representantes de proyectos políticos encontrados al seno del mismo organismo blanquiazul.
Y es que mientras Calderón, quien asimismo dirigió a su partido, es panista de prosapia, de verdadera sangre azul, Espino pertenece a la corriente que los tradicionalistas consideran "arribistas", al haberse "convertido" en portadores de los colores marianos, ya por interés o conveniencia de grupos empresariales o, incluso, religiosos.
El de Espino es un caso que encaja en el segundo de esos intereses. Ubicado por el periodista e investigador Álvaro Delgado cual integrante destacado de la organización paramilitar y religiosa "El Yunque", aunque el dirigente panista lo pone en duda, "¡A lo mejor sí soy!" –estratagema para burlar el Octavo Mandamiento--, no oculta sus muchas diferencias conceptuales en torno a la política y sus fines, con el tradicionalista de cepa Felipe Calderón.
De este enfrentamiento, hasta hoy sólo hemos visto escaramuzas. Batallas en las que, de acuerdo al marcador, va perdiendo Espino: la postulación de una candidata panista al gobierno de Yucatán distinta a Ana Rosa Payán… el encumbramiento de una representante de la nouvelle "familia presidencial" en la dirigencia del escaso panismo en la capital nacional… el arropamiento del señor Calderón al gobernador Reynoso Femat, ante los beligerantes cuadros panistas de Aguascalientes dominados por Espino…
El "yunquista", por su parte, domina los liderazgos del Senado y la Cámara Baja… ha formado una imaginaria línea Maginot con los ex titulares de Gobernación y de la SRE, entre otros… ha asustado con los despojos de Vicente Fox… ha lanzado proyectiles mediáticos contra el aliado español de quien fue electo por el Trife cual Presidente de México… y las escaramuzas continuarán.
Ambos, el yunquista y el tradicionalista, se preparan para la guerra.
Mientras, Espino es como una espinita que se ha clavado en el corazón del señor Calderón. Ojala y no se le convierta en un tronco
EL SEÑOR CALDERÓN tiene en Manuel Espino, el dirigente nacional de su partido, al más formidable de todos sus opositores.
Ni siquiera quien lo es por antonomasia, el señor López Obrador, ha conseguido poner en tantos aprietos al "chaparrito, pelón, de lentes", como describe públicamente al residente de Los Pinos el muy espinoso señor Espino.
Atrabancado, atrabiliario, no pocas veces iracundo, el oriundo de Durango, con carrera político-policíaca en Chihuahua y Sonora, es prototipo del norteño que se pinta a sí mismo como bronco, tozudo, irreverente con las normas de urbanidad –de urbe--, dado su origen rural. "Bárbaro del norte", pues.
Contrincante del señor Calderón desde el momento mismo en que presentó su aspiración de dirigir al PAN, en tanto el otro no ocultaba su ambición de llegar a la Presidencia de la República, Espino no ha podido, no ha sabido o no ha querido superar la derrota que el michoacano infligió a Santiago Creel, a quien el presidente panista inocultablemente apoyaba.
En el fondo, empero, no hay una lucha de titanes. No es de persona a persona. Se trata de dos representantes de proyectos políticos encontrados al seno del mismo organismo blanquiazul.
Y es que mientras Calderón, quien asimismo dirigió a su partido, es panista de prosapia, de verdadera sangre azul, Espino pertenece a la corriente que los tradicionalistas consideran "arribistas", al haberse "convertido" en portadores de los colores marianos, ya por interés o conveniencia de grupos empresariales o, incluso, religiosos.
El de Espino es un caso que encaja en el segundo de esos intereses. Ubicado por el periodista e investigador Álvaro Delgado cual integrante destacado de la organización paramilitar y religiosa "El Yunque", aunque el dirigente panista lo pone en duda, "¡A lo mejor sí soy!" –estratagema para burlar el Octavo Mandamiento--, no oculta sus muchas diferencias conceptuales en torno a la política y sus fines, con el tradicionalista de cepa Felipe Calderón.
De este enfrentamiento, hasta hoy sólo hemos visto escaramuzas. Batallas en las que, de acuerdo al marcador, va perdiendo Espino: la postulación de una candidata panista al gobierno de Yucatán distinta a Ana Rosa Payán… el encumbramiento de una representante de la nouvelle "familia presidencial" en la dirigencia del escaso panismo en la capital nacional… el arropamiento del señor Calderón al gobernador Reynoso Femat, ante los beligerantes cuadros panistas de Aguascalientes dominados por Espino…
El "yunquista", por su parte, domina los liderazgos del Senado y la Cámara Baja… ha formado una imaginaria línea Maginot con los ex titulares de Gobernación y de la SRE, entre otros… ha asustado con los despojos de Vicente Fox… ha lanzado proyectiles mediáticos contra el aliado español de quien fue electo por el Trife cual Presidente de México… y las escaramuzas continuarán.
Ambos, el yunquista y el tradicionalista, se preparan para la guerra.
Mientras, Espino es como una espinita que se ha clavado en el corazón del señor Calderón. Ojala y no se le convierta en un tronco