La oscuridad del sol azteca
La Jornada / Julio Hernández López
■ Ortega, en la ruta del poder
■ Comicios envenenados
■ Padrones, trampas, gobernadores...
Nunca antes había estado tan cerca Jesús Ortega de presidir el comité nacional del PRD. Altamente especializado en competir para negociar retiros o derrotas (la más reciente transacción se dio en 2005, cuando dejó el camino libre a Marcelo Ebrard a cambio de posiciones y concesiones en el gobierno capitalino que no le fueron cumplidas, lo que generó una sostenida postura de venganzas y obstrucciones desde la Asamblea Legislativa del Distrito Federal), el aguascalentense, nacido el 5 de noviembre de 1952, ha sido tres veces diputado federal, senador y ocupante de múltiples cargos en partidos pertenecientes a un abanico de concepciones de izquierda, que va del Socialista de los Trabajadores, dirigido por Rafael Aguilar Talamantes, emblemático ejecutor de abyecciones ante el poder sustentadas en fraseología “progresista”, hasta el de la Revolución Democrática.
Ortega ha construido a lo largo de muchos años una corriente, hoy llamada Nueva Izquierda (Ni izquierda), que domina estructuralmente el partido del sol azteca, con una mayoría suficiente en los comités estatales y en los cargos de representación popular, tanto federales (senadores y diputados) como estatales y municipales (parte de su familia ha ocupado curules: su esposa, Angélica de la Peña, y su hermano, Antonio Ortega) y, además, conoce al dedillo los procesos electorales internos, sus atajos y vulnerabilidades, su manipulable legalidad y el peso del pragmatismo cargado de ambición y corrupción (no se piense que al describir una de las caras del grupo conocido como los chuchos se hace exclusión o exoneración del resto de las corrientes internas del perredismo; todas, sin excepción, juegan con reglas envenenadas y a valores entendidos, dispuestas siempre al arreglo y el intercambio con tal de seguir gozando de los privilegios institucionales derivados de “lo electoral”. Tampoco se crea que Andrés Manuel López Obrador tiene poca responsabilidad en el crecimiento y entronización de los chuchos, ni que Alejandro Encinas y sus alianzas ofrecen una perspectiva de cambio profundo, más allá de los necesarios discursos de campaña).
No son, sin embargo, sus propios méritos los que han colocado a Jesús Ortega en una notable ruta de posible triunfo formal este domingo, sino el hecho de que él y su facción están prestando un inmejorable servicio al calderonismo que, de manera entendible, está dispuesto a impulsar y premiar todo acto que signifique división, confusión y desgaste a la figura de López Obrador, y que debilite el movimiento social que subsiste a pesar de todas las maniobras letales de ese gobierno formal y sus aliados (satanizado y, al mismo tiempo, virtualmente exiliado de los principales medios de comunicación, ese movimiento surgido del rechazo al fraude electoral tiene en jaque al secretario hispano-mexicano de Gobernación y constituye el único dique social a las pretensiones privatizadoras de la firma Calderón Oil).
Ortega, los chuchos, la ni Izquierda, las posibilidades de violencia y escándalo en el proceso electoral interno son en este momento valiosas piezas a mover en el tablero de Los Pinos para tratar de frenar y exterminar el movimiento encabezado por López Obrador. Todos quienes sistemáticamente han agredido a la izquierda social mexicana (y cuyos intereses serían afectados si hubiera una verdadera fuerza de ese signo ideológico) se desviven actualmente en alabar los rasgos modernos y civilizados del chuchismo y están prestos para entrar en histeria declarativa si sus apuestas convenencieras no triunfan en la contienda de este domingo. Por otra parte, los gobernadores panistas encamilados, los priístas que se mueven en las coordenadas de Beltrones, Gamboa y Peña Nieto, y los perredistas que tienen a los Cárdenas como lazarillos, ayudarán a los chuchos con recursos, movilización y tecnología de adulteración electoral. Un plus, como dicen ahora los promotores de ventas, sería el exhibir a los grupos relacionados con AMLO y con Alejandro Encinas como violentos y desestabilizadores.
