DETRAS DE LA NOTICIA
Ricardo Rocha
La ruptura
La pregunta es cuánto tiempo más va a aguantar Felipe Calderón a Vicente Fox. Hasta dónde se puede prolongar el actual estado de cosas. Cuál es el límite para el hiperactivismo desbocado de un ex presidente cuestionado e investigado por el Congreso a causa de una riqueza tan abundante como inocultable. Una situación tan insostenible como la cordura del cónyuge de Marta, que reventó en una entrevista en Los Ángeles como bien consigna ayer EL UNIVERSAL.
El problema es que ya no se trata de una suma de anécdotas para la picaresca tragicómica de la política mexicana. Fox está debilitando día a día la institución presidencial. Con cada exabrupto envía el mensaje de que los panistas son tan soberbios o más que sus antecesores del PRI. Y a cada nueva revelación sobre su fortuna crece la percepción pública de que los gobiernos del PAN son tanto o más corruptos, abusivos e impunes que lo que en su momento fueron los priístas.
Lo grave es que no es un asunto nada más del imaginario colectivo, sino de un enorme costo político que Fox le endosa cotidianamente al gobierno de Calderón. A cada nuevo agravio foxista corresponde un mayor debilitamiento del calderonismo en el poder. Y eso lo saben en Los Pinos. Tanto que en el cuarto de guerra —que sigue operando como en campaña— ya pasaron de los focos amarillos a los rojos.
Por eso, desde que arribó a la Presidencia, el círculo cercano ha estado evaluando el deslinde de quien también los ha agraviado a ellos mismos al asumirse como el verdadero ganador de 2006. Así que ahora ya analizan la ruptura. Lo que se discute es el cómo y el cuándo. En qué términos ha de darse y cuál será el momento más oportuno. Las puras formas, porque en el fondo la suerte está echada y la ruptura sólo es cuestión de tiempo.
Por supuesto que hay resistencias. Y dentro del mismo grupo íntimo hay quienes argumentan que Fox podría abrir la boca —otra vez de más— y hacer revelaciones que dañarían severamente al presidente Calderón. Sin embargo, va adelante la argumentación de que precisamente la impunidad de Fox y la inacción del actual mandatario serían la mejor evidencia de que hay secretos inconfesables entre ambos personajes, sobre todo en lo que hace a 2006. Por eso creen que vale la pena correr el riesgo de un golpe de timón que además contribuiría notablemente a la legitimación tan perseguida por el actual gobierno.
Las aclaraciones de la Presidencia sobre las Hummers saqueadas por Fox y el exhorto del secretario de Gobernación de que el que se va se calla parecen señales en ese sentido. El propio Ramírez Acuña fue a San Lázaro a ofrecer toda la información y apoyo del gobierno calderonista a la Comisión Fox, que ha iniciado sus indagatorias sobre la ofensiva riqueza del ex presidente y su parentela.
Sería además el saldo de una vieja cuenta política gestada en dos orígenes diametralmente opuestos. No hay que olvidar que Felipe Calderón es panista doctrinario de cepa, hijo de don Luis Calderón, fundador e historiador de ese partido. Que de la mano de su mentor Carlos Castillo Peraza se convirtió en 1996 —a los 33 años apenas— en el presidente más joven en la historia del PAN, imponiéndose al neopanista Ernesto Ruffo. Que desde ahí ganó gubernaturas tan importantes como Nuevo León, Aguascalientes y Querétaro. Pero que se enfrentó a los bárbaros del norte como Canales Clariond, Pancho Barrio y el mismísimo Vicente Fox, quien como gobernador empresarial de Guanajuato apresuraba los tiempos a su favor.
Con la tesis de que no había que ganar la Presidencia y perder el partido, Calderón se opuso al neopanismo y a la candidatura de Fox y pagó las consecuencias. Pretextando la derrota en Chihuahua lo echaron del país a un exilio académico en Harvard para poner en su lugar al yunquista Luis Felipe Bravo Mena.
De todos es sabido que años después —en 2005, para ser precisos— sería Fox quien se opondría a la candidatura de Calderón, apostando todas sus cartas a Santiago Creel. Sólo la victoria riñonuda de Calderón al interior del PAN obligó a la pareja presidencial a apoyar a Felipe a regañadientes.
Hoy, un nuevo giro histórico le plantea a Calderón la oportunidad de escribir un último capítulo sobre su adversario de toda la vida: Vicente Fox.
