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miércoles, 5 de marzo de 2008

Iván el breve

La Jornada / Carlos Fernández Vega (México, SA)

■ Misil documental contra el delfín de Los Pinos

La agencia de servicios funerarios más famosa del país ha sido requerida para organizar dos inminentes sepelios políticos: el de la intentona calderonista para “reformar” el sector energético del Estado, y el de Juan Camilo Mouriño Terrazo, aún secretario de Gobernación, ya conocido como Iván el breve.

Pudo más un hecho concreto, contundente, que las movilizaciones populares en defensa de la soberanía petrolera nacional. Los documentos probatorios que publicó Andrés Manuel López Obrador sobre el tráfico de influencias y el conflicto de intereses cometidos por el delfín de Los Pinos, pegaron justo en el blanco, desmoronando el plan calderonista sobre la privatización energética encargada a su empresario favorito que aún despacha en Bucareli.

Todo indica que Calderón estaba preparado para justificar todo, por su debilidad y excesos con el delfín, menos para el misil documental que impactó directamente en el rostro del madrileño y, por ende, en el de Calderón mismo, quien debe ofrecer una explicación por este delicado asunto y actuar en consecuencia.

Se desmorona Iván (el breve), y se construye una nueva comisión legislativa que investigue la dualidad (empresario y funcionario) del preferido de Los Pinos y sus contratos con Pemex-Refinación, la cual se encargará de quitarle los guantes a las “manos limpias” presumidas en la campaña electoral de 2006. El ex secretario zedillista de Gobernación, Esteban Moctezuma (breve, pero no tanto como el delfín de Calderón), terminó repartiendo bicicletas para la Fundación Salinas Pliego. Juan Camilo Mouriño podría hacer lo mismo, porque de cualquier suerte no afecta al país.

El de Iván (el breve) es un caso que se suma al abultado expediente de los panistas en el gobierno. Los legisladores blanquiazules ya no sienten lo duro, sino lo tupido, porque desde los maravillosos tiempos de Fox son ellos quienes actúan como priístas en defensa de funcionarios corruptos y no al revés, como acostumbraban cuando eran “oposición”. Son ellos quienes deben negociar impunidad para sus cabecillas a cambio de generosos favores y no, como antes, gozar de éstos cuando los tricolores se los ofrecían a cambio de impunidad para los suyos. Son, pues, los que prometieron “cambiar la forma de hacer política en el país”.

Tanto estudió las estrategias de impunidad priísta, que el ahora dirigente nacional panista, Germán Martínez (becario de la Secretaría de la Función Pública) utiliza las mismas frases y tácticas de los tricolores, cuando eran gobierno, para justificar las mañas de gente como Mouriño. Este personaje propone que “si López Obrador y los suyos quieren hablar de tráfico de influencias y corrupción, no tienen que caminar lejos. Les encanta ver la paja en el ojo ajeno y no la viga de René Bejarano en el suyo” (El Universal). Pues bien, el de la leche Betty terminó en la cárcel (de la que no debió salir): ¿se anima Germancito con Juan Camilo?

A Héctor Larios, el coordinador de la bancada panista en San Lázaro, no sólo se le subió el azúcar, sino que tartamudea, se contradice y ya no sabe qué muletilla utilizar para salir del brete. A pesar del expediente, parece que el affaire Iván es lo único que hace sonrojar al otro coordinador, el de los senadores blanquiazules, Santiago Creel, y no precisamente por vergüenza. Y Calderón con sus 10 puntos económicos.

Como Fox, la mancuerna Calderón-Mouriño ha logrado exactamente lo contrario de lo prometido, de tal suerte que en esta etapa deberán recurrir a las virtudes de Gayosso (“estamos contigo cuando más nos necesitas”) para que uno regrese a la bella provincia que tanto extraña y el otro eche bajo la alfombra la quinta intentona al hilo de privatizar el sector energético del Estado.

Y en el coro, Emilio Gamboa, el coordinador de los diputados tricolores, aterrorizado con el tema del tráfico de influencias y el conflicto de intereses (“no tiendan cortinas de humo; hay cosas más importantes que abordar; el país lo requiere”). Está en lo correcto: toda una vida le dan razón para estarlo, para remojar sus barbas, y junto a él la clase política en su conjunto.

Las rebanadas del pastel

De la lectoría: “en el ámbito de la ‘modernidad’, los ciudadanos de Saltillo, Coahuila, comprobamos ya la ‘benevolencia’ de los señores del dinero, ya que esta ‘modernidad’ llegó a nuestra ciudad en uno de los recursos indispensables para el sustento de la vida como es el agua. Hace poco más de un lustro la empresa Aguas de Barcelona tomó posesión de la distribuidora de agua en la entidad con la promesa de mejorar el servicio. Hoy los ciudadanos podemos estar contentos, ya que un contrato para el suministro del vital líquido cuesta casi tres veces más que uno de teléfono, pues se lo cobra hasta en 5 mil pesos, y se rescinde a la menor falta del contrayente, con su debido costo de reinstalación y otros recargos que pueden llegar a más de 500 pesos, y que en algunas ocasiones se suman a la recontratación. El costo del metro cúbico de agua es de 6.25 pesos. Todo esto sin considerar el impacto ecológico, debido a la sobre explotación de los mantos acuíferos, práctica que, además, produce aguas contaminadas con sales pesadas no aptas para el consumo humano. ¡Animo amigo, con suerte la ‘modernidad’ llegará a tu ciudad!”