Gane o pierda formalmente Ortega, el calderonismo calcula que obtendrá material suficiente para continuar la campaña de descalificación a la izquierda que sí le preocupa. Otro ingrediente de colaboración a las calderónicas estrategias electorales de recuperación del Distrito Federal podría darse en la manera como se resuelva la contienda capitalina. Con un padrón inflado y rasurado a conveniencia de los controladores de ese instrumento, con un bagaje histórico de trampas aplicables por cada uno de los bandos a sus adversarios, estancado en la lucha electorera y sin vinculación real con lo social, el partido del sol azteca concurrirá este domingo a una elección sin futuro, anulable de antemano, influenciada por factores externos contrarios a lo que debería ser su esencia y predispuesta a servir de platillo de escándalo o de presunta demostración de fracaso extremo del lopezobradorismo.
Astillas
El sicoanalista José Antonio Lara Peinado hace llegar los siguientes apuntes: “¿Por qué Calderón eligió a Juan Camilo como el hombre fuerte y de su confianza?, ¿por qué ante tanta evidencia no ha hecho nada? Respondamos desde el punto estrictamente sicoanalítico: por amor. El sicoanálisis describe el amor como una conducta narcisista, en donde el hombre y la mujer sólo aman lo que han sido, lo que son o lo que ambicionan ser (no se habla aquí de sexualidad, que quede claro). Desde este punto de vista se comprende por qué El hijo desobediente (corrido favorito de Felipe) eligió al admirador de Y tu mamá también (la película favorita de Juan Camilo). Si la relación con el otro es un asunto narcisista, entonces no se puede renunciar a lo que se es y a lo que se ha sido; eso marcaría una profunda herida en quien nombró a Camilo. Por otro lado, es importante ver cómo la mercadotecnia neoliberal recomendó tener una cara bonita en el gabinete; es decir, un sujeto que físicamente cubriera el deseo de querer ser así, por parte de quien lo nombra. Este análisis no es político, es síquico, y es importante que se entre a estas consideraciones, porque así se puede empezar a desnudar una serie de fantasmas de orden patológico de quienes llegan al poder”… ¡Feliz fin de semana!
■ Ortega, en la ruta del poder
■ Comicios envenenados
■ Padrones, trampas, gobernadores...
Nunca antes había estado tan cerca Jesús Ortega de presidir el comité nacional del PRD. Altamente especializado en competir para negociar retiros o derrotas (la más reciente transacción se dio en 2005, cuando dejó el camino libre a Marcelo Ebrard a cambio de posiciones y concesiones en el gobierno capitalino que no le fueron cumplidas, lo que generó una sostenida postura de venganzas y obstrucciones desde la Asamblea Legislativa del Distrito Federal), el aguascalentense, nacido el 5 de noviembre de 1952, ha sido tres veces diputado federal, senador y ocupante de múltiples cargos en partidos pertenecientes a un abanico de concepciones de izquierda, que va del Socialista de los Trabajadores, dirigido por Rafael Aguilar Talamantes, emblemático ejecutor de abyecciones ante el poder sustentadas en fraseología “progresista”, hasta el de la Revolución Democrática.
Ortega ha construido a lo largo de muchos años una corriente, hoy llamada Nueva Izquierda (Ni izquierda), que domina estructuralmente el partido del sol azteca, con una mayoría suficiente en los comités estatales y en los cargos de representación popular, tanto federales (senadores y diputados) como estatales y municipales (parte de su familia ha ocupado curules: su esposa, Angélica de la Peña, y su hermano, Antonio Ortega) y, además, conoce al dedillo los procesos electorales internos, sus atajos y vulnerabilidades, su manipulable legalidad y el peso del pragmatismo cargado de ambición y corrupción (no se piense que al describir una de las caras del grupo conocido como los chuchos se hace exclusión o exoneración del resto de las corrientes internas del perredismo; todas, sin excepción, juegan con reglas envenenadas y a valores entendidos, dispuestas siempre al arreglo y el intercambio con tal de seguir gozando de los privilegios institucionales derivados de “lo electoral”. Tampoco se crea que Andrés Manuel López Obrador tiene poca responsabilidad en el crecimiento y entronización de los chuchos, ni que Alejandro Encinas y sus alianzas ofrecen una perspectiva de cambio profundo, más allá de los necesarios discursos de campaña).
