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miércoles, 13 de febrero de 2008

La tentación de los Legionarios de Cristo

Canonizar a Maciel

Con la muerte de Marcial Maciel —en Houston, donde mueren los mexicanos ricos— no termina el escándalo de su vida. Quizá ahora comience lo peor si es que, en vez de enterrarlo humildemente en el olvido, se intente darle esa especie de resurrección que es la canonización. Esto provocaría un escándalo permanente entre todos los que creemos que fue culpable, como lo señalan infinitas pruebas testimoniales, aun cuando sus seguidores lo juzguen como víctima de una calumnia y, por lo tanto inocente y, por lo tanto, canonizable.

Para la mentalidad racionalista que tantos quisiéramos, tener eso de la canonización resulta bien curioso. Un grupo de hombres —me imagino que no hay mujeres en tales grupos— inicia una investigación sobre alguien que quizá no conoció para determinar que está en el cielo; lugar que tampoco ninguno del grupo conoce.

Claro que hay requisitos; y creo que han eliminado de los procedimientos al utilísimo “abogado del diablo” que venía a equilibrar un poco las cosas y a enfriar entusiasmos canonizadores; pero entre los requisitos siguen los milagros, esos eventos tan incomprensibles también para las mentes racionalistas. En suma, se trata de un asunto de fe que, muy a la manera de la Iglesia, quiere dar una apariencia de proceso racional.

La historia de las canonizaciones sería un capítulo sabroso en la historia de la Iglesia; sobre todo en aquellos años en que el pueblo prácticamente proclamaba al santo con su entusiasmo y fe acrítica aunque después se hayan impuesto normas, como dije, “racionales”.

Así muchas canonizaciones se eternizaban en los procedimientos. Para no ir más lejos, Juana de Arco tuvo que esperar por siglos convertirse en Santa Juana.

Pero últimamente hay una resurrección de las prisas canonizantes en el acortamiento y facilitación de los procedimientos en lo que innoblemente, pochamente, se llama el fast track como el que llevó a los altares al Marqués de Peralta, Josemaría Escribá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Ese Opus Dei que es la competencia directa de los Legionarios de Cristo, de Marcial Maciel.

Y por más absurdo que nos parezca, ciertos espíritus legionarios deben estar siendo tentados con el lanzamiento de su fundador a los altares; y es que habría diversas razones para hacerlo, siendo la más obvia el hecho de que tener un santo como fundador es definitivamente un plus como ahora se dice en la competencia entre las órdenes religiosas.

Y aunque esos fundadores no tengan la profundidad o el charm de San Ignacio o San Francisco, el título cuenta; y cuenta, en este caso, en pesos y centavos.

La otra razón en el caso Maciel, al que volveremos, está en el hecho de que una canonización sería la mejor absolución y declaración oficial de la inocencia del polémico hombre de Cotija. El asunto es tentador.