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lunes, 4 de diciembre de 2006

PROTESTAS Y TE LARGAS, ESPURIO, YUNQUISTA Y PEDERASTA

Todos ponen

gerardo albarrán de alba

México, D.F., 1 de diciembre (apro).- Felipe Calderón rindió la protesta de ley como presidente constitucional de México por la puerta de atrás, resguardado por las fuerzas armadas que sitiaron y mantuvieron bajo su control la sede del Poder Legislativo, y con la máxima tribuna de la nación tomada a golpes y convertida en trinchera por diputados y senadores del oficialista Partido Acción Nacional, luego de casi 70 horas de crispación y negociaciones políticas imposibles que sirvieron de nada.

Pese a los reiterados llamados de la oposición para que aceptaran cambiar la sede de la ceremonia oficial, Calderón y el PAN cumplieron así el requisito constitucional de realizar la transmisión de poderes ante el pleno del Congreso de la Unión, y con eso ganaron la batalla mediática. Pero el PRD y sus aliados, con su protesta legislativa, expusieron frente a los ojos del mundo que en México está fracturada la vida institucional, y con eso ganaron el testimonio de la historia. Al final, descontando filias y fobias, unos y otros perdieron por igual en la percepción de la sociedad general: la derecha fue evidenciada como sostén fáctico de un presidente sin la legitimidad necesaria para asumir el poder con el consenso nacional de su lado, y la izquierda –que cayó en todas y cada una de las trampas que le tendieron en los últimos cuatro días– quedó sumida nuevamente en la categoría de violenta e intransigente. Ante tales victorias pírricas y pérdidas mayores, ni siquiera se puede llamar empate.

Por si las dudas, casi 10 horas antes de enfrentar a la oposición en el Congreso de la Unión, Felipe Calderón había tomado posesión de facto por televisión como presidente de México. Faltando dos minutos para la medianoche del jueves, en un acto sin precedente, Vicente Fox se despojó en la residencia oficial de Los Pinos de la banda presidencial, que simboliza al Poder Ejecutivo y al comandante supremo de las fuerzas armadas, y se la entregó a un cadete del Colegio Militar. Símbolo o mensaje, jamás un presidente mexicano había entregado voluntariamente el poder a los militares.

Nuestras leyes contemplan que a las cero horas del 1 de diciembre termina oficialmente su cargo el presidente en funciones, pero impone también la obligación de que ese mismo día entregue la banda presidencial al presidente del Congreso de la Unión, quien se la impone al presidente de la República entrante después de que éste haya rendido protesta formal del cargo y se convierta hasta entonces en presidente constitucional de México. Sin embargo, Fox puso el emblema presidencial bajo resguardo militar y Calderón no sólo recibió la oficina presidencial unos minutos antes de la medianoche del 30 de noviembre, sino que en mensaje grabado para la televisión anunció: “Estoy asumiendo la Presidencia de la República”, y ordenó tomar posesión de sus cargos a los secretarios de la Defensa Nacional, de Marina, de Gobernación y de Seguridad Pública, es decir, su gabinete de seguridad.

Ante el ambiente de crispación, la incertidumbre sobre la posibilidad de que a la mañana siguiente se realizara el acto oficial de transmisión de poderes en la Cámara de Diputados, y al borde de una crisis constitucional no vivida jamás en el México posrevolucionario, Fox y Calderón decidieron anticiparse y organizaron una ceremonia privada de transmisión de poderes a la que nadie tuvo acceso, fuera de sus gabinetes, pero que fue transmitida por televisión en cadena nacional. En este juego de símbolos, Fox y Calderón recibieron sendas banderas nacionales de manos de cadetes militares: el presidente saliente, la misma que le acompañó durante los seis años de su administración; el entrante, la que le acompañará en su sexenio y que prometió defender incluso con su vida.

Precisamente como un símbolo de lo que representaron para México todos y cada uno de los 2 mil 190 días de su presidencia, Vicente Fox dejó caer la banda presidencial, que no llegó a tocar al suelo sólo gracias a los reflejos del cadete que la estaba recibiendo.

La tensión vivida durante cuatro días y la máxima crispación de las horas previas a la asunción oficial de Calderón, propiciada por la maniobra panista en la Cámara de Diputados, quedó fielmente retratada en las palabras de una conductora oficialista, que celebró en cadena nacional al nuevo presidente con una sonrisa estúpida: “No se sintió tensión aquí (…) Este acto nos da tranquilidad a los mexicanos, nos da certeza de que se empieza un sexenio como debe ser: con mano dura, con el pie derecho”.

En el PRD, al final, primó la mesura. Ya con Calderón y Fox en la tribuna, los legisladores de izquierda se resignaron y ya no trataron de impedir el acto, como habían amenazado, y se limitaron a hacer la mayor bulla posible mientras escuchaban la protesta de Calderón, que entró a hurtadillas y ni siquiera fue anunciado. En el Zócalo, Andrés Manuel López Obrador endureció el discurso, pero contuvo a sus seguidores, que marcharon en calma hasta toparse con el primer cinturón de seguridad policial.

Dos horas y media después de salir del Congreso, ante 10 mil personas reunidas ex profeso para un acto apologético, Calderón tardó seis minutos en recorrer el pasillo central del Auditorio Nacional, entre besos y abrazos. Más tiempo del que le tomó entrar, rendir la protesta de ley y abandonar el pleno del Congreso de la Unión.

Entre seguidores fieles y militantes de su partido, representantes empresariales, del sector financiero y de la Iglesia católica, intelectuales de derecha y sus invitados extranjeros, Calderón finalmente se explayó: “¡Sí se pudo y sí se puede!”, soltó en el discurso que no pudo pronunciar en el Congreso. Las señales de la televisión privada estaban nuevamente intervenidas para escucharle ofrecer un nuevo pacto social y político que restañe las heridas entre las fuerzas políticas, y que desgranara un rosario de promesas de reforma política, desarrollo social, crecimiento económico, seguridad, justicia, etcétera, entre las que deslizó varias propuestas de campaña de sus contendientes del PRD y del PRI, como bajar el sueldo de los funcionarios públicos. Pasados los reallity de las últimas horas, esa fue su verdadera toma de posesión.

De ahí, Calderón caminó a las instalaciones militares adyacentes del Campo Marte, para recibir los honores del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, en su calidad de nuevo comandante supremo de las fuerzas armadas. Salvas de 21 cañonazos y desfile de todas las armas. Presentación y subordinación de cada uno de los generales de división y almirantes en servicio. Discursos sobre lealtad. Todo el ceremonial terminó a las 2 de la tarde con un minuto.

A sólo dos kilómetros de distancia, Andrés Manuel López Obrador advertía en un mitin ante 50 mil personas que lo reconocen a él como presidente legítimo: “El pueblo aún espera una verdadera democracia”.

Para el presidente Calderón, el excandidato presidencial perredista será su Némesis durante los próximos seis años… pero por ahora no hay visos de distensión.

Revista Proceso