Fox trot
Trompo a la uña
Parece que está surgiendo todo un género en el libro político mexicano: las obras sobre Vicente Fox. De pronto nos encontramos en las librerías que se deben a autores solitarios o a alguna dupla como la de Castañeda-Aguilar. Y como si no fuera suficiente, el mismo Fox se vuelve autor (el diablo que se lo crea) y lanza en Estados Unidos su Revolution of Hope en medio de vergonzosas entrevistas donde declara su amor a USA y se declara parteaguas de la historia mexicana.
En la reciente Feria del Libro en Guadalajara me tocó presentar junto con dos amigos el libro de Manuel Hernández Gómez, abogado y teólogo protestante, que se llama El hombre que nunca debió ser Presidente. El libro de Hernández Gómez que es de amena lectura (158 páginas) y nos renueva los incidentes básicos del foxato. Lo que todos sabemos pero que no debemos olvidar y que este libro nos resume y ordena. Está allí su larga campaña, la seducción del PAN que se dejó poseer sin la menor resistencia, el papel oscuro de Zedillo que dio todo el apoyo a Fox, la corrupción, los grandes fracasos, los más oscuros aún orígenes de Fox que no renuncia a su nacionalidad española sino hasta 1972 y no queda muy claro si nació gringo (aunque sí es seguro que es gringo de corazón), la vulgaridad de su campaña como aquella promesa que nos recoge el libro en que Fox le promete al electorado, a la manera de un Churchill de botas vaqueras no la “sangre, sudor y lágrimas” sino “honestidad, trabajar un chingo y ser poco pendejo”… Y por cierto, poniéndonos estrictamente lógicos se puede prometer honestidad y trabajar mucho pero el ser poco pendejo está fuera, ¡ay!, de las posibilidades de nuestra voluntad.
Pero el libro nos trae deliciosas curiosidades como la existencia de una bruja de Los Pinos, una especie de Rasputina local que bajo el nombre profesional de Kadoma Sing le auxiliaba con remedios sobrenaturales a Martita Sahagún, a quien llevó monjes budistas tibetanos y regaló un quemador de incienso guadalupano al que se añadían semillas y plumas de gallina negra del mercado de Sonora, todo para la buena vibra.
Lo que no impidió que Marta fuera quizá el factor definitivo en la ruina de Fox y a quien el autor relaciona con María Antonieta, pero sobre todo con una especie de Lady Macbeth, de Zamora, Michoacán.
La literatura foxiana apenas empieza. Falta mucho por explorar en este terrible y surrealista tiempo, y yo, como lector, espero que alguien se eche el trompo a la uña de escribir la gran novela, sobre todo Fox, a la manera de un Alejo Carpentier o un Martín Luis Guzmán de los últimos tiempos.
Parece que está surgiendo todo un género en el libro político mexicano: las obras sobre Vicente Fox. De pronto nos encontramos en las librerías que se deben a autores solitarios o a alguna dupla como la de Castañeda-Aguilar. Y como si no fuera suficiente, el mismo Fox se vuelve autor (el diablo que se lo crea) y lanza en Estados Unidos su Revolution of Hope en medio de vergonzosas entrevistas donde declara su amor a USA y se declara parteaguas de la historia mexicana.
En la reciente Feria del Libro en Guadalajara me tocó presentar junto con dos amigos el libro de Manuel Hernández Gómez, abogado y teólogo protestante, que se llama El hombre que nunca debió ser Presidente. El libro de Hernández Gómez que es de amena lectura (158 páginas) y nos renueva los incidentes básicos del foxato. Lo que todos sabemos pero que no debemos olvidar y que este libro nos resume y ordena. Está allí su larga campaña, la seducción del PAN que se dejó poseer sin la menor resistencia, el papel oscuro de Zedillo que dio todo el apoyo a Fox, la corrupción, los grandes fracasos, los más oscuros aún orígenes de Fox que no renuncia a su nacionalidad española sino hasta 1972 y no queda muy claro si nació gringo (aunque sí es seguro que es gringo de corazón), la vulgaridad de su campaña como aquella promesa que nos recoge el libro en que Fox le promete al electorado, a la manera de un Churchill de botas vaqueras no la “sangre, sudor y lágrimas” sino “honestidad, trabajar un chingo y ser poco pendejo”… Y por cierto, poniéndonos estrictamente lógicos se puede prometer honestidad y trabajar mucho pero el ser poco pendejo está fuera, ¡ay!, de las posibilidades de nuestra voluntad.
Pero el libro nos trae deliciosas curiosidades como la existencia de una bruja de Los Pinos, una especie de Rasputina local que bajo el nombre profesional de Kadoma Sing le auxiliaba con remedios sobrenaturales a Martita Sahagún, a quien llevó monjes budistas tibetanos y regaló un quemador de incienso guadalupano al que se añadían semillas y plumas de gallina negra del mercado de Sonora, todo para la buena vibra.
Lo que no impidió que Marta fuera quizá el factor definitivo en la ruina de Fox y a quien el autor relaciona con María Antonieta, pero sobre todo con una especie de Lady Macbeth, de Zamora, Michoacán.
La literatura foxiana apenas empieza. Falta mucho por explorar en este terrible y surrealista tiempo, y yo, como lector, espero que alguien se eche el trompo a la uña de escribir la gran novela, sobre todo Fox, a la manera de un Alejo Carpentier o un Martín Luis Guzmán de los últimos tiempos.