PEMEX ... La privatización y los tontos
Los privatizadores son fieles seguidores de las encuestas pero ya no saben qué hacer. La inmensa mayoría de los estudios de opinión dice que los mexicanos rechazan la inversión privada en Pemex. Los privatizadores son fieles creyentes de que “el país de masas murió en 2006”. ¿Pero qué van a hacer con el país de las encuestas?
Los mexicanos que ya pintan canas recuerdan las épocas en que la carestía comenzó a llamarse “ajuste de precios” y la venta de las empresas públicas “desincorporación”.
Así que no hay nada nuevo bajo el sol en el segundo gobierno del PAN, salvo que el gobierno de Felipe Calderón tira el espot y esconde la mano. ¿Ya vio el espot de marras? En cinco minutos, el gobierno panista expone sus argumentos en favor de la inversión privada en Petróleos Mexicanos. El comercial se pudo ver en youtube.com desde mediados de febrero, abierto ya el debate sobre el tema, pero el gobierno negó la criatura.
Lo más que dijeron funcionarios anónimos es que se trataba de un “ensayo” de una agencia de publicidad que contrata con Petróleos Mexicanos (Pemex).
Hasta que la noche del mar tes 4 de marzo salió en la televisión firmado no por el gobierno federal, como en la internet, sino por Pemex.
Caray, es de suponerse que el target del calderonismo son los mexicanos madurones, porque el multicitado comercial parece uno de esos documentales que ponían en los cines de antaño, y que el respetable público aguantaba resignado nomás por las ganas de chutarse el programa triple.
¿Se acuerdan de Demetrio Bilbatúa? Pues el calderonismo lo ha traído de vuelta para convencernos de que México no tiene la tecnología ni los recursos para ir a los más profuuuuundo del mar y sacar el tesoro que nos espera a tres mil metros abajo.
Salvo la animación por computadora, es igual a esos viejos cor tos de cine, con la diferencia de que ya lo transmitieron en horario estelar, con imágenes petroleras, niños jugueteando y voz en off: “Trabajar en aguas profundas requiere de tecnología de punta, como sistemas satelitales georreferenciales, construcción de plataformas semisumergibles, manejo de vehículos submarinos de control remoto y robótica. Afor tunadamente, como lo han hecho otros países del mundo, México puede establecer alianzas con quienes ya cuentan con la tecnología y la experiencia para explotar yacimientos en aguas profundas. Podemos aprovechar ese conocimiento para sacar el petróleo que es nuestro”.
Ahora, de que es nacionalista, lo es, como los de Bilbatúa. Huele a 15 de septiembre, con serpentinas y fritangas, cuando muestra un montón de puntitos amarillos en el Golfo de México, donde Estados Unidos ya está realizando labores de exploración y extracción “desde hace 17 años”, ¡y como hace Cuba! (los gringos nos están comiendo el mandado, ergo, establezcamos sociedades con empresas gringas para que lo coman en nuestra mesa).
Lo que no dice el espot es que datos oficiales del vecino país, indican que la extracción en esos yacimientos de las profundidades comenzó a declinar el año pasado.
Nada para preocuparse. En el ir y venir de cifras, escenarios tenebrosos, argumentos que conducen a que el capital privado en Pemex es tan inevitable como un terremoto, se han manejado números y diagnósticos de manera mañosa.
El gobierno suelta, un día, que México sólo tiene reservas para nueve años (se aclara, pero sólo de pasadita, que son las probadas) y que Cantarell, el mayor venero que nos escrituró el chamucho, va de capa caída (una “declinación”, le llaman, de 12 por ciento al año en la producción del sitio de donde se extraen seis de cada diez barriles).
Pero luego sale Georgina Kessel, quien ocupa el cargo que tuviera su alumno Felipe Calderón, a decir que estamos nadando en oro negro: “Soy enfática, México tiene petróleo y mucho. Lo que tenemos que encontrar son mecanismos para convertir esa riqueza... en recursos y en bienestar para los mexicanos, eso es lo que tenemos que hacer”, dice la secretaria de Energía los primeros días de febrero pasado.
¿Va quedando claro? ¿O quieren más? Porque la maestra de Felipe os lo explica a todos, incluido Iván: “No estamos contemplando en ningún sentido la venta de activos de Petróleos Mexicanos, y aquí voy a exagerar, les voy a decir: no estamos contemplando la venta ni siquiera de un tornillo de Pemex”.
¿Halliburton o cualquier otra empresa poseedora de la tecnología, y de reconocida probidad, estará dispuesta a una “sociedad” con Pemex si no puede comprarle ni un tornillo?
Claro, ahora no se llama compra, ni privatización, sino alianza estratégica, reforma, liberalización, riesgo compartido, sociedad de mutua conveniencia.
Porque de privatización, nada. Eso es un invento de Andrés Manuel López Obrador, un tigre de papel tabasqueño para tener chinampinas contra el gobierno.
¿No hubiese sido muy sencillo que, para callarle la boca, el gobierno presentara su propuesta de reforma de Pemex?
Los presidentes y el lábaro
La señora Kessel visitó, ya entrado el mes de marzo, a los diputados, comenzando por los del PAN, y les pintó un panorama catastrófico.
Aunque antes, para que nadie se asustara, todos pudieron leer : “No habrá ni debe haber una privatización de Pemex”, como dijo Felipe Calderón en Los Ángeles, en febrero pasado.
