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martes, 15 de enero de 2008

La libertad de expresión, ¿para qué?

Cambio de Michoacan

Si los hombres han creado la libertad de expresión y de opinión, es porque las instituciones constituidas se convierten, al paso del tiempo, en enemigas de los creadores y, a veces, aquellas son utilizadas para reprimir y someter

Inicio este escrito con una pregunta incómoda, ¿los mexicanos somos libres? Suponiendo que somos libres, entonces podemos decidir, con voluntad, con razón y con ac-
ción, por la creación de direcciones y opciones, sobre nuestro propio destino histórico, en lo individual y lo colectivo. Pero si no somos libres, entonces somos producto de determinismos que nos convierten en marionetas de los hilos de Dios, el destino o de la naturaleza. Por lo anterior, es muy importante saber si somos libres o no. Por eso es relevante que la libertad de expresión se constituya en un fundamento de la condición humana y no en un simple medio.
En lo formal, en la Constitución, nuestra ley fundamental dice, en el artículo sexto lo siguiente: «La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado». Lo anterior significa que el Estado garantiza la libertad de expresión y la de información, por eso las personas pueden expresar sus ideas con libertad, sin perjuicio hacia la sociedad. Asimismo, en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos se dice: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión».
Debemos resaltar que en el artículo sexto, la libertad de expresión aparece con cuatro límites, ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público. De esa manera la libertad de expresión no es absoluta. Lo anterior implica que todos nuestros actos y decisiones están determinados por correlaciones que rebasan nuestra individualidad y que nos conectan con grupos e instituciones. En ese sentido la libertad de expresión, como derecho humano, está en determinadas relaciones de dominación, de explotación, y adquiere una dimensión mayor para los ciudadanos, dado que podrán disentir de esas relaciones, que excluyen a las personas de lo justo, en la distribución de los ingresos y en la satisfacción de otras necesidades. Pero esa libertad de expresión también es reclamada por el orden capitalista, los poderes fácticos, para defender la dominación, la explotación y producir ideas, para engañar, mentir, esconder y, sobre todo, para mantener las relaciones citadas.
La libertad es, entonces, el fundamento humano que nos permitirá la elección de
cualquier valor. De ahí la importancia de resolver las necesidades de la gente, desde el alimento hasta la seguridad de vida. Por eso, la libertad de expresión no es un hecho neutral, sino que implica una elección de valores y sentidos. Por ejemplo, los poderes fácticos de la televisión comercial desean una libertad de expresión y de opinión, para someter a las personas a los designios de las leyes del mercado neoliberal. Habrá otros ciudadanos que ejerzan ese derecho, para proponer valores de justicia, de dignidad, de igualdad, la defensa de lo público, en contra de las privatizaciones y desregulaciones del patrimonio histórico del pueblo, ya que en éste reside realmente la soberanía.

De lo anterior surge una pregunta, ¿quién garantiza y limita la libertad de expresión? Desde el punto de vista ideal y formal debe ser el Estado mexicano. Pero desafortunadamente, el presente realmente existente, nos muestra que ese Estado ha sido cooptado, orientado y usurpado, por las mafias del dinero, las corporaciones extranjeras, culturales, económicas, los poderes fácticos, y todos en conjunto defienden el interés privado. De ahí, la censura y la exclusión de ciudadanos, periodistas, artistas, científicos, etcétera. Lo anterior es practicado por el sistema social-conformista neoliberal, representado por la derecha panista y priísta. Como dice Luís Villoro: «Las libertades básicas de que habla el liberalismo existen en el orden jurídico, incluso tal vez en el consenso moral de un sector de la sociedad, pero otro sector está excluido de su realización».

La relación de dominación y de explotación es muy productiva, ya que mantiene a millones de mexicanos en la extrema pobreza, en la desigualdad social brutal; diríamos no en la libertad, sino en la esclavitud, la exclusión y la servidumbre.

Además, el Estado, como garante de la libertad de expresión desde 1982, se simplifica, se achica, se aleja de su responsabilidad social, y su lugar es ocupado, hoy día, por las mafias, los amos del capital, a quienes la libertad de expresión y otros derechos humanos, en sus realizaciones, les molestan, los alteran, en su afán desmedido y obsesivo, para acumular riqueza, éxito y poder.

Si los hombres han creado la libertad de expresión y de opinión, es porque las instituciones constituidas se convierten, al paso del tiempo, en enemigas de los creadores y, a veces, aquellas son utilizadas, como hoy lo hace la derecha panista en el poder, para reprimir y someter a los hombres y mujeres. Si no defendemos este derecho y otros, esta sociedad se encaminará a la homogeneización de las conciencias, vía las creencias religiosas, el imaginario neoliberal y las ideas conservadoras de la derecha panista, ya que a ésta le interesa, no el cambio, no el sentido público, sino la defensa del orden establecido en su dimensión privatizadora (petróleo y electricidad), las últimas joyas del patrimonio del pueblo mexicano.

Necesitamos la libertad de expresión para decir, en lo escrito o lo hablado, en la acción, en la belleza, en la ciencia o cualquier otra manifestación de las ideas, con la finalidad de transformar lo que está dado, es decir, este orden de dominación y de explotación que día con día destruye la vida humana y la propia naturaleza. Sin libertad de expresión el mundo se cierra, se agota en detrimento de millones de seres humanos, los cuales vivirán en el silencio, la exclusión y, mientras otros gozan, aceleradamente, de la riqueza.

En nombre de la seguridad y del terrorismo, la derecha panista enmascara el mayor ataque policiaco y militar, en contra de la libertad de expresión, de la disidencia, de la disrupción y de la inconformidad social. Por eso, el caso de exclusión de Carmen Aristegui de los medios de comunicación es un ataque al derecho comentado y, sobre todo, a la misma democracia incipiente, hecho que dificulta más su instauración en el país.

Sin libertad, los pueblos no construyen nuevas opciones de futuro, de vida, donde la justicia, la dignidad, la igualdad y la verdad se conviertan en modos de ser de la gente, y no sean máscaras, sentidos vacíos, como hoy lo son en el neoliberalismo. Hay que conquistar de nuevo esos valores, ensuciados por el poder.

Los poderes fácticos, vía los medios de comunicación, utilizan un lenguaje que le asigna atributos al sistema, con la finalidad de no romper o enemistarse con aquel. Sin embargo, la libertad de expresión que proponemos se apropia de la necesidad de ser sujeto, este ángulo permite colocarnos ante las circunstancias, situaciones y condiciones, sin anclarse en los atributos cristalizados del sistema, a fin de que el sujeto transforme esos espacios.

Sin libertad de expresión, en todos sus sentidos, literario, poético, científico, artístico, el pensamiento, no podríamos nombrar lo establecido de otro modo, con el objeto de trascenderlo e incomodarlo, para crear nuevas realidades, y distintas, a lo constituido, mismo que hoy está agotado. La novedad está a la izquierda y también el corazón.

Libertad de expresión, para potenciar nuestra capacidad de significar, en contra de los significados que configuran el imaginario del orden neoliberal. Otro mundo es posible
.