Televisa y TV Azteca se unieron al boicot de la Iglesia contra AMLO
Del Buzon de la Revista Proceso
Señor director:
Pido atentamente la publicación de la presente carta dirigida a la opinión pública y a las autoridades de la Iglesia católica.
Soy católica, de familia católica, no soy del PRD, estuve en el Zócalo el mediodía del 18 de noviembre y soy testigo de la provocación iniciada desde los campanarios de la Catedral Metropolitana, cuando un numeroso grupo de personas tañeron las campanas de manera inusual durante un tiempo prolongado.
No era para llamar a misa, sino con la clara intención de sabotear el encuentro con López Obrador, de manera que sólo dejaron de tocar las campanas por cansancio. Yo no estuve cerca de la Catedral, sino del asta bandera, y en ese punto no se escuchaba claramente lo que doña Rosario Ibarra de Piedra decía a causa de las campanadas.
Al hallarme en casa me enteré de que habían entrado unos manifestantes a la Catedral protestando por el ruido de las campanas, y también pude ver cómo Televisa y TV Azteca se unían al boicot orquestado por la Iglesia, al transmitir información torcida de los hechos y presentar a la Iglesia como víctima de “terroristas del PRD” y no como realmente fue su papel: provocadora y saboteadora de reuniones públicas.
De aquellos que iniciaron la agresión desde los campanarios nadie se ocupa y deben estar muertos de risa y satisfacción por la protección cómplice de las autoridades eclesiásticas. ¿Quiénes fueron? ¿Por qué no tienen el valor civil de dar la cara? ¿A quiénes sirven? ¿Entienden de democracia?
Por todo lo anterior, quiero manifestar mi indignación por el proceder cómplice e hipócrita de la cúpula de la Iglesia católica, contrario a las enseñanzas de Jesús.
Con este episodio puedo ya entender cómo es que históricamente la Iglesia siempre ha desempeñado un papel reaccionario y contrario a los intereses del rebaño de creyentes que conduce, lo que se ha traducido y seguirá traduciéndose en la disminución de sus feligreses. Pienso que el Vaticano debe revisar y corregir lo que pasa en México, pues estoy segura de que sí podemos aspirar a tener una Iglesia progresista. Por lo pronto, yo pensaré si vuelvo a confesarme con ellos.
Quiero finalmente decir a los “representantes” de la Iglesia que son ellos quienes deberían estar sentados en el banquillo de los acusados, y que la mejor garantía para lograr seguridad en la realización de sus misas es que no permitan la entrada al campanario a terroristas saboteadores de sus propias filas, o ¿acaso fueron los mismos sacerdotes quienes tocaron las campanas?
Señor director:
Pido atentamente la publicación de la presente carta dirigida a la opinión pública y a las autoridades de la Iglesia católica.
Soy católica, de familia católica, no soy del PRD, estuve en el Zócalo el mediodía del 18 de noviembre y soy testigo de la provocación iniciada desde los campanarios de la Catedral Metropolitana, cuando un numeroso grupo de personas tañeron las campanas de manera inusual durante un tiempo prolongado.
No era para llamar a misa, sino con la clara intención de sabotear el encuentro con López Obrador, de manera que sólo dejaron de tocar las campanas por cansancio. Yo no estuve cerca de la Catedral, sino del asta bandera, y en ese punto no se escuchaba claramente lo que doña Rosario Ibarra de Piedra decía a causa de las campanadas.
Al hallarme en casa me enteré de que habían entrado unos manifestantes a la Catedral protestando por el ruido de las campanas, y también pude ver cómo Televisa y TV Azteca se unían al boicot orquestado por la Iglesia, al transmitir información torcida de los hechos y presentar a la Iglesia como víctima de “terroristas del PRD” y no como realmente fue su papel: provocadora y saboteadora de reuniones públicas.
De aquellos que iniciaron la agresión desde los campanarios nadie se ocupa y deben estar muertos de risa y satisfacción por la protección cómplice de las autoridades eclesiásticas. ¿Quiénes fueron? ¿Por qué no tienen el valor civil de dar la cara? ¿A quiénes sirven? ¿Entienden de democracia?
Por todo lo anterior, quiero manifestar mi indignación por el proceder cómplice e hipócrita de la cúpula de la Iglesia católica, contrario a las enseñanzas de Jesús.
Con este episodio puedo ya entender cómo es que históricamente la Iglesia siempre ha desempeñado un papel reaccionario y contrario a los intereses del rebaño de creyentes que conduce, lo que se ha traducido y seguirá traduciéndose en la disminución de sus feligreses. Pienso que el Vaticano debe revisar y corregir lo que pasa en México, pues estoy segura de que sí podemos aspirar a tener una Iglesia progresista. Por lo pronto, yo pensaré si vuelvo a confesarme con ellos.
Quiero finalmente decir a los “representantes” de la Iglesia que son ellos quienes deberían estar sentados en el banquillo de los acusados, y que la mejor garantía para lograr seguridad en la realización de sus misas es que no permitan la entrada al campanario a terroristas saboteadores de sus propias filas, o ¿acaso fueron los mismos sacerdotes quienes tocaron las campanas?