LA DOBLE CARA DEL PAN CORRUPTOS E INMORALES
Por: Alvaro Cepeda Neri
Las corrupciones del todavía inmenso poder presidencial podrían compararse al más maligno cáncer: se multiplican y disfrazan para reaparecer, con la salvedad de que no matan a un paciente que, cada elección sexenal, goza de cabal salud. Por la buena o casi siempre por la mala, el sucesor trae la impronta de la matriz del partido en el poder. Gana, invariablemente, el candidato oficial. Lo fue, de 1932 al 2000, con el PRI. Y lo ha sido con el PAN de 2000 a 2006, en el entendido de que Calderón, aprendiz de callista, quiere presidentes panistas hasta 2030 o sea cinco sexenios al hilo, uno más que los priístas.
Cuentas alegres o reales aparte, los titulares de ese Poder Ejecutivo federal, durante su ejercicio, hacen y deshacen de los recursos naturales del país y de los dineros de la nación. Y las vísperas de su final o se hacen millonarios o dejan que su pandilla de amigos y cómplices se enriquezcan, de cuyo botín después les comparten como sucede con Salinas tras sus ventas de garage del patrimonio nacional, al son y los cantos de una modernización capitalista para las élites y un empobrecimiento masivo, salvaje y depredador para el pueblo.
Desde Carranza hasta mediados del sexenio zedillista, existió la partida secreta: bolsa multimillonaria... ¡aprobada por el Congreso!, a través de sus serviles integrantes y en ningún caso representantes de la nación ni de la federación. A la par de ese botín, se fueron creando los fideicomisos que ya suman más de 600. Y que los ministros de Azuela, por mayoría, decretaron que son instituciones privadas... ¡con dinero público!.
Además del saqueo por la venta del petróleo, por “líderes”, funcionarios de Pemex y el grupo presidencial, si no es que únicamente el secretario de Hacienda y el Presidente de la República en turno (apenas ayer, Fox y Gil Díaz) le meten mano a los fideicomisos para satisfacer sus necesidades de dinero. Nadie los debe fiscalizar, por órdenes superiores de la Suprema Corte contra la Nación. Es la nueva partida ultrasecretísima, que estará al servicio de Calderón y los panistas, con la participación de un nuevo cancerbero, representante física y mentalmente, de la globalización: Agustín Carstens.
No hay ningún cambio del PRI al PAN, siendo más grave la corrupción panista, porque se han presentado como la opción de la honestidad y ésta significa, no precisamente honradez, pero al menos, que sus portadores sean incapaces de engañar, defraudar o apropiarse de lo ajeno. Los panistas no son ni honrados ni honestos.