DESAFIO
Rafael Loret de Mola
*Partidos sin Disciplina
*Aprobación desde Afuera
*La Redituable Oposición
Cuando el PRI ejercía el poder presidencial extendiendo su hegemonía, esto es controlando hasta sus contrapesos y sometiéndolos al gradualismo como eje negociador, el dominio territorial se asentaba en una premisa fundamental: la disciplina. Mediando este elemento, la voluntad superior, la del presidente de la República, trazaba carreras y destinos políticos no pocas veces sin más validez que la cercanía afectiva en desdoro de los liderazgos naturales. La disciplina convirtió a los protagonistas de la vida pública en permanentes entenados de Los Pinos.
El aspecto positivo de ello era, sin duda, la estabilidad como cauce de un valor entendido: para crecer, en política, se requería el aval supremo; y si no se tenía cualquier aliento de rebeldía acababa en la clandestinidad marginal o en el ostracismo. Tal fue el secreto, sin duda, que permitió, apoyándose en el atávico conformismo general, la larga etapa priísta hasta que el modelo, infectado por los excesos de los ambiciosos y los sinvergüenzas, no dio más de sí. Fue entonces cuando la disciplina fue poca cosa para contener la marea a favor del cambio.
¿Qué tenemos ahora? Primero, a un presidente acotado y bajo sospecha permanente con serias dificultades para aglutinar hasta a sus correligionarios; segundo, a un partido vencedor de las elecciones presidenciales situado en la ambigüedad de ejercer el poder y mantenerse en la condición de opositor con la cual fueron formados la mayor parte de sus dirigentes; y tercero, una honda descomposición política que está marcada por la inconsistencia ideológica, las mutaciones permanentes y los chantajes con sabor sectario.
Dos hechos recientes, uno hacia dentro y otro fuera de nuestras fronteras, explican con mayor claridad las dimensiones del conflicto actual. En la perspectiva interna, además de que el panismo exhibe un estado crítico en algunas de las entidades que fueron sus baluartes más sólidos –Yucatán, Baja California, Aguascalientes-, una connotada foxista, ex directora del DIF nacional y como tal cercana a la que fue pareja presidencial, Ana Rosa Payán, dos veces alcaldesa de Mérida y siempre bien respaldada por el cuerpo editorial del influyente Diario de Yucatán, estructuralmente derechista y hasta clerical, se inconformó con la selección interna de su partido, el PAN, y aceptó ser postulada al gobierno de su entidad por una “coalición” que incluye al PRD, el PT, Convergencia y el llamado Frente Amplio afín a López Obrador. Nunca fue más preciso el refranero: La Iglesia en manos de Lutero.
Hacia el exterior, la zancadilla, obviamente calculada y hasta perversa, con la que Manuel Espino Barrientos, presidente del PAN y de la Organización Demócrata Cristiana de América, contaminó la visita de Felipe Calderón a España cuestionando, severamente, la “tolerancia”, esto es la blandura, con la que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero procede frente a los terroristas de la banda ETA. Calderón llevaba consigo el propósito de rendir franco apoyo a Zapatero para refrendar su interés por multiplicar las inversiones españolas en México. El Rey Juan Carlos definió el asunto señalando a nuestro país como uno de sus “mejores socios”.
Más allá de los matices posteriores, incluyendo la protocolaria reunión entre Calderón y Espino, no es posible substraernos del muy profundo olor a chantaje.
Debate
El desgaste de la figura presidencial, cuyo más bajo nivel se dio durante la administración anterior cuando el mandatario debió quedarse en el vestíbulo del Palacio de San Lázaro sin poder leer su informe ante el pleno y rompiendo una sostenida tradición republicana, no ha dado lugar, siquiera, a una profunda revisión de las condiciones imperantes ni a la búsqueda eficaz de alternativas que substituyan al anquilosado modelo por otro más democrático que no puede ser sino un parlamentarismo menos cernido y condicionado a los sectarismos exaltados.
