LA CASCARA DE LA HISTORIA
Por Juan Luis Hernández
En sucesivas ocasiones los concesionarios de los medios, especialmente el duopolio televisivo, han demostrado su capacidad golpista frente a las instituciones incipientemente democráticas del país. Así, TV Azteca se apoderó ilegalmente de Canal 40 como un cártel se apodera de un territorio con la complacencia del gobierno federal en turno. Así, Televisa impuso sus intereses en la Ley de Radio y Televisión el año pasado en plena campaña presidencial. Así, Radio Centro, el monopolio del cuadrante, ha eludido la ley y de paso ha intentado aniquilar la opción que representaba el Monitor de Gutiérrez Vivó. Los principales dueños de la TV y la radio operando en el país a sus anchas, con las instituciones del Estado a su servicio o, en el mejor de los casos, mirando hacia otro lado.
No caben los adjetivos en este espacio para calificar lo presenciado la semana pasada con motivo de las discusiones en torno a la reforma electoral. Sólo utilizaré uno: golpistas. Los principales dueños de los medios electrónicos, encabezados por la artillería duopólica televisiva, se desnudaron sin rubor frente a la sociedad mexicana para mostrar de lo que son capaces con tal de preservar sus privilegios, conseguidos la mayoría de ellos con presiones, chantajes, esbirros disfrazados de legisladores.
Los días 11 y 12 de septiembre el duopolio televisivo abanderó inusitadamente una lucha “por la libertad de expresión” y lo más interesante fueron los insignes oradores de tal proeza: Paty Chapoy, Javier Alatorre, Pedro Ferriz de Con, Sergio Sarmiento, Joaquín López Dóriga… La noche del 11 de septiembre en el noticiero del Canal 2 ellos eran noticia, sus sentidas preocupaciones había que compartirlas con el público. Nunca antes se les vio defender con tanta vehemencia, y con tanta organización, el derecho a ser escuchados, nunca antes se les vio acusar con tanta energía a la partidocracia.
Al día siguiente, la joya de la corona: Sarmiento leía un comunicado, esta vez desde las montañas de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión, para exigir que en una consulta el pueblo de México opinara sobre la reforma electoral. Ya entonces tenían al Partido Verde y a Convergencia como sus principales aliados.
El duopolio televisivo veía que las comisiones unidas del Senado no echaban para atrás la reforma más importante en la historia de la legislación electoral en los últimos años: sacar al dinero y a los medios electrónicos de las campañas. Eso en pesos y centavos representa que Televisa y TV Azteca ya no obtengan casi 10 por ciento de sus ingresos anuales por los spots que los partidos contrataban durante las campañas.
Sí consiguieron, en cambio, que se modificara el artículo constitucional que prohibía el uso de adjetivos sobre candidatos y partidos (se sugiere ver la contundente argumentación de Paty Chapoy al respecto). Con esto los conductores de noticiarios podrán seguir contribuyendo con sus editoriales a las guerras sucias electorales y, de paso, seguir imponiendo a partidos y candidatos lo que es conocido como “págame para que no te pegue”.
Esta vez los legisladores se vieron sometidos a una de las presiones más vergonzantes de que nos haya tocado ser testigos: la cadena nacional voluntaria. En una larga escena pudimos ver en México lo que sucede en todo el mundo: la relación entre poderes fácticos y poderes elegidos, constitucionales. Sólo que ésta suele darse tras bambalinas, en la oscuridad de las complicidades, en lo privado de las componendas. Así lo resumía el mea culpa de Santiago Creel, hoy presidente del Senado, sosteniendo con vigor la reforma electoral pero asumiendo la sumisión ante Televisa cuando fue secretario de Gobernación.
Hoy los principales partidos políticos han decidido plantarle cara a los golpistas.
El camino ya lo había avanzado la Suprema Corte en el caso de la Ley de Radio y Televisión. Una de las anomias de nuestra incipiente democracia es la fuerza que han alcanzado los concesionarios de los medios frente a los representantes populares.
¿Qué sigue? ¿Que en la siguiente elección tengamos de candidatos presidenciales a Azcárraga o Salinas Pliego? ¿Que desde la TV se incite a la sociedad a destituir al Presidente, a un gobernador o al jefe de gobierno del DF, como ya lo intentó alguna vez Salinas Pliego con Cuauhtémoc Cárdenas?
Hoy los concesionarios de medios electrónicos han hecho múltiples llamados a los ciudadanos a enfrentar a la partidocracia. Han emprendido todas las acciones que caracterizan a los golpistas, en nombre del pueblo y de los más caros valores de la democracia empuñan el poder de la imagen, abusando de la capacidad que tienen para llegar a millones de mexicanos y desde ahí someter a la soberanía constitucional.
Hoy más que nunca los medios de comunicación tienen que someterse al Estado, al interés público; hoy más que nunca los ciudadanos debemos democratizar los medios electrónicos, el duopolio televisivo debe desaparecer y dar lugar a la pluralidad. Los golpistas regresarán si no se les pone un alto.
