La reforma petrolera, el botín más próximo
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En la disputa por la presa de Pemex ya estamos presenciando una cruda lucha entre los patriotas que desean preservar la subdesarrollada industria en poder de la nación (¿con todos sus vicios?) y los negociantes que desean sacar más raja de la contienda al amparo de los contratos de servicios múltiples, los Pidiregas y toda suerte de colusiones que ahora desean "constitucionalizar" para despejar el campo, sin obstáculos a la privatización.
Partidócratas lobbisstas, burócratas gobernícolas y representantes legítimos cruzarán lances y estocadas de muerte, mientras la ciudadanía permanece a la expectativa, desinformada y ausente, patinando en el lodo de los eufemismos y las verdades a medias, engañada con estas.
México es mucho más grande que todo Pemex. Magnífico es que la naturaleza nos haya dotado de hidrocarburos; sin embargo, ¿realmente se beneficia el pueblo de ellos? En el reciente pasado, desde la administración de la abundancia jolopiana, ineptos tenoburócratas respaldados por mediocres e insensibles políticos y un fisco comodino y cobarde (pues grava excesivamente al organismo público descentralizado en lugar de hacer una reforma hacendaria a fondo) los han venido manejando desacertadamente; entre otras pifias han sido incapaces de producir gasolina barata y otros petrolíferos suficientes para satisfacer la demanda nacional y en consecuencia tenemos que importarlos en forma creciente; el uso del gas en vez de combustóleo para alimentar a las plantas de cogeneración eléctrica es otra falla.
En su animosidad e inteligencia depredadora, el petróleo crudo es lo más próximo que han tenido a la mano y por lo mismo, han desatendido muchos otros recursos, al enfocar la mira solamente en los "veneros que nos escrituró el diablo"; los han sometido a irracional explotación e insuficiente aprovechamiento industrial petroquímico, todo esto sumado a la descapitalización de Pemex, la declinación de las reservas probadas, la cortedad en la exploración, el rezago tecnológico y otros factores políticos.
¿Sobrevivirá México? ¿Tendrá viabilidad cuando se acabe el petróleo o caigan los precios? ¿Realmente está próximo a acabarse?
Incidentalmente, en una reunión de la Fundación Eisenhower (a la que pertenezco porque fui becario) realizada en Estambul, Turquía celebrada en septiembre de 2006, pregunté a Richard Penanguiane, vicepresidente de British Petroleum: ¿Cómo ve usted el futuro petrolero de México? (a efecto de corroborar alguna información que recibimos en Constitución y República, Nuevo Milenio por parte de Collin Stabler, director de Operaciones de Shell en México) y me respondió: Very promising (muy prometedor), ipso facto me interrogué: for whom? (para quién), pensando en nuestra historia y en los datos que me había facilitado Fabio Barbosa, distinguido investigador en la materia y nuestros apreciados ingenieros petroleros de Constitución del 17: Felipe Ocampo, Francisco Garaicochea y Rafael Decelis, en torno a las reservas probadas, probables y posibles en Burgos, Cantarell, Ku-Maloob Zaap y Chicontepec, y de crudo ligero marino en aguas someras y profundas.
A este respecto concluí: Los dioses también escrituraron los veneros pero no los entubaron, pobre del Estado pobre, los mexicanos debemos ser más grandes que la ineficaz administración de Pemex, su corrupto sindicato y las empresas transnacionales beneficiarias de tal patrimonio.
Mientras enfocamos las baterías para las reformas que exige el saneamiento de tan importante industria, no debemos descuidar otras fuentes de riqueza natural como la minería, los 11 mil kilómetros de litoral y las 200 millas de mar patrimonial, el trópico, etcétera, y sobre todo el conocimiento, aunados al manejo estratégico de nuestra localización geográfica y lo valioso de nuestra gente y su talento, aun cuando es preciso hacer notar que nos hace falta capacidad de organización e institucionalidad para aprovecharlo; ahí están el Conacyt y el Instituto Mexicano del Petróleo sujetos a la mirada crítica.
