Jorge y sus cartas
Diario Libertad / Marcela Gómez Zalce
• Se venden antifaces...
• Medidas de seguridad
La medicina, mi estimado, sólo puede aliviar las enfermedades curables. Felipe Calderón sigue desplegándose con un aparatoso e inédito sistema de seguridad que devela una serie de simpáticos sentimientos que parecen ser fieles compañeros en su ilegítima aventura sexenal. Estados Unidos no ha sido la excepción, aunque la cereza sigue siendo lo visto en la toma de protesta del presidente de Guatemala, Álvaro Colom, donde a Calderón lo acompañó un avión Hércules que transportaba detectores de metales, perros adiestrados para hallar explosivos, máquinas de rayos X, un jeep, varios soldados fuertemente armados, una ambulancia (no vaya a ser que las guatemaltecas no estuvieran equipadas), y varias camionetas de tipo Suburban blindadas, además de varias unidades especializadas en explosivos.
El grotesco despliegue, my friend, causó molestia y sorpresa entre los mandatarios a la divertida ceremonia, y más de una mueca diplomática en una cena ofrecida esa misma noche donde las críticas estuvieron presentes alrededor de la importancia de México como vecino en la agenda bilateral y la innecesaria soberbia desplegada en un acto donde Felipe podría haber hecho gala de la diplomacia y la discreción sin mermar sus medidas de seguridad.
La fantástica pregunta es: ¿cuánto nos costó a los mexicanos el atroz show pirotécnico desplegado por el inquilino de Los Pinos en Guatemala...? Porque parece que nuestra clase política hace tiempo está perdiendo el suelo con vertiginosa velocidad si se trata de dilapidar recursos públicos para sus ocurrencias, aventuras, episodios y/o travesuras personales.
Botones han sobrado en las mercerías foxista y, hoy, calderonista.
Por eso no llamó la atención la seductora granada deschavetada lanzada por Emilio Azcárraga hace unos días, cuando aseveró que políticos y presidentes han robado mucho dinero. El dueño de Televisa no pintó ninguna raya para diferenciar el antifaz de los rateros implicando tácitamente al presente régimen con su bola de chicos superpoderosos del Gymboree... y de paso a más de un pasado de transa entre las diversas lacritas legislativas.
El reciente ejemplo del cinismo del senador Jorge Mendoza es verdaderamente de risa histérica.
No sólo porque Jorge, espejo fiel del tipo de grillita desplegada por Emilio Gamboa y esos tristemente célebres priistas cuyas diabluras pudren el Edén, es uno de los operadores estrella de Ricardo Salinas Pliego, sino porque a Mendoza, senador plurinominal, no le causó ningún problema abusar de un servicio, como el Postal Mexicano, para enviar, en sólo siete días, un millón 290 mil cartas a sus paisanos para informarles brevemente de su trabajo parlamentario (¿¿??) que hasta hoy el divertido respetable desconoce.
Lo que es de sobra conocido es el sueño guajiro, perdón, la intención política de Jorge para aparecer en la lista de los posibles suspirantes tricolores a gobernar Nuevo Léon (gulp), y como las lacras legislativas tienen cheque en blanco para evitar el pago de un timbre postal, al senador le pareció una espléndida idea gastar cerca de ¡15 millones de pesos! del dinero de nuestros impuestos, my friend, para sus fines políticos personales.
El oso se vuelve digno de the looney bin cuando Mendoza aclara que no cometió ningún abuso y, pensando que los mexicanos somos unos perfectos imbéciles, argumenta que la política es así y que la balconeada realmente lo lastima y defiende la inédita prerrogativa argumentando la necesidad de conservar un medio de comunicación con la ciudadanía. En el colmo señaló, además, que en una democracia prácticamente todo cuesta (no shit), y ya hecho bolas en su frívola defensa discursiva de su contacto con la ciudadanía (que ni lo eligió) argumentó que en Estados Unidos los legisladores pueden enviar hasta 400 millones de cartas al año sin que sea considerado un abuso.
Poor thing. Quizá Jorgito no entiende que México no es Estados Unidos y ya encarrerados, en una de esas confunde a Monterrey con... con... ¿McAllen...?
El acto fue un abuso y debe haber consecuencias, más aún cuando Santiago Creel aseguró que el Senado no autorizó el envío, pero es evidente que en el Congreso no hay más ley que la de los legisladores. Violan la Constitución y se argumenta que fue un error. La impunidad parece ser carta de presentación en conductas que ofenden a la ciudadanía que espera más de los partidos políticos y su respectiva fauna.
Por lo pronto, my friend, Nuevo León ya conoce más a fondo a su senador cuya ética es, digamos, bastante elástica...
