EL VULGAR CINISMO DE LOS POLITICOS MEXICANOS

EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS

César Augusto Espinosa Ledesma

Atendiendo a la historia inmediata de México, el país ha cambiado radicalmente. La nación se ha transformado dramáticamente en beneficio de unos cuantos. Las “reformas estructurales” –si es que se pueden llamar de esta manera-, se han suscitado exclusivamente en el ámbito político. Desde José López Portillo hasta el inefable Vicente Fox Quesada, pasando por Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, y ahora el autoproclamado “presidente del empleo”, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, han instaurado políticas públicas que nada tienen que ver con nuestra realidad.

Han pasado cinco sexenios, treinta años amable lector, lectora, y el país sigue desarticulado. La brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado tanto que solo es equiparable al creciente cinismo de quienes supuestamente dicen tener vocación para servir a México. Los ricos se han hecho millonarios no por su trabajo fecundo y creador, sino por las complicidades de quienes detentan el poder político. A su vez, el contrario de los ricos, los pobres, se han multiplicado cual generación espontánea. El resultado: Decremento del nivel de bienestar de la población. El ingreso per capita se ha deteriorado a la velocidad de la luz, el desempleo ha aumentado y la marginación sienta sus reales en las familias mexicanas

Todos los que han estado el frente del gobierno federal prometieron atacar frontalmente a la pobreza. ¿Quién no recuerda la analogía de López Portillo concerniente a que el país estaba en una pista de aterrizaje presto a despegar? ¿Qué me dicen, amable lector lectora, sobre las reformas “estructurales” que implantó Salinas de Gortari para que México se integrara a la modernidad? ¿A poco ya se les olvido las promesas de campaña de Vicente Fox sobre cambiar el modelo de crecimiento económico? Estos individuos no sólo no combatieron a la pobreza, la incrementaron. Durante el tiempo que los priístas gobernaron al país, la pobreza se media por la siguiente escala: Pobre; medio pobre, muy pobre. Con el neopanista Fox, la medición pasó a ser una: ¡Pobre y jodido!

Mal comienza el gobierno del “presidente del empleo” cuando declara que esta “plenamente consciente de la dramática condición de pobreza en la que vive la mitad de la población mexicana...(Y que) el principal instrumento del Estado para reducir desigualdades y construir un país justo es el gasto social, pues gracias a él los mexicanos pueden tener acceso a los derechos sociales que establece la Constitución: derecho a la alimentación, a la salud, a la educación y la vivienda” (La Jornada, diciembre 2 del 2006).

Digo que mal comienza porque al reconocer la pobreza que impera en el país, también reconoce que el “gobierno del cambio” hizo poco o nada para abatirla. En cuanto al tema del gasto social, creo que el “presidente del empleo” no sabe o ignora que desde que se insertó a rajatabla el modelo neoliberal en México, éste rubro ha ido disminuyendo sistemáticamente año con año, repercutiendo negativamente en la salud, educación, vivienda y el empleo.

El “presidente del empleo” declara que su estrategia para abatir a la pobreza es cambiar la política social en dos sentidos: “Primero, dotarla de más recursos para que más mexicanos, especialmente quienes menos tienen, puedan ejercer sus derechos sociales y puedan verdaderamente tener una vida acorde con su dignidad. Y, en segundo lugar, (utilizando) mejor los recursos de los mexicanos” (La Jornada, diciembre 2 del 2006). Lo que no dijo y fue a propósito es, ¿de dónde va a sacar eso recursos? ¿Cómo le va a hacer? ¿Incrementando los impuestos al consumo?

Ante esta perspectiva, el Premio Noble de Economía 2001 Joseph E, Stiglitz, le manda un mensaje al “presidente del empleo: ''Si las políticas públicas que impulse el nuevo gobierno (de Felipe Calderón) se acercan a las que promueve el FMI, las expectativas no son muy favorables”. Sentenciando en forma lapidaria que “si el país quiere crecer y disminuir la inequidad en el reparto de su riqueza, debe evitar seguir las políticas públicas que impone el Fondo Monetario Internacional (FMI) a los países en vías de desarrollo, las cuales han demostrado su ineficacia en todo el mundo” (La Jornada, noviembre 28 del 2006). Abundando que incrementar impuestos al consumo no es una medida que “promueva la equidad porque le cobra lo mismo a todos los individuos, independientemente de sus ingresos, y uno de los principios económicos es la proporcionalidad que busca la distribución”.

La alternativa de Stiglitz para que el gobierno federal cuente con recursos adicionales, es que se impongan impuestos a los monopolios y oligopolios. Con ello, permitiría “la eficiencia y la equidad en la distribución del ingreso” y la ciudadanía incrementaría su poder de compra, elevando su nivel de vida lo cual automáticamente repercutiría en mejores servicios de salud, educación, vivienda y empleo.

Pero ya sabemos querido lector, lectora, que los monopolios y oligopolios en México son intocables, y quienes se tienen siempre que sacrificar son los que menos tienen: Los desarraigados y marginados de la “modernidad”. Por ello, México es el país de nunca jamás.

Pretender acabar con el flagelo de la pobreza, manteniendo inamovible el modelo de crecimiento neoliberal, es una promesa que nunca jamás se cumplirá.