Ahora que el Frente Amplio Progresista se envuelve en la bandera de ese factor de la energía y presenta visiones alternativas interesantes y los PRIANistas se disponen a defender hasta el final el botín de Pemex ¿por qué no pensamos en lo nuclear y otras alternativas?
Merecido e inteligente apoyo habrá que darle al Instituto Nacional de Energía Nuclear, a los proyectos de infraestructura hidroeléctrica, a los ferrocarriles intercosteros y portuarios, a la construcción de nuevos ductos, a la energía eólica, solar y la que producen los mares. A su vez, el petróleo valdrá más como insumo industrial en la medida que agreguemos valor a su cadena productiva; por ejemplo en la producción de fertilizantes que tanta falta hacen al deteriorado campo mexicano a efecto de ser altamente productivos y competitivos en el TLCAN, ¿o acaso todavía creen que pueden revertir sus efectos nocivos con una nueva e improbable negociación?
Desde luego sobrevienen otras interrogantes. ¿Cuánto ha dejado el petróleo en la formación neta de capital y en la integración nacional de las cadenas productivas? ¿Cómo ha deteriorado al medio ambiente? ¿En qué ha contribuido al desarrollo humano en las zonas de exploración y explotación? ¿Cuándo aceptaremos la invitación a participar en la OPEP o en una integración latinoamericana de energía? ¿Cómo sanear y reestructurar operativa y administrativamente al sector?
Estas preguntas nos las responderemos con sus correspondientes propuestas, en Constitución y República, Nuevo Milenio, para conmemorar el 18 de marzo, en el ejercicio de nuestros derechos y deberes ciudadanos.
Anda por ahí circulando la idea de hacer de Pemex una empresa pública en vez de organismo público descentralizado con autonomía de gestión financiera y administrativa. No debemos olvidar que los hidrocarburos pertenecen a la nación, Pemex es el instrumento del Estado que administra el gobierno en turno y por lo mismo, habrá que evaluar si debe proceder con los criterios de lucro que rigen a las empresas privadas. Más allá de las utilidades es la rentabilidad económica, social y política la que debe regir.
En la disputa por la presa de Pemex ya estamos presenciando una cruda lucha entre los patriotas que desean preservar la subdesarrollada industria en poder de la nación (¿con todos sus vicios?) y los negociantes que desean sacar más raja de la contienda al amparo de los contratos de servicios múltiples, los Pidiregas y toda suerte de colusiones que ahora desean "constitucionalizar" para despejar el campo, sin obstáculos a la privatización.
Partidócratas lobbisstas, burócratas gobernícolas y representantes legítimos cruzarán lances y estocadas de muerte, mientras la ciudadanía permanece a la expectativa, desinformada y ausente, patinando en el lodo de los eufemismos y las verdades a medias, engañada con estas.
México es mucho más grande que todo Pemex. Magnífico es que la naturaleza nos haya dotado de hidrocarburos; sin embargo, ¿realmente se beneficia el pueblo de ellos? En el reciente pasado, desde la administración de la abundancia jolopiana, ineptos tenoburócratas respaldados por mediocres e insensibles políticos y un fisco comodino y cobarde (pues grava excesivamente al organismo público descentralizado en lugar de hacer una reforma hacendaria a fondo) los han venido manejando desacertadamente; entre otras pifias han sido incapaces de producir gasolina barata y otros petrolíferos suficientes para satisfacer la demanda nacional y en consecuencia tenemos que importarlos en forma creciente; el uso del gas en vez de combustóleo para alimentar a las plantas de cogeneración eléctrica es otra falla.
En su animosidad e inteligencia depredadora, el petróleo crudo es lo más próximo que han tenido a la mano y por lo mismo, han desatendido muchos otros recursos, al enfocar la mira solamente en los "veneros que nos escrituró el diablo"; los han sometido a irracional explotación e insuficiente aprovechamiento industrial petroquímico, todo esto sumado a la descapitalización de Pemex, la declinación de las reservas probadas, la cortedad en la exploración, el rezago tecnológico y otros factores políticos.