No son, sin embargo, sus propios méritos los que han colocado a Jesús Ortega en una notable ruta de posible triunfo formal este domingo, sino el hecho de que él y su facción están prestando un inmejorable servicio al calderonismo que, de manera entendible, está dispuesto a impulsar y premiar todo acto que signifique división, confusión y desgaste a la figura de López Obrador, y que debilite el movimiento social que subsiste a pesar de todas las maniobras letales de ese gobierno formal y sus aliados (satanizado y, al mismo tiempo, virtualmente exiliado de los principales medios de comunicación, ese movimiento surgido del rechazo al fraude electoral tiene en jaque al secretario hispano-mexicano de Gobernación y constituye el único dique social a las pretensiones privatizadoras de la firma Calderón Oil).
Ortega, los chuchos, la ni Izquierda, las posibilidades de violencia y escándalo en el proceso electoral interno son en este momento valiosas piezas a mover en el tablero de Los Pinos para tratar de frenar y exterminar el movimiento encabezado por López Obrador. Todos quienes sistemáticamente han agredido a la izquierda social mexicana (y cuyos intereses serían afectados si hubiera una verdadera fuerza de ese signo ideológico) se desviven actualmente en alabar los rasgos modernos y civilizados del chuchismo y están prestos para entrar en histeria declarativa si sus apuestas convenencieras no triunfan en la contienda de este domingo. Por otra parte, los gobernadores panistas encamilados, los priístas que se mueven en las coordenadas de Beltrones, Gamboa y Peña Nieto, y los perredistas que tienen a los Cárdenas como lazarillos, ayudarán a los chuchos con recursos, movilización y tecnología de adulteración electoral. Un plus, como dicen ahora los promotores de ventas, sería el exhibir a los grupos relacionados con AMLO y con Alejandro Encinas como violentos y desestabilizadores.
Gane o pierda formalmente Ortega, el calderonismo calcula que obtendrá material suficiente para continuar la campaña de descalificación a la izquierda que sí le preocupa. Otro ingrediente de colaboración a las calderónicas estrategias electorales de recuperación del Distrito Federal podría darse en la manera como se resuelva la contienda capitalina. Con un padrón inflado y rasurado a conveniencia de los controladores de ese instrumento, con un bagaje histórico de trampas aplicables por cada uno de los bandos a sus adversarios, estancado en la lucha electorera y sin vinculación real con lo social, el partido del sol azteca concurrirá este domingo a una elección sin futuro, anulable de antemano, influenciada por factores externos contrarios a lo que debería ser su esencia y predispuesta a servir de platillo de escándalo o de presunta demostración de fracaso extremo del lopezobradorismo.
Astillas
El sicoanalista José Antonio Lara Peinado hace llegar los siguientes apuntes: “¿Por qué Calderón eligió a Juan Camilo como el hombre fuerte y de su confianza?, ¿por qué ante tanta evidencia no ha hecho nada? Respondamos desde el punto estrictamente sicoanalítico: por amor. El sicoanálisis describe el amor como una conducta narcisista, en donde el hombre y la mujer sólo aman lo que han sido, lo que son o lo que ambicionan ser (no se habla aquí de sexualidad, que quede claro). Desde este punto de vista se comprende por qué El hijo desobediente (corrido favorito de Felipe) eligió al admirador de Y tu mamá también (la película favorita de Juan Camilo). Si la relación con el otro es un asunto narcisista, entonces no se puede renunciar a lo que se es y a lo que se ha sido; eso marcaría una profunda herida en quien nombró a Camilo. Por otro lado, es importante ver cómo la mercadotecnia neoliberal recomendó tener una cara bonita en el gabinete; es decir, un sujeto que físicamente cubriera el deseo de querer ser así, por parte de quien lo nombra. Este análisis no es político, es síquico, y es importante que se entre a estas consideraciones, porque así se puede empezar a desnudar una serie de fantasmas de orden patológico de quienes llegan al poder”… ¡Feliz fin de semana!