Calderón en España .... Los ingratos mexicanos
Revista Siempre
Felipe Calderón viajó a España y estuvo feliz en la tierra de Cervantes, pero regresó a México de mal humor. Allá lo trataron muy bien, lo llenaron de elogios y condecoraciones, aplaudieron su frustrada guerra contra el narcotráfico, le regalaron una camiseta del Real Madrid y, por supuesto, los empresarios se relamieron los bigotes ante la mera posibilidad de quedarse con todo o parte de nuestro petróleo. Pero al volver, el michoacano se halló con la incomprensión de los mexicanos, renuentes a aceptar la privatización del petróleo, tan aplaudida en aquellas tierras.
Empresarios, líderes políticos y autoridades de la península entraron en una cerrada competencia de elogios hacia el michoacano; pero tanto afecto resulta sospechoso cuando un día y otro, en cada actividad de la nutrida agenda calderoniana, a propósito de nada le soltaban elogios por su “valentía” y su “firme decisión” para combatir el narcotráfico y —por supuesto— para entregar el petróleo (a ellos).
Es explicable el interés por los hidrocarburos que son patrimonio de los mexicanos.
España atraviesa ahora mismo por una crisis social derivada de los altos precios del combustible y nada mejor que asegurarse fuentes de abastecimiento. El caso mexicano resulta muy a modo, pues se halla en el poder un partido hispanista, el mismo que fundaron no pocos simpatizantes del bando fascista durante la Guerra Civil española.
El inquilino de Los Pinos se vio abrumado por las atenciones, sonrisas, honores y excelente trato que le dispensaron allá, el que incluyó al mismísimo rey inclinándose a besar la mano de la consorte de Calderón. Por su parte, los ex republicanos del Partido Socialista Obrero Español, el PSOE, confundieron las cosas, pues agradecieron a Calderón el asilo y el apoyo que el México de Lázaro Cárdenas dio a los derrotados en la Guerra Civil de aquel país.
Pero fue una confusión. Felipe Calderón es el menos indicado para recibir tales reconocimientos, pues durante muchos años su partido criticó en diversas formas la solidaridad mexicana con la República Española.
Así y todo, Calderón regresó al solar nativo —¡olé!— para hallarse con que los mexicanos, al abordar la iniciativa de privatización del petróleo, insisten en “discusiones meramente ideológicas o políticas” y se empeñan en que los hidrocarburos sigan siendo patrimonio nacional.
Malagradecidos. Deberían tomar como ejemplo la actitud de los gobernantes, empresarios y aristócratas peninsulares. Ellos sí saben mucho de petróleo y sus derivados.
Felipe Calderón viajó a España y estuvo feliz en la tierra de Cervantes, pero regresó a México de mal humor. Allá lo trataron muy bien, lo llenaron de elogios y condecoraciones, aplaudieron su frustrada guerra contra el narcotráfico, le regalaron una camiseta del Real Madrid y, por supuesto, los empresarios se relamieron los bigotes ante la mera posibilidad de quedarse con todo o parte de nuestro petróleo. Pero al volver, el michoacano se halló con la incomprensión de los mexicanos, renuentes a aceptar la privatización del petróleo, tan aplaudida en aquellas tierras.
Empresarios, líderes políticos y autoridades de la península entraron en una cerrada competencia de elogios hacia el michoacano; pero tanto afecto resulta sospechoso cuando un día y otro, en cada actividad de la nutrida agenda calderoniana, a propósito de nada le soltaban elogios por su “valentía” y su “firme decisión” para combatir el narcotráfico y —por supuesto— para entregar el petróleo (a ellos).
Es explicable el interés por los hidrocarburos que son patrimonio de los mexicanos.
España atraviesa ahora mismo por una crisis social derivada de los altos precios del combustible y nada mejor que asegurarse fuentes de abastecimiento. El caso mexicano resulta muy a modo, pues se halla en el poder un partido hispanista, el mismo que fundaron no pocos simpatizantes del bando fascista durante la Guerra Civil española.
El inquilino de Los Pinos se vio abrumado por las atenciones, sonrisas, honores y excelente trato que le dispensaron allá, el que incluyó al mismísimo rey inclinándose a besar la mano de la consorte de Calderón. Por su parte, los ex republicanos del Partido Socialista Obrero Español, el PSOE, confundieron las cosas, pues agradecieron a Calderón el asilo y el apoyo que el México de Lázaro Cárdenas dio a los derrotados en la Guerra Civil de aquel país.
Pero fue una confusión. Felipe Calderón es el menos indicado para recibir tales reconocimientos, pues durante muchos años su partido criticó en diversas formas la solidaridad mexicana con la República Española.
Así y todo, Calderón regresó al solar nativo —¡olé!— para hallarse con que los mexicanos, al abordar la iniciativa de privatización del petróleo, insisten en “discusiones meramente ideológicas o políticas” y se empeñan en que los hidrocarburos sigan siendo patrimonio nacional.
Malagradecidos. Deberían tomar como ejemplo la actitud de los gobernantes, empresarios y aristócratas peninsulares. Ellos sí saben mucho de petróleo y sus derivados.