¿Sobrevivirá México? ¿Tendrá viabilidad cuando se acabe el petróleo o caigan los precios? ¿Realmente está próximo a acabarse?
Incidentalmente, en una reunión de la Fundación Eisenhower (a la que pertenezco porque fui becario) realizada en Estambul, Turquía celebrada en septiembre de 2006, pregunté a Richard Penanguiane, vicepresidente de British Petroleum: ¿Cómo ve usted el futuro petrolero de México? (a efecto de corroborar alguna información que recibimos en Constitución y República, Nuevo Milenio por parte de Collin Stabler, director de Operaciones de Shell en México) y me respondió: Very promising (muy prometedor), ipso facto me interrogué: for whom? (para quién), pensando en nuestra historia y en los datos que me había facilitado Fabio Barbosa, distinguido investigador en la materia y nuestros apreciados ingenieros petroleros de Constitución del 17: Felipe Ocampo, Francisco Garaicochea y Rafael Decelis, en torno a las reservas probadas, probables y posibles en Burgos, Cantarell, Ku-Maloob Zaap y Chicontepec, y de crudo ligero marino en aguas someras y profundas.
A este respecto concluí: Los dioses también escrituraron los veneros pero no los entubaron, pobre del Estado pobre, los mexicanos debemos ser más grandes que la ineficaz administración de Pemex, su corrupto sindicato y las empresas transnacionales beneficiarias de tal patrimonio.
Mientras enfocamos las baterías para las reformas que exige el saneamiento de tan importante industria, no debemos descuidar otras fuentes de riqueza natural como la minería, los 11 mil kilómetros de litoral y las 200 millas de mar patrimonial, el trópico, etcétera, y sobre todo el conocimiento, aunados al manejo estratégico de nuestra localización geográfica y lo valioso de nuestra gente y su talento, aun cuando es preciso hacer notar que nos hace falta capacidad de organización e institucionalidad para aprovecharlo; ahí están el Conacyt y el Instituto Mexicano del Petróleo sujetos a la mirada crítica.
Ahora que el Frente Amplio Progresista se envuelve en la bandera de ese factor de la energía y presenta visiones alternativas interesantes y los PRIANistas se disponen a defender hasta el final el botín de Pemex ¿por qué no pensamos en lo nuclear y otras alternativas?
Merecido e inteligente apoyo habrá que darle al Instituto Nacional de Energía Nuclear, a los proyectos de infraestructura hidroeléctrica, a los ferrocarriles intercosteros y portuarios, a la construcción de nuevos ductos, a la energía eólica, solar y la que producen los mares. A su vez, el petróleo valdrá más como insumo industrial en la medida que agreguemos valor a su cadena productiva; por ejemplo en la producción de fertilizantes que tanta falta hacen al deteriorado campo mexicano a efecto de ser altamente productivos y competitivos en el TLCAN, ¿o acaso todavía creen que pueden revertir sus efectos nocivos con una nueva e improbable negociación?
Desde luego sobrevienen otras interrogantes. ¿Cuánto ha dejado el petróleo en la formación neta de capital y en la integración nacional de las cadenas productivas? ¿Cómo ha deteriorado al medio ambiente? ¿En qué ha contribuido al desarrollo humano en las zonas de exploración y explotación? ¿Cuándo aceptaremos la invitación a participar en la OPEP o en una integración latinoamericana de energía? ¿Cómo sanear y reestructurar operativa y administrativamente al sector?
Estas preguntas nos las responderemos con sus correspondientes propuestas, en Constitución y República, Nuevo Milenio, para conmemorar el 18 de marzo, en el ejercicio de nuestros derechos y deberes ciudadanos.
Anda por ahí circulando la idea de hacer de Pemex una empresa pública en vez de organismo público descentralizado con autonomía de gestión financiera y administrativa. No debemos olvidar que los hidrocarburos pertenecen a la nación, Pemex es el instrumento del Estado que administra el gobierno en turno y por lo mismo, habrá que evaluar si debe proceder con los criterios de lucro que rigen a las empresas privadas. Más allá de las utilidades es la rentabilidad económica, social y política la que debe regir.