Maciel y sus cómplices
Acusaciones desde su juventud
En su cama, a la que según sus acusadores llevó a incontables niños y jovencitos, murió Marcial Maciel, el fundador en 1941 de la Congregación de los Legionarios de Cristo, la orden católica más exitosa del siglo XX, y en 1959 del movimiento laico Regnum Christi, que se constituyó en una generosa fuente de ingresos para el Vaticano.
Maciel falleció después de que un grupo de adultos cincuentones, egresados todos de las escuelas de los legionarios, denunciara los abusos a que fueron sometidos por el creador y líder de la controvertida orden, quien de acuerdo con esa versión siempre contó con la ayuda cómplice de legos y religiosos que siguieron y probablemente siguen incrustados en la jerarquía de la orden o, peor aún, en los seminarios y las escuelas, lo que les permite seguir en contacto con menores de edad sobre los cuales tienen una incontrastable autoridad espiritual.
Por comportamiento sexual impropio, el sacerdote nacido en Cotija enfrentó acusaciones desde su juventud, las que invariablemente se perdieron en la tupida red de protección que supo tejerse. Ligado a los hombres del poder y del dinero, Maciel fue un exitoso recolector de donativos que le permitieron levantar más de 200 centros de enseñanza entre los cuales destaca 17 universidades y 40 instituciones de educación superior.
Las fortunas que pasaron por sus manos llegaban con frecuencia al Vaticano, al que no le han faltado problemas y escándalos financieros desde los años sesenta. Es de suponerse que, en medio de sus relativas penurias, el papado recibiera los generosos donativos de Maciel como oxígeno puro, lo que a su vez explicaría la protección cómplice de Juan Pablo II hacia el acusado de pederastia.
Menos explicable es que los últimos gobiernos priistas y los dos panistas se negaran a investigar al presunto delincuente. En contraste, muy altos funcionarios de esos gobiernos enviaban y muy probablemente envían a sus hijos a esas escuelas en las que, dice el chiste, sólo se practican exámenes orales y para colmo se enseñan “puras mamadas”.
Lo cierto es que familias pudientes envían a sus hijos a esos centros educativos y se identifican con la ideología que ahí se transmite. Los padres y madres de familia se niegan a escuchar los llamados de alerta y prefieren arriesgar la salud sexual y mental de sus hijos al ponerlos, literalmente hablando, en las sospechosas manos de sus mentores.
Casos como el de Maciel quizá explican la caída mundial en el número de sacerdotes y monjas. Los apóstoles siguen traicionando a su Señor.
En su cama, a la que según sus acusadores llevó a incontables niños y jovencitos, murió Marcial Maciel, el fundador en 1941 de la Congregación de los Legionarios de Cristo, la orden católica más exitosa del siglo XX, y en 1959 del movimiento laico Regnum Christi, que se constituyó en una generosa fuente de ingresos para el Vaticano.
Maciel falleció después de que un grupo de adultos cincuentones, egresados todos de las escuelas de los legionarios, denunciara los abusos a que fueron sometidos por el creador y líder de la controvertida orden, quien de acuerdo con esa versión siempre contó con la ayuda cómplice de legos y religiosos que siguieron y probablemente siguen incrustados en la jerarquía de la orden o, peor aún, en los seminarios y las escuelas, lo que les permite seguir en contacto con menores de edad sobre los cuales tienen una incontrastable autoridad espiritual.
Por comportamiento sexual impropio, el sacerdote nacido en Cotija enfrentó acusaciones desde su juventud, las que invariablemente se perdieron en la tupida red de protección que supo tejerse. Ligado a los hombres del poder y del dinero, Maciel fue un exitoso recolector de donativos que le permitieron levantar más de 200 centros de enseñanza entre los cuales destaca 17 universidades y 40 instituciones de educación superior.
Las fortunas que pasaron por sus manos llegaban con frecuencia al Vaticano, al que no le han faltado problemas y escándalos financieros desde los años sesenta. Es de suponerse que, en medio de sus relativas penurias, el papado recibiera los generosos donativos de Maciel como oxígeno puro, lo que a su vez explicaría la protección cómplice de Juan Pablo II hacia el acusado de pederastia.
Menos explicable es que los últimos gobiernos priistas y los dos panistas se negaran a investigar al presunto delincuente. En contraste, muy altos funcionarios de esos gobiernos enviaban y muy probablemente envían a sus hijos a esas escuelas en las que, dice el chiste, sólo se practican exámenes orales y para colmo se enseñan “puras mamadas”.
Lo cierto es que familias pudientes envían a sus hijos a esos centros educativos y se identifican con la ideología que ahí se transmite. Los padres y madres de familia se niegan a escuchar los llamados de alerta y prefieren arriesgar la salud sexual y mental de sus hijos al ponerlos, literalmente hablando, en las sospechosas manos de sus mentores.
Casos como el de Maciel quizá explican la caída mundial en el número de sacerdotes y monjas. Los apóstoles siguen traicionando a su Señor.