• Se venden antifaces...
• Medidas de seguridad
La medicina, mi estimado, sólo puede aliviar las enfermedades curables. Felipe Calderón sigue desplegándose con un aparatoso e inédito sistema de seguridad que devela una serie de simpáticos sentimientos que parecen ser fieles compañeros en su ilegítima aventura sexenal. Estados Unidos no ha sido la excepción, aunque la cereza sigue siendo lo visto en la toma de protesta del presidente de Guatemala, Álvaro Colom, donde a Calderón lo acompañó un avión Hércules que transportaba detectores de metales, perros adiestrados para hallar explosivos, máquinas de rayos X, un jeep, varios soldados fuertemente armados, una ambulancia (no vaya a ser que las guatemaltecas no estuvieran equipadas), y varias camionetas de tipo Suburban blindadas, además de varias unidades especializadas en explosivos.
El grotesco despliegue, my friend, causó molestia y sorpresa entre los mandatarios a la divertida ceremonia, y más de una mueca diplomática en una cena ofrecida esa misma noche donde las críticas estuvieron presentes alrededor de la importancia de México como vecino en la agenda bilateral y la innecesaria soberbia desplegada en un acto donde Felipe podría haber hecho gala de la diplomacia y la discreción sin mermar sus medidas de seguridad.
La fantástica pregunta es: ¿cuánto nos costó a los mexicanos el atroz show pirotécnico desplegado por el inquilino de Los Pinos en Guatemala...? Porque parece que nuestra clase política hace tiempo está perdiendo el suelo con vertiginosa velocidad si se trata de dilapidar recursos públicos para sus ocurrencias, aventuras, episodios y/o travesuras personales.
Botones han sobrado en las mercerías foxista y, hoy, calderonista.
Por eso no llamó la atención la seductora granada deschavetada lanzada por Emilio Azcárraga hace unos días, cuando aseveró que políticos y presidentes han robado mucho dinero. El dueño de Televisa no pintó ninguna raya para diferenciar el antifaz de los rateros implicando tácitamente al presente régimen con su bola de chicos superpoderosos del Gymboree... y de paso a más de un pasado de transa entre las diversas lacritas legislativas.
El reciente ejemplo del cinismo del senador Jorge Mendoza es verdaderamente de risa histérica.
No sólo porque Jorge, espejo fiel del tipo de grillita desplegada por Emilio Gamboa y esos tristemente célebres priistas cuyas diabluras pudren el Edén, es uno de los operadores estrella de Ricardo Salinas Pliego, sino porque a Mendoza, senador plurinominal, no le causó ningún problema abusar de un servicio, como el Postal Mexicano, para enviar, en sólo siete días, un millón 290 mil cartas a sus paisanos para informarles brevemente de su trabajo parlamentario (¿¿??) que hasta hoy el divertido respetable desconoce.
Lo que es de sobra conocido es el sueño guajiro, perdón, la intención política de Jorge para aparecer en la lista de los posibles suspirantes tricolores a gobernar Nuevo Léon (gulp), y como las lacras legislativas tienen cheque en blanco para evitar el pago de un timbre postal, al senador le pareció una espléndida idea gastar cerca de ¡15 millones de pesos! del dinero de nuestros impuestos, my friend, para sus fines políticos personales.
El oso se vuelve digno de the looney bin cuando Mendoza aclara que no cometió ningún abuso y, pensando que los mexicanos somos unos perfectos imbéciles, argumenta que la política es así y que la balconeada realmente lo lastima y defiende la inédita prerrogativa argumentando la necesidad de conservar un medio de comunicación con la ciudadanía. En el colmo señaló, además, que en una democracia prácticamente todo cuesta (no shit), y ya hecho bolas en su frívola defensa discursiva de su contacto con la ciudadanía (que ni lo eligió) argumentó que en Estados Unidos los legisladores pueden enviar hasta 400 millones de cartas al año sin que sea considerado un abuso.
Poor thing. Quizá Jorgito no entiende que México no es Estados Unidos y ya encarrerados, en una de esas confunde a Monterrey con... con... ¿McAllen...?
El acto fue un abuso y debe haber consecuencias, más aún cuando Santiago Creel aseguró que el Senado no autorizó el envío, pero es evidente que en el Congreso no hay más ley que la de los legisladores. Violan la Constitución y se argumenta que fue un error. La impunidad parece ser carta de presentación en conductas que ofenden a la ciudadanía que espera más de los partidos políticos y su respectiva fauna.
Por lo pronto, my friend, Nuevo León ya conoce más a fondo a su senador cuya ética es, digamos, bastante elástica...