En sucesivas ocasiones los concesionarios de los medios, especialmente el duopolio televisivo, han demostrado su capacidad golpista frente a las instituciones incipientemente democráticas del país. Así, TV Azteca se apoderó ilegalmente de Canal 40 como un cártel se apodera de un territorio con la complacencia del gobierno federal en turno. Así, Televisa impuso sus intereses en la Ley de Radio y Televisión el año pasado en plena campaña presidencial. Así, Radio Centro, el monopolio del cuadrante, ha eludido la ley y de paso ha intentado aniquilar la opción que representaba el Monitor de Gutiérrez Vivó. Los principales dueños de la TV y la radio operando en el país a sus anchas, con las instituciones del Estado a su servicio o, en el mejor de los casos, mirando hacia otro lado.
No caben los adjetivos en este espacio para calificar lo presenciado la semana pasada con motivo de las discusiones en torno a la reforma electoral. Sólo utilizaré uno: golpistas. Los principales dueños de los medios electrónicos, encabezados por la artillería duopólica televisiva, se desnudaron sin rubor frente a la sociedad mexicana para mostrar de lo que son capaces con tal de preservar sus privilegios, conseguidos la mayoría de ellos con presiones, chantajes, esbirros disfrazados de legisladores.
Los días 11 y 12 de septiembre el duopolio televisivo abanderó inusitadamente una lucha “por la libertad de expresión” y lo más interesante fueron los insignes oradores de tal proeza: Paty Chapoy, Javier Alatorre, Pedro Ferriz de Con, Sergio Sarmiento, Joaquín López Dóriga… La noche del 11 de septiembre en el noticiero del Canal 2 ellos eran noticia, sus sentidas preocupaciones había que compartirlas con el público. Nunca antes se les vio defender con tanta vehemencia, y con tanta organización, el derecho a ser escuchados, nunca antes se les vio acusar con tanta energía a la partidocracia.
Al día siguiente, la joya de la corona: Sarmiento leía un comunicado, esta vez desde las montañas de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión, para exigir que en una consulta el pueblo de México opinara sobre la reforma electoral. Ya entonces tenían al Partido Verde y a Convergencia como sus principales aliados.
El duopolio televisivo veía que las comisiones unidas del Senado no echaban para atrás la reforma más importante en la historia de la legislación electoral en los últimos años: sacar al dinero y a los medios electrónicos de las campañas. Eso en pesos y centavos representa que Televisa y TV Azteca ya no obtengan casi 10 por ciento de sus ingresos anuales por los spots que los partidos contrataban durante las campañas.
Sí consiguieron, en cambio, que se modificara el artículo constitucional que prohibía el uso de adjetivos sobre candidatos y partidos (se sugiere ver la contundente argumentación de Paty Chapoy al respecto). Con esto los conductores de noticiarios podrán seguir contribuyendo con sus editoriales a las guerras sucias electorales y, de paso, seguir imponiendo a partidos y candidatos lo que es conocido como “págame para que no te pegue”.
Esta vez los legisladores se vieron sometidos a una de las presiones más vergonzantes de que nos haya tocado ser testigos: la cadena nacional voluntaria. En una larga escena pudimos ver en México lo que sucede en todo el mundo: la relación entre poderes fácticos y poderes elegidos, constitucionales. Sólo que ésta suele darse tras bambalinas, en la oscuridad de las complicidades, en lo privado de las componendas. Así lo resumía el mea culpa de Santiago Creel, hoy presidente del Senado, sosteniendo con vigor la reforma electoral pero asumiendo la sumisión ante Televisa cuando fue secretario de Gobernación.
Hoy los principales partidos políticos han decidido plantarle cara a los golpistas.
El camino ya lo había avanzado la Suprema Corte en el caso de la Ley de Radio y Televisión. Una de las anomias de nuestra incipiente democracia es la fuerza que han alcanzado los concesionarios de los medios frente a los representantes populares.
¿Qué sigue? ¿Que en la siguiente elección tengamos de candidatos presidenciales a Azcárraga o Salinas Pliego? ¿Que desde la TV se incite a la sociedad a destituir al Presidente, a un gobernador o al jefe de gobierno del DF, como ya lo intentó alguna vez Salinas Pliego con Cuauhtémoc Cárdenas?
Hoy los concesionarios de medios electrónicos han hecho múltiples llamados a los ciudadanos a enfrentar a la partidocracia. Han emprendido todas las acciones que caracterizan a los golpistas, en nombre del pueblo y de los más caros valores de la democracia empuñan el poder de la imagen, abusando de la capacidad que tienen para llegar a millones de mexicanos y desde ahí someter a la soberanía constitucional.
Hoy más que nunca los medios de comunicación tienen que someterse al Estado, al interés público; hoy más que nunca los ciudadanos debemos democratizar los medios electrónicos, el duopolio televisivo debe desaparecer y dar lugar a la pluralidad. Los golpistas regresarán si no se les pone un alto.