El cardenal que no necesita enemigos
Rivera Carrera
En voz del arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera Carrera, son lamentables los calificativos de “verdaderas prostitutas, verdaderos prostitutos de la comunicación que deshacen la fama de los demás”. Debe sentirse profundamente agraviado para hablar de periodistas en términos de tan bajo nivel.
Jamás un prelado de esa jerarquía hizo manifestaciones públicas excesivamente groseras y parecidas a las del también cardenal y obispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, quien continúa enfurecido porque no se otorga calidad de mártir al purpurado Juan Jesús Posadas Ocampo, muerto por narcotraficantes, a tiros, en el aeropuerto de la Perla Tapatía.
Rivera ha sido blanco de agudos ataques y se le caricaturiza como a nadie de la Iglesia católica, pero él ha dado lugar a los agravios por sus intervenciones sesgadas en política, como lo hizo en el sexenio pasado, a veces a favor de López Obrador y de manera permanente para servir a la pareja presidencial de Vicente Fox y Martha Sahagún.
En el pasado período sexenal fue evidente la intervención de Rivera ante el Vaticano, a fin de anular el matrimonio religioso de Fox. En ese período fue responsabilizado de vender los “derechos comerciales” de la Virgen de Guadalupe en 12 millones de dólares a una empresa estadounidense.
Al final de sus homilías dominicales, el controvertido sacerdote acostumbró responder a preguntas de periodistas, algunas elaboradas de antemano con sentido político, pero hace ocho días las suspendió, tal vez para no meterse en más problemas o se las prohibió el Vaticano.
Por sus ataques al PRD encendió los ánimos y algunos individuos entraron a la Catedral metropolitana a gritar improperios al cardenal. Hasta le manotearon su automóvil en una ocasión y fue necesaria la presencia de policías en las misas. Esto no habría ocurrido si el prelado respetara al menos su investidura.
La incongruencia del pastor de almas se evidenció durante la misa que con motivo de Navidad ofreció la noche del lunes 17 de diciembre pasado. Durante su sermón incluyó los denuestos arriba mencionados y, según dijo de la comunicación, “no mata el cuerpo del otro, pero es una víbora que mata la fama de los demás”.
Al final de la oración fue abordado Rivera por reporteros y le pidieron nombres de periodistas presuntamente difamadores, pero se retractó y siguiendo su estilo personal se fue por la tangente al decir que generalizó y sólo aludió a “algunos comunicadores”, pero no dijo de quiénes se trata.
El asunto no quedó en eso. La Arquidiócesis de México abundó en el dicho de que Rivera Carrera no generaliza y habló a individuos que afines a intereses personales al atacar y descalificar. Pero el clero tampoco dio nombres y los insultos se perdieron en el vacío.
Peor actitud adoptó el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, quién se metió de redentor en pro del cardenal y mencionó la pederastia, escándalo en el cual se vio involucrado el mismo Rivera. Según dijo, “no se vale que en un momento dado se desprestigie a organizaciones y personas, simplemente porque puede aparecer alguna situación que no está comprobada y que simplemente forma parte de una nota negra de una nota dura”.
Con ese léxico propio de supuestos intelectuales de estos días, Norberto Rivera no necesita enemigos.
En voz del arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera Carrera, son lamentables los calificativos de “verdaderas prostitutas, verdaderos prostitutos de la comunicación que deshacen la fama de los demás”. Debe sentirse profundamente agraviado para hablar de periodistas en términos de tan bajo nivel.
Jamás un prelado de esa jerarquía hizo manifestaciones públicas excesivamente groseras y parecidas a las del también cardenal y obispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, quien continúa enfurecido porque no se otorga calidad de mártir al purpurado Juan Jesús Posadas Ocampo, muerto por narcotraficantes, a tiros, en el aeropuerto de la Perla Tapatía.
Rivera ha sido blanco de agudos ataques y se le caricaturiza como a nadie de la Iglesia católica, pero él ha dado lugar a los agravios por sus intervenciones sesgadas en política, como lo hizo en el sexenio pasado, a veces a favor de López Obrador y de manera permanente para servir a la pareja presidencial de Vicente Fox y Martha Sahagún.
En el pasado período sexenal fue evidente la intervención de Rivera ante el Vaticano, a fin de anular el matrimonio religioso de Fox. En ese período fue responsabilizado de vender los “derechos comerciales” de la Virgen de Guadalupe en 12 millones de dólares a una empresa estadounidense.
Al final de sus homilías dominicales, el controvertido sacerdote acostumbró responder a preguntas de periodistas, algunas elaboradas de antemano con sentido político, pero hace ocho días las suspendió, tal vez para no meterse en más problemas o se las prohibió el Vaticano.
Por sus ataques al PRD encendió los ánimos y algunos individuos entraron a la Catedral metropolitana a gritar improperios al cardenal. Hasta le manotearon su automóvil en una ocasión y fue necesaria la presencia de policías en las misas. Esto no habría ocurrido si el prelado respetara al menos su investidura.
La incongruencia del pastor de almas se evidenció durante la misa que con motivo de Navidad ofreció la noche del lunes 17 de diciembre pasado. Durante su sermón incluyó los denuestos arriba mencionados y, según dijo de la comunicación, “no mata el cuerpo del otro, pero es una víbora que mata la fama de los demás”.
Al final de la oración fue abordado Rivera por reporteros y le pidieron nombres de periodistas presuntamente difamadores, pero se retractó y siguiendo su estilo personal se fue por la tangente al decir que generalizó y sólo aludió a “algunos comunicadores”, pero no dijo de quiénes se trata.
El asunto no quedó en eso. La Arquidiócesis de México abundó en el dicho de que Rivera Carrera no generaliza y habló a individuos que afines a intereses personales al atacar y descalificar. Pero el clero tampoco dio nombres y los insultos se perdieron en el vacío.
Peor actitud adoptó el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, quién se metió de redentor en pro del cardenal y mencionó la pederastia, escándalo en el cual se vio involucrado el mismo Rivera. Según dijo, “no se vale que en un momento dado se desprestigie a organizaciones y personas, simplemente porque puede aparecer alguna situación que no está comprobada y que simplemente forma parte de una nota negra de una nota dura”.
Con ese léxico propio de supuestos intelectuales de estos días, Norberto Rivera no necesita enemigos.