Chivatazos para acabar con el movimiento ciudadano

María Teresa Andrade Jardí

A los pocos (o muchos si realmente está tan cancelado el derecho a pensar en nuestro país) que realmente puedan estar convencidos de que el llamado del usurpador es un llamado sincero a la ciudadanía, dado que realmente está librando una batalla contra el crimen organizado. Lo que obviamente se desmiente con mil ejemplos.

De todas maneras hay que decirles que se equivocan y además parten de falsas premisas.

Amén de que si nos llaman a hacer a todos la tarea, de entrada, por elemental decencia, tendrían que ofrecernos las mismas compensaciones que reciben los contratados que no cumplen con ella. Cuestión de lógica. Porque lo otro implica que unos: los que menos tenemos, además de mantener a una bola de zánganos “gubernamentales” como si de emperadores se tratara, pasemos a hacer la más elemental de las tareas, justificación además de la necesidad de la existencia de un gobierno, sin recibir nada a cambio. Situación profundamente injusta. Se tendría que empezar por poner fin a los sueldos y no digamos a las otras muchas prebendas (y conste que no hablo de los robos porque los ciudadanos no somos ladrones) de todos los funcionarios públicos encargados de la procuración de justicia.

Y dado que el usurpador es el primer responsable de lo que ocurre, toda vez que pudo aceptar el recuento de votos de la cuestionada elección generando la certeza necesaria que significa para el pueblo el tener un gobernante legítimo y no quiso hacerlo, al llamar a todos a hacer la tarea, que le corresponde hacer a él, tendría que estar dispuesto, y así ofrecerlo, a compartir los mismos beneficios económicos que él recibe. ¿Por qué él sí y nosotros no?

El pacto social se firma entre los pueblos que contratan a través de sus ciudadanos y aquellos que se ofrecen para brindar el servicio a través de los partidos políticos.

Es lo mismo que contratar una señora de servicio. Al celebrar el contrato los contratantes establecen las necesidades: necesito que me guise y que me lave los baños, que barra y trapee el piso y que cuide a mi suegra enferma, que es una lata y por eso le voy a pagar una millonada. Y la persona que se contrata señala si es apta o no para realizar las tareas requeridas: de cuidar a la suegra, nada de nada y de lavar los baños tampoco, guisar: no sé, pero, si usted me enseña, puedo aprender.

Barrer y fregar es lo mío y eso lo hago muy bien. Y la contratante le responderá: lo siento no me conviene o está bien yo la enseño a guisar, mi marido se encarga de los baños y los nietos de la abuela pero le pago menos porque descuento lo de las tareas que realizaremos los miembros de la familia. Sellan el pacto (verbal) y para que funcione cada parte tiene que cumplir con su tarea. Si la respuesta hubiera sido que tampoco sabía o quería barrer y fregar, entonces, como es evidente, no habría servido porque no llenaba ninguno de los requisitos establecidos que tendrían que ver con las necesidades en el manejo de una casa en aras del buen funcionamiento de esa familia.

El colmo es que el usurpador pretenda que el pueblo le haga la tarea. Pero además, como barrer y fregar para una mujer que presta sus servicios en las casas es lo mínimo elemental que debe poder hacer. En el caso de todo gobierno el brindar seguridad a los gobernados es la función, no sólo primordial, sino la que justifica la existencia de los gobiernos.

Y así como se cancela el contrato si quien tiene que barrer y fregar, no barre ni friega los pisos. Se cancela el contrato social si el gobernante no cumple con la tarea de brindar seguridad al pueblo.

Pretender dejar la tarea de la seguridad en manos de los gobernados es un absurdo. Si un gobernante es incapaz de brindar seguridad tiene que irse porque no cumple ni siquiera con la más elemental de sus obligaciones.

Pero siendo tan claro lo anterior no es lo más grave. El llamado del usurpador lo que busca, característica del fascismo, es convertir al pueblo en chivato. Lo que es monstruoso y muy perverso. Lo que se busca con el llamado a convertir al pueblo en chivato, en aras del abominable entreguismo de la derecha que se ha apoderado del poder en México, es romper con la solidaridad elemental del tejido social.

Amén de que se presta para que se cometan mil y una injusticias. Se trata a todas luces de ver si a base de chivatazos se logra romper el movimiento ciudadano que AMLO encabeza.