¿Rivera se habrá vuelto loco?
Ataca a viejos aliados
Al cardenal Rivera le gusta calzarse los guantes de boxeo. Es un tipo belicoso. Le agrada el pleito. Su estilo es el de un fajador. De esos que tiran trompones a lo loco y que, igualmente, reciben muchos guamazos. Y ahora su nuevo adversario son medios de comunicación y periodistas, a los que con un lenguaje más propio de rufianes que de curas, ha llamado “prostitutas y prostitutos”.
Tales vocablos significan “personas que venden su cuerpo a cambio de dinero”. Y por extensión, hombres y mujeres que venden su conciencia. Pero el cura mayor utilizó esas voces en un sentido diferente. Las empleó para referirse a periodistas y medios que, dice, destruyen “la fama de las personas y de los sacerdotes”.
Parece así que Rivera quiso decir calumniadores o difamadores. ¿Por qué habrá sido que usó las expresiones prostitutas y prostitutos? ¿Le parecieron más fuertes, más ofensivas, más injuriosas?
El vidrioso sacerdote quiere desquitarse de aquellos periodistas y medios, mexicanos y extranjeros, que se han atrevido a señalar a Rivera como protector de curas pederastas. Y qué mejor para el desquite que la injuria contra los denunciantes de esa reprobable conducta.
En su desbocado ataque de fajador irreflexivo, Rivera equivocó el contrincante. Porque quienes lo acusan de protector de curas pederastas no han sido ni son los medios y los periodistas, sino las personas agraviadas sexualmente por los cofrades del insensato cardenal. Medios y comunicadores se han limitado a informar sobre tan despreciable hecho.
Pero si Rivera quería herir con sus desatinadas expresiones a quienes se han limitado a informar de las denuncias y actuaciones judiciales contra el perverso club de curas abusadores de niños, sólo ha conseguido abrir un nuevo frente de pelea.
Y entre sus nuevos antagonistas se encuentran trabajadores, dueños y concesionarios de casi todos los medios de comunicación. Porque si bien Rivera se cuidó de dar nombres, lo cierto es que ha llamado “prostitutas y prostitutos” a la inmensa mayoría del gremio de comunicadores; pues no hay medio que no haya informado de las vicisitudes judiciales de Rivera, Nicolás Sánchez y, estrella de estrellas, Marcial Maciel.
Ya desesperado por el alud que le ha caído encima por la protección que brinda a curas depravados, Rivera suelta ahora mandobles a ciegas. Y les pega a muchos de quienes han sido sus aliados y panegiristas. ¿No habrá leído el señor cura aquello de que a quienes los dioses quieren perder, empiezan por volverlos locos?
Al cardenal Rivera le gusta calzarse los guantes de boxeo. Es un tipo belicoso. Le agrada el pleito. Su estilo es el de un fajador. De esos que tiran trompones a lo loco y que, igualmente, reciben muchos guamazos. Y ahora su nuevo adversario son medios de comunicación y periodistas, a los que con un lenguaje más propio de rufianes que de curas, ha llamado “prostitutas y prostitutos”.
Tales vocablos significan “personas que venden su cuerpo a cambio de dinero”. Y por extensión, hombres y mujeres que venden su conciencia. Pero el cura mayor utilizó esas voces en un sentido diferente. Las empleó para referirse a periodistas y medios que, dice, destruyen “la fama de las personas y de los sacerdotes”.
Parece así que Rivera quiso decir calumniadores o difamadores. ¿Por qué habrá sido que usó las expresiones prostitutas y prostitutos? ¿Le parecieron más fuertes, más ofensivas, más injuriosas?
El vidrioso sacerdote quiere desquitarse de aquellos periodistas y medios, mexicanos y extranjeros, que se han atrevido a señalar a Rivera como protector de curas pederastas. Y qué mejor para el desquite que la injuria contra los denunciantes de esa reprobable conducta.
En su desbocado ataque de fajador irreflexivo, Rivera equivocó el contrincante. Porque quienes lo acusan de protector de curas pederastas no han sido ni son los medios y los periodistas, sino las personas agraviadas sexualmente por los cofrades del insensato cardenal. Medios y comunicadores se han limitado a informar sobre tan despreciable hecho.
Pero si Rivera quería herir con sus desatinadas expresiones a quienes se han limitado a informar de las denuncias y actuaciones judiciales contra el perverso club de curas abusadores de niños, sólo ha conseguido abrir un nuevo frente de pelea.
Y entre sus nuevos antagonistas se encuentran trabajadores, dueños y concesionarios de casi todos los medios de comunicación. Porque si bien Rivera se cuidó de dar nombres, lo cierto es que ha llamado “prostitutas y prostitutos” a la inmensa mayoría del gremio de comunicadores; pues no hay medio que no haya informado de las vicisitudes judiciales de Rivera, Nicolás Sánchez y, estrella de estrellas, Marcial Maciel.
Ya desesperado por el alud que le ha caído encima por la protección que brinda a curas depravados, Rivera suelta ahora mandobles a ciegas. Y les pega a muchos de quienes han sido sus aliados y panegiristas. ¿No habrá leído el señor cura aquello de que a quienes los dioses quieren perder, empiezan por volverlos locos?