Razón a los "Intelectuales"
Indice Político
DEBO CONFESARLO. COMO muchos mexicanos, soy alérgico a las posiciones y actitudes de esos grupos de personajes que, me imagino, se reúnen de vez en cuando a planear qué desplegado van a firmar.
Los llaman intelectuales. No creo que lo sean. Porque, como decía la recién fallecida escritora francesa Françoise sagan, los intelectuales no son aquellos que escriben libros, sino quienes se dedican a criticar a quienes sí los escriben. De ahí mi alergia, quizá.
Pero como toda regla tiene excepciones, he aplaudido a los también llamados "abajofirmantes", cuando se han comprometido con causas que benefician al conjunto social. Recuerdo, por ejemplo, cuando hace tres años, los llamados intelectuales publicaron un desplegado en apoyo de los cooperativistas de la embotelladora de refrescos Pascual, cuando estos litigaban en la Suprema Corte la posesión de un terreno en el norte de la capital nacional.
Y ahora, apenas, que he leído una frase de Federico Reyes Heroles, que ha llamado poderosamente mi atención. La frase es esta:
"¿Puede el artículo sexto de la Constitución, el que garantiza el derecho a la libertad de expresión, que explícitamente no acepta ningún tipo de "inquisición judicial o administrativa" ser intermitente?
Personalmente creo que no. Creo que las garantías individuales y sociales conquistadas hasta con sangre no pueden funcionar a veces sí y otras no, a voluntad o capricho no nada más de quienes acaparan el poder económico, sino también el poder político.
No en el caso de la libertad de expresión, como en ningún otro derecho consagrado en la Carta magna. ¿O sería válido, pregunto yo ahora, que el derecho a la vida sólo fuese vigente en la temporada otoño-invierno? ¿O el del trabajo, nada más en marzo?
La frase de Reyes Heroles fue escrita en uno de sus artículos en defensa a su posición de ampararse, junto con varios intelectuales más, en contra de las modificaciones que la llamada reforma electoral recién ha incorporado al texto de la Constitución: que la difusión en medios de comunicación de ideas políticas durante los periodos electorales está vetada a los ciudadanos comunes y también a personas morales.
Entiendo que este parche a la Constitución ha nacido de la polarización social que nos afecta. La de pobres contra ricos. La de poderosos contra indefensos. También que surgió a raíz de las campañas sucias que pasmados vimos durante 2006, a todo color y de costa a costa. Pero el antídoto contra esas guerras de lodo no es el de coartar intermitentemente la libertad de expresión.
Y es que en años electorales, cada tres en lo federal, repetidas veces en las entidades con calendarios comiciales dispares, la libertad de expresión será limitada, sólo porque los señores políticos, que monopolizan la política, no quieren competencia ciudadana.
En una primera instancia, esta demanda de amparo, ha sido desechada por el Poder Judicial. Pero la causa continúa. Serán los tribunales, primero, y la Corte, después, las que fallen a favor o en contra de lo que sin duda es una merma a las libertades de las que presumimos, a veces nada más eso, nada más presumimos, los mexicanos.
DEBO CONFESARLO. COMO muchos mexicanos, soy alérgico a las posiciones y actitudes de esos grupos de personajes que, me imagino, se reúnen de vez en cuando a planear qué desplegado van a firmar.
Los llaman intelectuales. No creo que lo sean. Porque, como decía la recién fallecida escritora francesa Françoise sagan, los intelectuales no son aquellos que escriben libros, sino quienes se dedican a criticar a quienes sí los escriben. De ahí mi alergia, quizá.
Pero como toda regla tiene excepciones, he aplaudido a los también llamados "abajofirmantes", cuando se han comprometido con causas que benefician al conjunto social. Recuerdo, por ejemplo, cuando hace tres años, los llamados intelectuales publicaron un desplegado en apoyo de los cooperativistas de la embotelladora de refrescos Pascual, cuando estos litigaban en la Suprema Corte la posesión de un terreno en el norte de la capital nacional.
Y ahora, apenas, que he leído una frase de Federico Reyes Heroles, que ha llamado poderosamente mi atención. La frase es esta:
"¿Puede el artículo sexto de la Constitución, el que garantiza el derecho a la libertad de expresión, que explícitamente no acepta ningún tipo de "inquisición judicial o administrativa" ser intermitente?
Personalmente creo que no. Creo que las garantías individuales y sociales conquistadas hasta con sangre no pueden funcionar a veces sí y otras no, a voluntad o capricho no nada más de quienes acaparan el poder económico, sino también el poder político.
No en el caso de la libertad de expresión, como en ningún otro derecho consagrado en la Carta magna. ¿O sería válido, pregunto yo ahora, que el derecho a la vida sólo fuese vigente en la temporada otoño-invierno? ¿O el del trabajo, nada más en marzo?
La frase de Reyes Heroles fue escrita en uno de sus artículos en defensa a su posición de ampararse, junto con varios intelectuales más, en contra de las modificaciones que la llamada reforma electoral recién ha incorporado al texto de la Constitución: que la difusión en medios de comunicación de ideas políticas durante los periodos electorales está vetada a los ciudadanos comunes y también a personas morales.
Entiendo que este parche a la Constitución ha nacido de la polarización social que nos afecta. La de pobres contra ricos. La de poderosos contra indefensos. También que surgió a raíz de las campañas sucias que pasmados vimos durante 2006, a todo color y de costa a costa. Pero el antídoto contra esas guerras de lodo no es el de coartar intermitentemente la libertad de expresión.
Y es que en años electorales, cada tres en lo federal, repetidas veces en las entidades con calendarios comiciales dispares, la libertad de expresión será limitada, sólo porque los señores políticos, que monopolizan la política, no quieren competencia ciudadana.
En una primera instancia, esta demanda de amparo, ha sido desechada por el Poder Judicial. Pero la causa continúa. Serán los tribunales, primero, y la Corte, después, las que fallen a favor o en contra de lo que sin duda es una merma a las libertades de las que presumimos, a veces nada más eso, nada más presumimos, los mexicanos.