Estado de censura
Revista Proceso
México, D.F., 15 de enero (apro).- “El objetivo del poder es el poder mismo. El poder es narcisista por naturaleza, se esfuerza constantemente por perpetuarse por medio de la clonación y se acerca cada vez más a un estado de completa homogeneidad por el procedimiento de expulsar todo lo que le parece extraño o desviado”, escribió George Orwell, el novelista británico autor de 1984 y Rebelión en la granja, al describir de esa manera la lógica de la censura detrás de la ideología autoritaria.
La expulsión de lo extraño, lo desviado, lo que no se controla plenamente o lo que disiente del consenso del poder (entiéndase poder económico, político, religioso o mediático), es justamente lo que explica el silenciamiento del noticiero de Carmen Aristegui.
Tan contundente ha sido esa estrategia de censura que los poderes mismos pretenden minimizar la cancelación del espacio de Hoy por Hoy. En los medios dedicados a reproducir el narcisismo del poder (especialmente en la televisión) el caso simplemente no existió.
En la radio no pocos comentaristas han señalado que existe “ambigüedad” por parte de Aristegui y que, para ellos, no se trata de un caso de censura. Algo similar se lee en algunos espacios de análisis editorial.
En contra de esta idea de silenciamiento en los medios masivos, una mayoría contundente de la opinión pública --expresada en foros de análisis en el ciberespacio, en cartas a los medios impresos, en desplegados y en miles de correos electrónicos-- tiene un claro sentimiento de agravio y molestia por la censura a Carmen Aristegui.
La censura de Televisa Radio –operada por funcionarios contratados por PRISA, el socio español-- se explica en las propias palabras de la empresa: a partir de la “incompatibilidad”, la dirección de W Radio ha señalado que Aristegui se tuvo que ir por diferencias en el “modelo editorial”.
¿Cuál es ese “modelo editorial” con el cual no compaginaba Aristegui? ¿Confunden deliberadamente acciones administrativas –modificaciones en “la parrilla”-- para encubrir la cancelación de otro modelo editorial que sí existió, que fue exitoso en términos periodísticos y de audiencia?
El periodista Daniel Moreno, el único vocero de W Radio que ha hecho declaraciones para argumentar más sobre el caso de Aristegui, no ha sido claro. Pretende señalar que las modificaciones contractuales fueron la causa de la salida de la periodista, tal como lo señaló en su entrevista del sábado 12 de enero de Milenio Diario.
Moreno, incluso, lanzó un reto: que Aristegui aceptara mostrar los “términos del contrato”. Sin embargo, nunca explicó de qué se trata el “modelo editorial” con el cual era incompatible el noticiario matutino de Hoy por Hoy.
El estado de censura que avala el consorcio PRISA no sólo es una alteración al ethos de la propia empresa sino una clara violación a la ética periodística más elemental. El caso Aristegui nos indica claramente que los valores y las reglas periodísticas desaparecen para subordinarse a las reglas de los intereses comerciales, políticos y corporativos.
Como en el mito de Narciso, el propio poder puede caer ahogado frente a una falsa imagen uniformada que ahora pretende establecerse en los medios electrónicos.
El escritor sudafricano J. M. Coetzee, en su alegato Contra la censura, también nos advierte:
“Como la tiranía se basa en la mentira, simplemente forma parte de su naturaleza odiar la verdad… Como odia la verdad del artista –o del periodista--, el Estado tiránico trata de hacerla desaparecer. Sin embargo, de un modo u otro la verdad se acaba sabiendo”.
México, D.F., 15 de enero (apro).- “El objetivo del poder es el poder mismo. El poder es narcisista por naturaleza, se esfuerza constantemente por perpetuarse por medio de la clonación y se acerca cada vez más a un estado de completa homogeneidad por el procedimiento de expulsar todo lo que le parece extraño o desviado”, escribió George Orwell, el novelista británico autor de 1984 y Rebelión en la granja, al describir de esa manera la lógica de la censura detrás de la ideología autoritaria.
La expulsión de lo extraño, lo desviado, lo que no se controla plenamente o lo que disiente del consenso del poder (entiéndase poder económico, político, religioso o mediático), es justamente lo que explica el silenciamiento del noticiero de Carmen Aristegui.
Tan contundente ha sido esa estrategia de censura que los poderes mismos pretenden minimizar la cancelación del espacio de Hoy por Hoy. En los medios dedicados a reproducir el narcisismo del poder (especialmente en la televisión) el caso simplemente no existió.
En la radio no pocos comentaristas han señalado que existe “ambigüedad” por parte de Aristegui y que, para ellos, no se trata de un caso de censura. Algo similar se lee en algunos espacios de análisis editorial.
En contra de esta idea de silenciamiento en los medios masivos, una mayoría contundente de la opinión pública --expresada en foros de análisis en el ciberespacio, en cartas a los medios impresos, en desplegados y en miles de correos electrónicos-- tiene un claro sentimiento de agravio y molestia por la censura a Carmen Aristegui.
La censura de Televisa Radio –operada por funcionarios contratados por PRISA, el socio español-- se explica en las propias palabras de la empresa: a partir de la “incompatibilidad”, la dirección de W Radio ha señalado que Aristegui se tuvo que ir por diferencias en el “modelo editorial”.
¿Cuál es ese “modelo editorial” con el cual no compaginaba Aristegui? ¿Confunden deliberadamente acciones administrativas –modificaciones en “la parrilla”-- para encubrir la cancelación de otro modelo editorial que sí existió, que fue exitoso en términos periodísticos y de audiencia?
El periodista Daniel Moreno, el único vocero de W Radio que ha hecho declaraciones para argumentar más sobre el caso de Aristegui, no ha sido claro. Pretende señalar que las modificaciones contractuales fueron la causa de la salida de la periodista, tal como lo señaló en su entrevista del sábado 12 de enero de Milenio Diario.
Moreno, incluso, lanzó un reto: que Aristegui aceptara mostrar los “términos del contrato”. Sin embargo, nunca explicó de qué se trata el “modelo editorial” con el cual era incompatible el noticiario matutino de Hoy por Hoy.
El estado de censura que avala el consorcio PRISA no sólo es una alteración al ethos de la propia empresa sino una clara violación a la ética periodística más elemental. El caso Aristegui nos indica claramente que los valores y las reglas periodísticas desaparecen para subordinarse a las reglas de los intereses comerciales, políticos y corporativos.
Como en el mito de Narciso, el propio poder puede caer ahogado frente a una falsa imagen uniformada que ahora pretende establecerse en los medios electrónicos.
El escritor sudafricano J. M. Coetzee, en su alegato Contra la censura, también nos advierte:
“Como la tiranía se basa en la mentira, simplemente forma parte de su naturaleza odiar la verdad… Como odia la verdad del artista –o del periodista--, el Estado tiránico trata de hacerla desaparecer. Sin embargo, de un modo u otro la verdad se acaba sabiendo”.