La próxima víctima de Fox puede ser EL PELELE

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Vicente Fox es la representación más fiel del subdesarrollo político latinoamericano. Llegó a la Presidencia de la República gracias a que logró “tomarle el pelo” a 15 millones 980 mil mexicanos.

Fox es el resultado más acabado de una imposición mercadotécnica y mediática, que contó con el apoyo determinante del entonces presidente Ernesto Zedillo y el visto bueno de Estados Unidos.

Para decirlo sin ambages: ni a Zedillo, que constitucionalmente tenía una responsabilidad ética y política con la nación, ni a Washington, capital de un país que dice promover los grandes valores democráticos, les importó dejar a un imbécil en Los Pinos.

Imbécil, utilizado como sustantivo —y no como insulto—, para definir a una persona que carece de inteligencia, coherencia y lucidez. Todos, absolutamente todos —los Amigos de Fox, su vocera y futura esposa, Marta Sahagún, los guanajuatenses que intentó gobernar, los panistas que lo adoptaron para hacerlo candidato, los empresarios que explotaron su naturaleza primitiva—, se encargaron de convertir en “jefe de Estado” a un hombre con fuertes problemas psiquiátricos.

Todos lo sabían y nadie hizo nada para evitarlo. Llevar al poder a quien sólo tenía folclor constituye un ejemplo de lo que puede lograr la corrupción en México. A nadie le importaron las consecuencias. Más aún, la personalidad absurda y dislocada de Fox satisfizo el ánimo de una sociedad cuya idiosincrasia todavía tiene mucho de cantinflesca.

Germán Martínez Cázares, candidato a la presidencia del Partido Acción Nacional, dijo que “Fox fue un buen presidente y tiene que aprender a ser un buen ex presidente”. Quien no fue lo uno, no puede ser lo otro. Sin embargo, se advierte en las palabras del panista la preocupación que debe sentir Felipe Calderón y su gabinete por un personaje que, por haber estado donde estuvo, tiene guardada información que puede hacer estallar como carro cargado de dinamita.

La absurda acusación que lanzó en contra del líder del Senado, Manlio Fabio Beltrones, es una muestra de cómo se comportará Fox cada vez que se sienta desenmascarado. Los señalamientos de Beltrones sobre los vínculos de la empresa Oceanografía con los hermanos Bribiesca Sahagún pudieron haber pasado inadvertidos si el ex presidente no hubiera sobrerreaccionado como lo hizo. Lo cual significa que el legislador dio en el blanco y que la línea de investigación marcada por él es la correcta.

A la sociedad le queda claro, desde hace mucho tiempo, que la campaña difamatoria en contra de Beltrones respondió a una venganza política. Pero lo que aún permanece fresco en la memoria colectiva es la legitimidad o ilegitimidad con la que Calderón pudo llegar al poder. El Presidente de la República se encuentra, por lo tanto, en un dilema. Investigar a Fox podría significar el Watergate del 2006.