Todos contra las reformas petróleras
Indice Politíco
JUSTO UN DÍA antes de que en el Senado de la República diera inicio la presentación de las opiniones que, sobre la reforma a Pemex, planteron dirigentes políticos e intelectuales, el coordinador de la fracción perredista en ese órgano legislativo envió las iniciativas del señor Felipe Calderón al cementerio.
Y aunque el guanajuatense Carlos Navarrete empleó la palabra "panteón", es obvio que se refería a una necrópolis y no a un sitio en el que se reúnen las divinidades.
Las primeras paletadas de tierra sobre tales iniciativas, en efecto, comenzaron a ser lanzadas el martes 13, un día después.
En sus exposiciones, Beatriz Paredes, Cuauhtémoc Cárdenas, Francisco Ortiz Pinchetti, Lorenzo Meyer y aún el panista Germán Martínez Cázares --¿quién lo dijera?— presentaron la inviabilidad constitucional y política de las intenciones de la actual Administración, lo que fortalece la percepción popular de que, en caso de ser aprobadas en sus términos originales, lo único que propiciarían dichas reformas sería la privatización de Petróleos Mexicanos, con las negativas consecuencias que ya hemos padecido en semejantes "desincorporaciones": creación de monopolios privados que establecen a su conveniencia precios y tarifas de los bienes y servicios que el Estado hace a un lado.
La opinión pública, en efecto, es adversa a las reformas. Un reciente ejercicio de la empresa encuestadora de Jorge Buendía, Ipsos-Bimsa así lo hace patente. Publicado en el diario El Universal apenas el lunes inmediato anterior da cuenta de que "29% de los mexicanos está a favor de la reforma que el Ejecutivo presentó al Congreso, en tanto 27% se manifestó en contra y un sector considerable de la población (44%) no tiene una posición definida al respecto".
Lógico es que esa faja de indecisos, al recibir información constante –durante más de dos meses: 70 días— de la nocividad de los planteamientos legislativos del señor Calderón, engrosará cada vez más a la porción social que ya están en contra.
Paradójicamente, le decía, Germán Martínez Cázares abonó este martes 13 en la posición contraria a las reformas de su amigo Calderón.
Porque cuando lo esperado era la argumentación que solidificara la posición de su también jefe, el dirigente formal de los blanquiazules recurrió a las descalificaciones y a los denuestos. Lo peor es que el tono histérico con el que fueron pronunciados, convirtió a Andrés Manuel López Obrador en el gran presente en la primera de las rondas de un "debate" –no lo es, en realidad, porque hay ausencia de intercambio de puntos de vista— que fue posible merced a la movilización ciudadana resistente a los designios de las cúpulas políticas y económicas, lo mismo nacionales que extranjeras. A Germán Martínez le salió el tiro por la culata.
En el cementerio, las iniciativas del señor Calderón.
Efectivamente, "reventadas".
Y lo peor es que, ante ello, la Administración del señor Calderón no tiene con quiénes o con qué hacer frente a esta embestida. Sin los priístas, obvio que también sin los perredistas, difícilmente va a poder aprobar el trámite legislativo.
JUSTO UN DÍA antes de que en el Senado de la República diera inicio la presentación de las opiniones que, sobre la reforma a Pemex, planteron dirigentes políticos e intelectuales, el coordinador de la fracción perredista en ese órgano legislativo envió las iniciativas del señor Felipe Calderón al cementerio.
Y aunque el guanajuatense Carlos Navarrete empleó la palabra "panteón", es obvio que se refería a una necrópolis y no a un sitio en el que se reúnen las divinidades.
Las primeras paletadas de tierra sobre tales iniciativas, en efecto, comenzaron a ser lanzadas el martes 13, un día después.
En sus exposiciones, Beatriz Paredes, Cuauhtémoc Cárdenas, Francisco Ortiz Pinchetti, Lorenzo Meyer y aún el panista Germán Martínez Cázares --¿quién lo dijera?— presentaron la inviabilidad constitucional y política de las intenciones de la actual Administración, lo que fortalece la percepción popular de que, en caso de ser aprobadas en sus términos originales, lo único que propiciarían dichas reformas sería la privatización de Petróleos Mexicanos, con las negativas consecuencias que ya hemos padecido en semejantes "desincorporaciones": creación de monopolios privados que establecen a su conveniencia precios y tarifas de los bienes y servicios que el Estado hace a un lado.
La opinión pública, en efecto, es adversa a las reformas. Un reciente ejercicio de la empresa encuestadora de Jorge Buendía, Ipsos-Bimsa así lo hace patente. Publicado en el diario El Universal apenas el lunes inmediato anterior da cuenta de que "29% de los mexicanos está a favor de la reforma que el Ejecutivo presentó al Congreso, en tanto 27% se manifestó en contra y un sector considerable de la población (44%) no tiene una posición definida al respecto".
Lógico es que esa faja de indecisos, al recibir información constante –durante más de dos meses: 70 días— de la nocividad de los planteamientos legislativos del señor Calderón, engrosará cada vez más a la porción social que ya están en contra.
Paradójicamente, le decía, Germán Martínez Cázares abonó este martes 13 en la posición contraria a las reformas de su amigo Calderón.
Porque cuando lo esperado era la argumentación que solidificara la posición de su también jefe, el dirigente formal de los blanquiazules recurrió a las descalificaciones y a los denuestos. Lo peor es que el tono histérico con el que fueron pronunciados, convirtió a Andrés Manuel López Obrador en el gran presente en la primera de las rondas de un "debate" –no lo es, en realidad, porque hay ausencia de intercambio de puntos de vista— que fue posible merced a la movilización ciudadana resistente a los designios de las cúpulas políticas y económicas, lo mismo nacionales que extranjeras. A Germán Martínez le salió el tiro por la culata.
En el cementerio, las iniciativas del señor Calderón.
Efectivamente, "reventadas".
Y lo peor es que, ante ello, la Administración del señor Calderón no tiene con quiénes o con qué hacer frente a esta embestida. Sin los priístas, obvio que también sin los perredistas, difícilmente va a poder aprobar el trámite legislativo.