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miércoles, 13 de febrero de 2008

Política religiosa calderonista

La Jornada

Carece de las barrabasadas mochas de Fox, pero comparte con él una política religiosa favorable a la Iglesia católica. Es cierto que Felipe Calderón se ha guardado en su comportamiento público de incurrir en las manifestaciones de religiosidad que caracterizaron a Vicente Fox, pero esto no debiera ser tomado como una sensibilidad particular hacia la creciente diversificación religiosa que se vive en México.

En las políticas públicas lo que cuenta son las acciones, las cuales deben ser tomadas como el verdadero termómetro para medirlas y hacer a un lado los discursos burocráticos. En este sentido tiene prioridad en tal ejercicio evaluatorio analizar los nombramientos realizados por Calderón Hinojosa en la oficina encargada de llevar los asuntos con las asociaciones religiosas, en este caso la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos. El primer subsecretario del ramo bajo el calderonismo fue Florencio Salazar Adame, quien fungió con Fox como secretario de la Reforma Agraria. Tal vez fue designado por Calderón dada su experiencia en conversiones, sí en conversiones pero políticas, entre ellas la suya: pasó del PRI (en el que militó de 1964 a 2000) al PAN y llevó a este partido su experiencia en acarreo de supuestos partidarios y la confección de centrales corporativistas, como la Unión Nacional Integradora de Organizaciones Solidarias y Economía Social (Unimos).

En el año que estuvo al frente de la subsecretaría mencionada, Salazar Adame dejó hacer lo que les vino en gana a los jerarcas católicos. En 2007, por ejemplo, el cardenal Norberto Rivera Carrera, su vocero, Hugo Valdemar, y otros connotados altos funcionarios eclesiales, encabezaron distintas acciones meramente políticas parapetados en su estado clerical. El subsecretario dejó hacer, dejó pasar, y nunca se atrevió a sancionar conforme a las leyes los excesos de Norberto y compañía.

En su pasividad Salazar Adame siguió al pie de la letra las instrucciones del secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, quien como gobernador de Jalisco dio muestras más que evidentes de su proclividad a las ideas y acciones del arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez. Pero Ramírez Acuña, como titular de Gobernación, puso en práctica lo delineado por Felipe Calderón. La orden fue mantener una relación cordial con la cúpula católica, y por relación cordial hay que entender no molestar a los clérigos ni contradecirlos en sus constantes ataques al Estado laico.

Ya con el nuevo secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño Terrazo, los signos de favoritismo hacia la confesión religiosa, que según el Censo de 2000 es la mayoritaria en México, han sido pocos pero bien claros. La cortedad de actos favorables se debe a que Mouriño lleva menos de un mes en su flamante puesto. Para empezar tuvo la desafortunada iniciativa de hacer llegar un comunicado a los Legionarios de Cristo en el que la dependencia a su cargo externó su pésame por la muerte del fundador de la orden religiosa, Marcial Maciel Degollado. Mouriño Terrazo careció de sensibilidad ante las acusaciones de abuso sexual bien documentadas existentes contra Maciel. No supo guardar silencio, y con ello dio una señal que perturba. Sobre todo cuando ni en Roma la sede papal manifestó alguna postura en torno al deceso del legionario mayor.

Apenas ayer Camilo Mouriño se reunió con el nuncio apostólico para México, monseñor Christophe Pierre, y con el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Carlos Aguiar Retes. Según el boletín de prensa de Gobernación, el secretario habría externado a los clérigos que “México vive su laicidad en un ambiente de libertad de creencias y culto público, en el que el gobierno federal garantiza y respeta la libertad de credo de todos los mexicanos”. Aguiar Retes extendió una invitación para que el secretario de Gobernación asista a la apertura de los trabajos de la CEM el 1º de abril. Lo más seguro es que allí estará. Acompañaron a Mouriño la nueva subsecretaria de Población, Migración y Asuntos Religiosos, Ana Teresa Aranda Orozco, y el director general de Asociaciones Religiosas, Salvador Beltrán del Río.

Ana Teresa Aranda fue presidenta fundadora de la Asociación Nacional Cívica Femenina (Ancifem), organización ultraconservadora; ésta se pinta de cuerpo entero en uno de sus documentos: “Toda la ideología de la Ancifem está basada en la doctrina católica y las enseñanzas de los pontífices han sido nuestra guía segura en la acción”. En el foxiato Aranda Orozco tuvo como mejor componente en su currículum ser muy amiga de Marta Sahagún. Esa cercanía permitió que Ana Teresa fuera directora nacional del DIF y titular de la Secretaría de Desarrollo Social. Además compartía con Vicente Fox el hacer declaraciones que daban pena ajena. Una de esas joyas declarativas fue presentada así por la reportera Alma E. Muñoz: “dijo conocer tan profundamente la pobreza que tuvieron que ponerle polvo en el cabello para quitarle ‘los piojitos’ que en la infancia le pegaron los hijos de los labriegos en el rancho de su padre” (La Jornada, 1/II/2006, invito a los lectores a que consulten la entrevista y eviten las carcajadas).

Finalmente, el director general de Asociaciones Religiosas, Salvador Beltrán del Río, quien llegó a ese lugar con Florencio Salazar y fue ratificado con Mouriño y Teresa Aranda, anteriormente tuvo variados empleos tanto en el PAN como en gobiernos identificados con ese partido. Pero ninguno de sus puestos pasados se relacionaba con cuestiones religiosas. ¿Con funcionarios como todos los citados se puede hablar de una política religiosa incluyente y conocedora de la diversidad confesional existente en el país?