De la misma manera, las crisis internas de cada uno de los partidos con presencia y alcances nacionales, incluyendo los esquiroles como el PANAL de doña Elba, la abeja reina, anula la otrora infaltable disciplina aun cuando sólo sea para extremar presiones y chantajes de diversa índole, hasta hormonales diríamos, en ausencia de definiciones y, sobre todo, de pulcritud operativa. Dijéramos que los viejos vicios del sistema, entre ellos la alquimia comicial, han sido corregidos y aumentados en cada uno de los institutos políticos. Por ejemplo, el PRD, en donde se señala hacia un fraude monumental en el plano nacional, formalizó en Chiapas una elección amañada, de estado, con idénticos contenidos a los usados para afrentarlos en la elección presidencial.
El PAN, por su parte, no es ajeno a las tentaciones, más bien las promueve. En Yucatán se dejaron demasiadas evidencias sobre la intromisión grosera del gobernador Patricio Patrón Laviada, en el proceso interno de su partido, el PAN. Y de allí surgieron los gritos de la otrora fiel panista Ana Rosa, siempre bien pertrechada por sus apoyos editoriales, como también ocurrió en el PRI, curiosamente, en donde Dulce María Sauri, ex gobernadora interina, igualmente se dijo vulnerada por una decisión cupular... con sabor salinista, cuando ella, sin duda, fue producto del salinismo. Sin disciplina las lealtades se esfuman.
El deterioro también es moral. La señorita Payán y la señora Sauri ahora marchan en el mismo sentido. Es curioso: también coincidieron en 1991 cuando Dulce María fue designada gobernadora interina, por capricho de Salinas y en contra de los consensos locales, tras haberse obligado al mandatario constitucional, el digno Víctor Manzanilla Schaffer, a dimitir; y Ana Rosa ya ejercía como presidenta municipal de la capital estatal, el segundo cargo político en importancia entre los yucatecos. La competencia, claro, fue arbitrada por el Diario sin que llegara la sangre al río. Más bien acabó por imponerse, es justo reconocerlo, la prudencia femenina... hasta que Dulce optó por renunciar al cargo inconforme por la decisión de anular la “victoria” priísta en Mérida en 1993 a favor del PAN.
Puras patadas al pesebre.
El Reto
La zancadilla foránea contra Calderón se le revirtió a Manuel Espino. ¿Habrá sido el referente del venezolano Hugo Chávez cuando recitó un poema popular para responderle a Fox, llamándole además “cachorro del imperio”, por sus torpes comentarios sobre las resistencias económicas del gobierno de Caracas? Recuerdo los versos:
“Yo soy como la espinita
que en la sabana florea;
le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea”.
Espino, desde luego, no ha dejado de menear al mandatario en ejercicio por lo que se desprende que el aroma es para otro.
Pese a ello, es de justicia apuntar que los saldos del viaje de Calderón a España, pese al traspiés sobre el tema del terrorismo, fueron positivos. El consenso general es acerca de que el recién estrenado presidente había consolidado la posición de su país como “puente” para acercar a la Unión Europea con el gigante estadounidense, si bien no faltaron los analistas que le recordaron la importancia de afirmar la unidad latinoamericana, tema en el cual parecen estar estrellándose las buenas intenciones.
En esta posición, es obvio que el malhadado puntapié de la “espinita” no le permitió crecer al señor Calderón. Lo dicho: con ambigüedades de por medio la nave de la República terminará por encallar.
La Anécdota
Decía un gobernador a un antiguo amigo suyo:
--¡Qué duro y difícil es el poder!
El interlocutor le respondió automáticamente.
--Pero siempre será peor... el no poder.
Vendría la réplica:
--Sí, pero el gobierno desgasta... y la oposición fortifica siempre.
Un diálogo, sin duda, que vale la pena repasar, tranquila y puntualmente, en el contexto actual.
