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jueves, 13 de marzo de 2008

16 Meses de Crisis

Diario Libertad / Fausto Fernández Ponte

Los conflictos de interés en los que presuntamente ha incurrido Juan Camilo Mouriño y su renuencia a reconocer lo obvio --violar la ley-- ha ahondado la crisis gubernamental ya crónica.

Esa crisis es severa pues el señor Mouriño es el secretario del despacho de Gobernación del Presidente de Facto y, amén, muéstrase renuente a considerar ilegal su conflicto de interés.

Y es que, como bien sabríase, el señor Mouriño habría violado la ley al realizar negocios a favor de su empresa familiar, Ivancar, siendo legislador y, luego, funcionario del gobierno federal.

Esa conducta presumiblemente delictiva está documentada no sólo por los contratos mismos signados por don Juan Camilo y Petróleos Mexicanos, sino por pública confesión propia.

Lo que mueve a preocupación entre no pocos mexicanos es que el señor Mouriño no ha caído en la cuenta de haber violado la ley y su incapacidad, muy notoria, para discernir lo inmoral de su conducta.

Ello identifícase cual verismo insoslayable. El secretario Mouriño registra como incompatible e ilícito hacer negocios con Pemex aprovechando su posición como legislador y funcionario de gobierno.


Esa conducta nos describe, conturbadoramente, la inmadurez, por un lado, del señor Mouriño y, por otro, sus convicciones distorsionadas acerca de la función pública y la responsabilidad de ésta.

Las convicciones distorsionadas del señor Mouriño devienen, dígase sin tapujos, de su formación moral y ética, así como su concepción de los fines del poder que deviene de las potestades gubernamentales.

Cabría decir de otro jaez que el señor Mouriño parece pesuadido que los propósitos del poder político no tienen nada que ver con los de sevir a la sociedad, sino servirse a sí mismo.

Empero, si bien ello es intrínsecamente grave y, ergo, emblemático de un estilo de ejercer el poder,m también es un síndrome peligrosísimo de que el comportamiento del señor Mouriño no es caso aislado.

O así parece. La terquedad del Presidente de Facto de sostener contra viento y marea en el cargo a su secretario del despacho de Gobernación configura ciertas inferencias válidas:

Una, la de que la conducta de conflictos de interés rayana en rapiñesca de don Juan Camilo es práctica generalizada y, por añadidura, muy extendida en el gobierno.

Y, otra, la de que el Poder Ejecutivo es ejercido no sólo espuriamente --condición devenida del fraude electoral del 2006--, sino únicamente para provecho de los intereses de una camarilla.

Esa camarilla --en realidad, una banda de delincuentes-- representa intereses económicos y políticos propios y los de un proyecto de país que privilegia la corrupción y traiciones a la Patria.

Dada esa realidad aparente, la terquedad del señor Mouriño a renunciar a su cargo confirmaría su inmadurez e ineptitud: sus lealtades son facciosas y de provecho personal y de su pandilla.

Aferrarse al poder aun a sabiendas que carece de autoridad moral y alcance real como secretario del despacho de Gobernación es exhibición patética, precisamente, de cortedad política.

La crisis, sin embargo, no es sólo por los conflictos de interés del señor Mouriño y su renuencia a verlos como tales, sino por la cortedad política del Presidente de Facto mismo.

Ello delimita campos opuestos, antipodales. Los intereses de una banda de poder y los del pueblo de México. El gobierno lleva casi 16 meses en crisis profunda, desde su inicio embozado y obrepticio.

ffponte@gmail.comEsta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla

Glosario:

Antipodales: que está en las (o los) antípodas. Respecto de un habitante de la tierra, otro que reside en un pountio opuesto. Lo que se contrapone totalmente a algo.