Un guanajuatense tonto y loco
Félix Fuentes
Manlio Fabio Beltrones era gobernador de Sonora cuando estalló una encarnizada lucha entre el PRI y el PAN por la sucesión de aquella entidad. Lideraba el partido blanquiazul Felipe Calderón Hinojosa y había empeño por hacer ganar al Pelón Adalberto Rosas, eterno perdedor.
En esa pelea se recurrió a evidentes bajezas, como la de involucrar en el narcotráfico a los gobernadores Beltrones y Jorge Carrillo Olea, quien era mandatario de Morelos y en la PGR tuvo a su cargo la persecución del hampa organizada.
El Presidente de la República era Ernesto Zedillo Ponce de León, quien a pesar de ser postulado por el PRI marcó a este partido la “sana distancia”, habiendo hecho todo para ceder el poder a Acción Nacional.
En una de sus decisiones absurdas, Zedillo nombró procurador de la República al panista Antonio Lozano Gracia, quien se desempeñó hasta diciembre de 1996 y durante su periodo salió de la PGR la versión que involucraba a dichos gobernadores con los estupefacientes.
Beltrones denunció en la misma PGR los delitos de difamación y calumnias en contra de los corresponsales del periódico The New York Times, Sam Dillon y Craig Pyes, según consta en la averiguación previa 2934/DO/97.
Dillon compareció en la PGR y afirmó que no hizo imputación alguna a Beltrones y “tan solo informé sobre aquellos datos que han llegado a mi conocimiento por narraciones personales y documentos que me llevaron a considerarlos verosímiles”.
Esa fue la salida simplista, absurda y sin pruebas del periodista de un rotativo de influencia mundial.
En la misma averiguación concluyó la PGR, ya siendo titular de la misma Jorge Madrazo Cuéllar, que “se lesionó el bien jurídico tutelado” de las personas, en ese caso el de Beltrones.
Sin embargo, no se procedió contra Dillon y Craig Pyes porque el ministerio público federal advirtió que los delitos fueron cometidos por ambos en el extranjero.
De esa determinación de la PGR informé en mi columna del 19 de octubre de 1997, bajo el subtítulo “Salió indemne Beltrones” y publicada en El Universal, a una semana de que el hoy coordinador de los senadores del PRI concluyera su gestión de gobernador en Sonora.
En aquellos días ni se sabía que un botudo vendedor de Coca Colas sería empujado por algunos de sus congéneres para ser candidato presidencial del PAN. El mismo individuo, a quien hoy Beltrones dirige el amable calificativo de “engañado”, ni supo de la infamia lucubrada durante la gestión de Lozano Gracia en la PGR.
Sin embargo, el exhibicionista ex mandatario se siente aniquilado por cuanto publican de él y de su familia en libros, revistas y periódicos. Es un cúmulo enorme de latrocinios que no soporta y la emprende contra medios informativos y legisladores. Tildó de “periodicucho” a la revista Proceso.
Alguien debió aconsejar a Vicente Fox que repitiera el agravio panista de hace más de 10 años contra Beltrones y el guanajuatense se lanzó a tontas y locas, sin conocer esa historia. Por ello, el sonorense agraviado sugiere un psiquiatra para el bocón. ¿Pero un médico curaría a un “entoloachado”, como lo describe en uno de sus libros la argentina Olga Wornat? ¿Y los senadores del PAN se sienten felices al brindar protección a ente tan despreciado?
Manlio Fabio Beltrones era gobernador de Sonora cuando estalló una encarnizada lucha entre el PRI y el PAN por la sucesión de aquella entidad. Lideraba el partido blanquiazul Felipe Calderón Hinojosa y había empeño por hacer ganar al Pelón Adalberto Rosas, eterno perdedor.
En esa pelea se recurrió a evidentes bajezas, como la de involucrar en el narcotráfico a los gobernadores Beltrones y Jorge Carrillo Olea, quien era mandatario de Morelos y en la PGR tuvo a su cargo la persecución del hampa organizada.
El Presidente de la República era Ernesto Zedillo Ponce de León, quien a pesar de ser postulado por el PRI marcó a este partido la “sana distancia”, habiendo hecho todo para ceder el poder a Acción Nacional.
En una de sus decisiones absurdas, Zedillo nombró procurador de la República al panista Antonio Lozano Gracia, quien se desempeñó hasta diciembre de 1996 y durante su periodo salió de la PGR la versión que involucraba a dichos gobernadores con los estupefacientes.
Beltrones denunció en la misma PGR los delitos de difamación y calumnias en contra de los corresponsales del periódico The New York Times, Sam Dillon y Craig Pyes, según consta en la averiguación previa 2934/DO/97.
Dillon compareció en la PGR y afirmó que no hizo imputación alguna a Beltrones y “tan solo informé sobre aquellos datos que han llegado a mi conocimiento por narraciones personales y documentos que me llevaron a considerarlos verosímiles”.
Esa fue la salida simplista, absurda y sin pruebas del periodista de un rotativo de influencia mundial.
En la misma averiguación concluyó la PGR, ya siendo titular de la misma Jorge Madrazo Cuéllar, que “se lesionó el bien jurídico tutelado” de las personas, en ese caso el de Beltrones.
Sin embargo, no se procedió contra Dillon y Craig Pyes porque el ministerio público federal advirtió que los delitos fueron cometidos por ambos en el extranjero.
De esa determinación de la PGR informé en mi columna del 19 de octubre de 1997, bajo el subtítulo “Salió indemne Beltrones” y publicada en El Universal, a una semana de que el hoy coordinador de los senadores del PRI concluyera su gestión de gobernador en Sonora.
En aquellos días ni se sabía que un botudo vendedor de Coca Colas sería empujado por algunos de sus congéneres para ser candidato presidencial del PAN. El mismo individuo, a quien hoy Beltrones dirige el amable calificativo de “engañado”, ni supo de la infamia lucubrada durante la gestión de Lozano Gracia en la PGR.
Sin embargo, el exhibicionista ex mandatario se siente aniquilado por cuanto publican de él y de su familia en libros, revistas y periódicos. Es un cúmulo enorme de latrocinios que no soporta y la emprende contra medios informativos y legisladores. Tildó de “periodicucho” a la revista Proceso.
Alguien debió aconsejar a Vicente Fox que repitiera el agravio panista de hace más de 10 años contra Beltrones y el guanajuatense se lanzó a tontas y locas, sin conocer esa historia. Por ello, el sonorense agraviado sugiere un psiquiatra para el bocón. ¿Pero un médico curaría a un “entoloachado”, como lo describe en uno de sus libros la argentina Olga Wornat? ¿Y los senadores del PAN se sienten felices al brindar protección a ente tan despreciado?