Igual dijeron Vicente Fox, Ernesto Zedillo y Carlos Salinas, un 18 de marzo o cualquier otro día, envueltos en el lábaro patrio. Acto seguido, pasaron a hacer efectiva su política para Pemex: es decir, no hacer nada para fortalecer a la empresa de “todos los mexicanos”.
Miente el redactor. Sí hicieron algo, sangraron las finanzas de Pemex con una carga impositiva monumental y entregaron la producción y la exploración primaria a empresarios privados, por la vía de los Proyectos de inversión diferidos en el gasto (que el vulgo conoce como Pidiregas).
A la llegada de Felipe Calderón a la silla, los tales Pïdiregas se despachaban 90 por ciento de la inversión.
Dicho de otro modo, los últimos presidentes no metieron pero sí sacaron. Compárese: el impuesto sobre la renta en 2006 fue equivalente a 41 mil millones de dólares; en contraste, la renta petrolera fue de 53 mil millones.
Y también aprovecharon los altos precios internacionales del crudo.
En el sexenio de Vicente Fox se acumularon 200 mil millones de dólares (a precios de 2007). Con la excepción de algunos países árabes se trata, según los expertos, de la mayor cantidad de dinero obtenido por gobierno alguno gracias al petróleo.
Y la montaña de recursos se logró a pesar de que en los grandes sitios productores ha comenzado a mermar la extracción de crudo.
¿A dónde fueron a parar esos recursos extraordinarios? No a inversión productiva en Pemex, ciertamente. Una parte fue a los negocios privados de algunos conspicuos funcionarios públicos panistas. Otra (47 mil millones de dólares en 2005 y 2006) se entregó a los estados. Sí, justo el año anterior a las elecciones y el año de las elecciones del resultado indiscutible “haiga sido como haiga sido”.
Las encuestas que no salen
Casi siempre encantados con las encuestas, los panistas y los sectores favorables a la privatización se topan esta vez con pared.
La mayor parte de los estudios de opinión revelan que los mexicanos no quieren abrir Pemex a la inversión privada y que seis de cada diez consideran que en caso de permitirse la inversión privada, sólo debe ser de capitales nacionales. Ocho de cada diez, además, opinan que el Estado mexicano debe mantener en todos los casos el control de Pemex.
Sólo una encuesta caminó en sentido contrario, la de GEA-ISA, la encuestadora de la que salió el director para hacerse cargo del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
Es muy probable que los privatizadores vean en esa franja mayoritaria el resultado de décadas de “mitos” cimentados en la historia oficial que se imparte en las escuelas públicas.
Los privatizadores son fieles creyentes de que “el país de masas murió en 2006”. ¿Pero qué van a hacer con el país de las encuestas?
Más allá de los terrenos de los demóscopos, el “problema petrolero” es, sencillamente, un asunto de dinero. No hay los recursos requeridos para la inversión que requiere la industria petrolera. O sí hay, pero no son suficientes, como sostiene Felipe Calderón.
Tras analizar la ruptura reciente de la “barrera psicológica” de los 100 dólares por barril, el especialista José Antonio Rojas Nieto afirma que la renta petrolera mexicana en este año no será menor a 56 mil millones de dólares. Pero no es todo. Si se suman a esa cantidad unos 17 billetes verdes como resultado de la especulación, el país dispondrá de 19 mil millones de dólares extra.
Sostiene el experto: “En este contexto y aceptando –como parece inevitable– que nuestros costos de producción crecen día a día (aunque nunca serán los más caros del mundo), no puede uno sino concluir que alentar la privatización o la reforma energética para que ingrese el capital privado en producción primaria es una propuesta que proviene de la ignorancia o francamente del engaño. Ninguna de las dos –ninguna– se justifica en estos momentos. Ninguna.
¿Quién, con estos números, se atreve a hacerlo? ¿Quién?” Lo dice de otro modo el Grupo Sur: “Falsedades como la carencia de recursos y de tecnologías propios para impulsar a Pemex, campean cínicamente. Privatización y corrupción están indisolublemente hermanadas”.
El pronunciamiento del Grupo Sur, integrado por intelectuales y académicos, fue por cierto previo a la aparición en escena de Ivancar, la empresa familiar del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño.
Suceda lo que suceda con la comisión legislativa integrada para investigar el conflicto de interés del funcionario-empresario y sus contratos con Pemex Refinación, es evidente que los contratos presuntamente firmados por él como apoderado legal de la empresa familiar han complicado la estrategia gubernamental de reforma energética.
Incluso los priistas, que quieren sacar tajada política de una eventual reforma, han salido a rechazar, como siempre “categóricamente”, la privatización. Beatriz Paredes recordó en la víspera del aniversario 79 del tricolor que el petróleo como un bien público está en los documentos básicos.
Manlio Fabio Beltrones, quien acariciaba al principio la idea de una reforma constitucional, la rechazó de plano y dijo que no es necesaria para hacer de Pemex una empresa competitiva.
“Lo que necesita Pemex es que le demos calidad de empresa pública, distinta a la que hoy tiene como industria paraestatal y en ese momento, autonomía de gestión”.
Beltrones urgió al gobierno calderonista a hacer la siguiente jugada: “(esperamos) que este gobierno ponga sobre la mesa sus cartas y diga ‘esto es lo que yo creo que debe suceder en Pemex’, y a partir de ello hacer un debate ordenado, sin prejuicios”.