*Partidos sin Disciplina
*Aprobación desde Afuera
*La Redituable Oposición
Cuando el PRI ejercía el poder presidencial extendiendo su hegemonía, esto es controlando hasta sus contrapesos y sometiéndolos al gradualismo como eje negociador, el dominio territorial se asentaba en una premisa fundamental: la disciplina. Mediando este elemento, la voluntad superior, la del presidente de la República, trazaba carreras y destinos políticos no pocas veces sin más validez que la cercanía afectiva en desdoro de los liderazgos naturales. La disciplina convirtió a los protagonistas de la vida pública en permanentes entenados de Los Pinos.
El aspecto positivo de ello era, sin duda, la estabilidad como cauce de un valor entendido: para crecer, en política, se requería el aval supremo; y si no se tenía cualquier aliento de rebeldía acababa en la clandestinidad marginal o en el ostracismo. Tal fue el secreto, sin duda, que permitió, apoyándose en el atávico conformismo general, la larga etapa priísta hasta que el modelo, infectado por los excesos de los ambiciosos y los sinvergüenzas, no dio más de sí. Fue entonces cuando la disciplina fue poca cosa para contener la marea a favor del cambio.
¿Qué tenemos ahora? Primero, a un presidente acotado y bajo sospecha permanente con serias dificultades para aglutinar hasta a sus correligionarios; segundo, a un partido vencedor de las elecciones presidenciales situado en la ambigüedad de ejercer el poder y mantenerse en la condición de opositor con la cual fueron formados la mayor parte de sus dirigentes; y tercero, una honda descomposición política que está marcada por la inconsistencia ideológica, las mutaciones permanentes y los chantajes con sabor sectario.
Dos hechos recientes, uno hacia dentro y otro fuera de nuestras fronteras, explican con mayor claridad las dimensiones del conflicto actual. En la perspectiva interna, además de que el panismo exhibe un estado crítico en algunas de las entidades que fueron sus baluartes más sólidos –Yucatán, Baja California, Aguascalientes-, una connotada foxista, ex directora del DIF nacional y como tal cercana a la que fue pareja presidencial, Ana Rosa Payán, dos veces alcaldesa de Mérida y siempre bien respaldada por el cuerpo editorial del influyente Diario de Yucatán, estructuralmente derechista y hasta clerical, se inconformó con la selección interna de su partido, el PAN, y aceptó ser postulada al gobierno de su entidad por una “coalición” que incluye al PRD, el PT, Convergencia y el llamado Frente Amplio afín a López Obrador. Nunca fue más preciso el refranero: La Iglesia en manos de Lutero.
Hacia el exterior, la zancadilla, obviamente calculada y hasta perversa, con la que Manuel Espino Barrientos, presidente del PAN y de la Organización Demócrata Cristiana de América, contaminó la visita de Felipe Calderón a España cuestionando, severamente, la “tolerancia”, esto es la blandura, con la que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero procede frente a los terroristas de la banda ETA. Calderón llevaba consigo el propósito de rendir franco apoyo a Zapatero para refrendar su interés por multiplicar las inversiones españolas en México. El Rey Juan Carlos definió el asunto señalando a nuestro país como uno de sus “mejores socios”.
Más allá de los matices posteriores, incluyendo la protocolaria reunión entre Calderón y Espino, no es posible substraernos del muy profundo olor a chantaje.
Debate
El desgaste de la figura presidencial, cuyo más bajo nivel se dio durante la administración anterior cuando el mandatario debió quedarse en el vestíbulo del Palacio de San Lázaro sin poder leer su informe ante el pleno y rompiendo una sostenida tradición republicana, no ha dado lugar, siquiera, a una profunda revisión de las condiciones imperantes ni a la búsqueda eficaz de alternativas que substituyan al anquilosado modelo por otro más democrático que no puede ser sino un parlamentarismo menos cernido y condicionado a los sectarismos exaltados.