La pregunta es cuánto tiempo más va a aguantar Felipe Calderón a Vicente Fox. Hasta dónde se puede prolongar el actual estado de cosas. Cuál es el límite para el hiperactivismo desbocado de un ex presidente cuestionado e investigado por el Congreso a causa de una riqueza tan abundante como inocultable. Una situación tan insostenible como la cordura del cónyuge de Marta, que reventó en una entrevista en Los Ángeles como bien consigna ayer EL UNIVERSAL.
El problema es que ya no se trata de una suma de anécdotas para la picaresca tragicómica de la política mexicana. Fox está debilitando día a día la institución presidencial. Con cada exabrupto envía el mensaje de que los panistas son tan soberbios o más que sus antecesores del PRI. Y a cada nueva revelación sobre su fortuna crece la percepción pública de que los gobiernos del PAN son tanto o más corruptos, abusivos e impunes que lo que en su momento fueron los priístas.
Lo grave es que no es un asunto nada más del imaginario colectivo, sino de un enorme costo político que Fox le endosa cotidianamente al gobierno de Calderón. A cada nuevo agravio foxista corresponde un mayor debilitamiento del calderonismo en el poder. Y eso lo saben en Los Pinos. Tanto que en el cuarto de guerra —que sigue operando como en campaña— ya pasaron de los focos amarillos a los rojos.
Por eso, desde que arribó a la Presidencia, el círculo cercano ha estado evaluando el deslinde de quien también los ha agraviado a ellos mismos al asumirse como el verdadero ganador de 2006. Así que ahora ya analizan la ruptura. Lo que se discute es el cómo y el cuándo. En qué términos ha de darse y cuál será el momento más oportuno. Las puras formas, porque en el fondo la suerte está echada y la ruptura sólo es cuestión de tiempo.
Por supuesto que hay resistencias. Y dentro del mismo grupo íntimo hay quienes argumentan que Fox podría abrir la boca —otra vez de más— y hacer revelaciones que dañarían severamente al presidente Calderón. Sin embargo, va adelante la argumentación de que precisamente la impunidad de Fox y la inacción del actual mandatario serían la mejor evidencia de que hay secretos inconfesables entre ambos personajes, sobre todo en lo que hace a 2006. Por eso creen que vale la pena correr el riesgo de un golpe de timón que además contribuiría notablemente a la legitimación tan perseguida por el actual gobierno.
Las aclaraciones de la Presidencia sobre las Hummers saqueadas por Fox y el exhorto del secretario de Gobernación de que el que se va se calla parecen señales en ese sentido. El propio Ramírez Acuña fue a San Lázaro a ofrecer toda la información y apoyo del gobierno calderonista a la Comisión Fox, que ha iniciado sus indagatorias sobre la ofensiva riqueza del ex presidente y su parentela.
Sería además el saldo de una vieja cuenta política gestada en dos orígenes diametralmente opuestos. No hay que olvidar que Felipe Calderón es panista doctrinario de cepa, hijo de don Luis Calderón, fundador e historiador de ese partido. Que de la mano de su mentor Carlos Castillo Peraza se convirtió en 1996 —a los 33 años apenas— en el presidente más joven en la historia del PAN, imponiéndose al neopanista Ernesto Ruffo. Que desde ahí ganó gubernaturas tan importantes como Nuevo León, Aguascalientes y Querétaro. Pero que se enfrentó a los bárbaros del norte como Canales Clariond, Pancho Barrio y el mismísimo Vicente Fox, quien como gobernador empresarial de Guanajuato apresuraba los tiempos a su favor.
Con la tesis de que no había que ganar la Presidencia y perder el partido, Calderón se opuso al neopanismo y a la candidatura de Fox y pagó las consecuencias. Pretextando la derrota en Chihuahua lo echaron del país a un exilio académico en Harvard para poner en su lugar al yunquista Luis Felipe Bravo Mena.
De todos es sabido que años después —en 2005, para ser precisos— sería Fox quien se opondría a la candidatura de Calderón, apostando todas sus cartas a Santiago Creel. Sólo la victoria riñonuda de Calderón al interior del PAN obligó a la pareja presidencial a apoyar a Felipe a regañadientes.
Hoy, un nuevo giro histórico le plantea a Calderón la oportunidad de escribir un último capítulo sobre su adversario de toda la vida: Vicente Fox.