De la misma manera, las crisis internas de cada uno de los partidos con presencia y alcances nacionales, incluyendo los esquiroles como el PANAL de doña Elba, la abeja reina, anula la otrora infaltable disciplina aun cuando sólo sea para extremar presiones y chantajes de diversa índole, hasta hormonales diríamos, en ausencia de definiciones y, sobre todo, de pulcritud operativa. Dijéramos que los viejos vicios del sistema, entre ellos la alquimia comicial, han sido corregidos y aumentados en cada uno de los institutos políticos. Por ejemplo, el PRD, en donde se señala hacia un fraude monumental en el plano nacional, formalizó en Chiapas una elección amañada, de estado, con idénticos contenidos a los usados para afrentarlos en la elección presidencial.
El PAN, por su parte, no es ajeno a las tentaciones, más bien las promueve. En Yucatán se dejaron demasiadas evidencias sobre la intromisión grosera del gobernador Patricio Patrón Laviada, en el proceso interno de su partido, el PAN. Y de allí surgieron los gritos de la otrora fiel panista Ana Rosa, siempre bien pertrechada por sus apoyos editoriales, como también ocurrió en el PRI, curiosamente, en donde Dulce María Sauri, ex gobernadora interina, igualmente se dijo vulnerada por una decisión cupular... con sabor salinista, cuando ella, sin duda, fue producto del salinismo. Sin disciplina las lealtades se esfuman.
El deterioro también es moral. La señorita Payán y la señora Sauri ahora marchan en el mismo sentido. Es curioso: también coincidieron en 1991 cuando Dulce María fue designada gobernadora interina, por capricho de Salinas y en contra de los consensos locales, tras haberse obligado al mandatario constitucional, el digno Víctor Manzanilla Schaffer, a dimitir; y Ana Rosa ya ejercía como presidenta municipal de la capital estatal, el segundo cargo político en importancia entre los yucatecos. La competencia, claro, fue arbitrada por el Diario sin que llegara la sangre al río. Más bien acabó por imponerse, es justo reconocerlo, la prudencia femenina... hasta que Dulce optó por renunciar al cargo inconforme por la decisión de anular la “victoria” priísta en Mérida en 1993 a favor del PAN.
Puras patadas al pesebre.
El Reto
La zancadilla foránea contra Calderón se le revirtió a Manuel Espino. ¿Habrá sido el referente del venezolano Hugo Chávez cuando recitó un poema popular para responderle a Fox, llamándole además “cachorro del imperio”, por sus torpes comentarios sobre las resistencias económicas del gobierno de Caracas? Recuerdo los versos:
“Yo soy como la espinita
que en la sabana florea;
le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea”.
Espino, desde luego, no ha dejado de menear al mandatario en ejercicio por lo que se desprende que el aroma es para otro.
Pese a ello, es de justicia apuntar que los saldos del viaje de Calderón a España, pese al traspiés sobre el tema del terrorismo, fueron positivos. El consenso general es acerca de que el recién estrenado presidente había consolidado la posición de su país como “puente” para acercar a la Unión Europea con el gigante estadounidense, si bien no faltaron los analistas que le recordaron la importancia de afirmar la unidad latinoamericana, tema en el cual parecen estar estrellándose las buenas intenciones.
En esta posición, es obvio que el malhadado puntapié de la “espinita” no le permitió crecer al señor Calderón. Lo dicho: con ambigüedades de por medio la nave de la República terminará por encallar.
La Anécdota
Decía un gobernador a un antiguo amigo suyo:
--¡Qué duro y difícil es el poder!
El interlocutor le respondió automáticamente.
--Pero siempre será peor... el no poder.
Vendría la réplica:
--Sí, pero el gobierno desgasta... y la oposición fortifica siempre.
Un diálogo, sin duda, que vale la pena repasar, tranquila y puntualmente, en el contexto actual.