SERPIENTES Y ESCALERAS
Salvador García Soto
Elba y Jorge: los bombones y la guerra
La reciente y feroz disputa electoral en Baja California fue una batalla más de aquella guerra personal que ha marcado la política nacional en los últimos años. Podría decirse que desde el 2 de julio del 2006, cuando cumplió su cometido de aniquilar y defenestrar a Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo no había vuelto a ocuparse del madracismo, hasta que Jorge Hank Rhon fue nombrado candidato a la gubernatura, y para la maestra se encendió un foco rojo que le anunciaba problemas.
“No podemos permitir que ese señor llegue a la gubernatura. Es una amenaza para el magisterio, tenemos que movilizarnos”, decía Elba Esther en marzo de este año cuando, apoyado en su amistad y compromisos con Madrazo y respaldado por Manlio Fabio Beltrones, Hank Rhon se hacía de la candidatura priísta y comenzaba su turbulenta y millonaria campaña.
Para entonces, la maestra ya había negociado la alianza entre el Panal y el PAN para apoyar a José Guadalupe Osuna y preparaba el eficiente y moderno aparato electoral, con sus sofisticados softwares, mapeos y operativos de promoción del voto, junto con el enorme ejército de maestros —casi 5 mil— movilizados a Baja California.
Elba no tenía un pleito personal con Hank hasta que éste se metió a la disputa entre la maestra y Madrazo. A finales del 2005, cuando empezaba la confrontación abierta entre el tabasqueño y la chiapaneca, una amenaza sutil, al estilo de la mafia, desató la enemistad directa entre la profesora y el hijo del profesor.
El timbre del departamento de Polanco, donde vive Gordillo cuando está en el DF, sonó y en la puerta apareció Noé Rodríguez, antiguo colaborador de la maestra que se había distanciado de ella y que ahora es financiado por Hank. Llevaba un regalo “personal” para Elba de parte de Jorge Hank. Era una caja de finos bombones cubiertos de chocolate, con una tarjeta personal del entonces alcalde de Tijuana y un mensaje directo: “Si te atraviesas en la candidatura de Roberto, te va a llevar la chingada”.
Ese mensaje explica, en parte, por qué Elba Esther veía como una “amenaza para el magisterio” y para ella misma que Hank pudiera ser gobernador y por eso entró, con su efectivo aparato, a enderezar la errática campaña panista.
Pero no sólo a Hank fue a cobrarle facturas la maestra a tierras cachanillas. Junto con el derrotado candidato priísta iban una serie de personajes con los que Elba tiene también cuentas pendientes. Manlio Fabio Beltrones, en la época en que era aliado de Madrazo, se enfrentó también con Elba Esther. Cuando la maestra dejó la CNOP en el 2003, Roberto Madrazo le había prometido a Manlio Fabio que él ocuparía la posición. Pero Elba tenía otros planes e intentó colocar a Roberto Campa al frente del sector popular, primero como interino, pero con la idea de no entregársela a Manlio.
Elba Esther declaró que ella no era “de las cañerías de la política”, frase que indignó tanto a Manlio que comenzó a operar con toda su fuerza para arrebatarle la CNOP. Ya con el pleito escalado, Beltrones tuvo que recurrir al ex presidente Carlos Salinas de Gortari para pedirle que hablara con Gordillo y la hiciera cumplir el compromiso de Madrazo. Salinas los reunió a los dos y trató de parar el encontronazo, pidiéndole a Gordillo que no obstaculizara más el arribo del sonorense al sector popular.
Unos meses después, ya como diputados los dos, Manlio se cobraría esa factura operando, siempre tras bambalinas, el derrocamiento de Elba de la coordinación priísta en San Lázaro.
Por supuesto, la maestra sabía que la candidatura de Hank era una cuota del devaluado madracismo pero que también, en su nueva faceta de factotum del PRI, Manlio estaba detrás de la operación en Baja California. Así que esa batalla la peleó Elba Esther con toda su fuerza y también como un asunto personal; no hay que olvidar que su residencia, donde pasa la mayor parte del tiempo, se encuentra en San Diego, muy cerquita de donde hubiera despachado Jorge Hank Rhon como gobernador, de haber ganado.
Tal vez la maestra no quiso arriesgarse a recibir en su lujosa mansión, al otro lado del Bravo, otra cajita de bombones.
Nota de la Redacción: En la columna de ayer aparece equivocadamente el nombre de Flavio Sosa en lugar de Flavio Galván Rivera, ex presidente del Tribunal Electoral federal. Ofrecemos una disculpa a los lectores y a los implicados.
La reciente y feroz disputa electoral en Baja California fue una batalla más de aquella guerra personal que ha marcado la política nacional en los últimos años. Podría decirse que desde el 2 de julio del 2006, cuando cumplió su cometido de aniquilar y defenestrar a Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo no había vuelto a ocuparse del madracismo, hasta que Jorge Hank Rhon fue nombrado candidato a la gubernatura, y para la maestra se encendió un foco rojo que le anunciaba problemas.
“No podemos permitir que ese señor llegue a la gubernatura. Es una amenaza para el magisterio, tenemos que movilizarnos”, decía Elba Esther en marzo de este año cuando, apoyado en su amistad y compromisos con Madrazo y respaldado por Manlio Fabio Beltrones, Hank Rhon se hacía de la candidatura priísta y comenzaba su turbulenta y millonaria campaña.
Para entonces, la maestra ya había negociado la alianza entre el Panal y el PAN para apoyar a José Guadalupe Osuna y preparaba el eficiente y moderno aparato electoral, con sus sofisticados softwares, mapeos y operativos de promoción del voto, junto con el enorme ejército de maestros —casi 5 mil— movilizados a Baja California.
Elba no tenía un pleito personal con Hank hasta que éste se metió a la disputa entre la maestra y Madrazo. A finales del 2005, cuando empezaba la confrontación abierta entre el tabasqueño y la chiapaneca, una amenaza sutil, al estilo de la mafia, desató la enemistad directa entre la profesora y el hijo del profesor.
El timbre del departamento de Polanco, donde vive Gordillo cuando está en el DF, sonó y en la puerta apareció Noé Rodríguez, antiguo colaborador de la maestra que se había distanciado de ella y que ahora es financiado por Hank. Llevaba un regalo “personal” para Elba de parte de Jorge Hank. Era una caja de finos bombones cubiertos de chocolate, con una tarjeta personal del entonces alcalde de Tijuana y un mensaje directo: “Si te atraviesas en la candidatura de Roberto, te va a llevar la chingada”.
Ese mensaje explica, en parte, por qué Elba Esther veía como una “amenaza para el magisterio” y para ella misma que Hank pudiera ser gobernador y por eso entró, con su efectivo aparato, a enderezar la errática campaña panista.
Pero no sólo a Hank fue a cobrarle facturas la maestra a tierras cachanillas. Junto con el derrotado candidato priísta iban una serie de personajes con los que Elba tiene también cuentas pendientes. Manlio Fabio Beltrones, en la época en que era aliado de Madrazo, se enfrentó también con Elba Esther. Cuando la maestra dejó la CNOP en el 2003, Roberto Madrazo le había prometido a Manlio Fabio que él ocuparía la posición. Pero Elba tenía otros planes e intentó colocar a Roberto Campa al frente del sector popular, primero como interino, pero con la idea de no entregársela a Manlio.
Elba Esther declaró que ella no era “de las cañerías de la política”, frase que indignó tanto a Manlio que comenzó a operar con toda su fuerza para arrebatarle la CNOP. Ya con el pleito escalado, Beltrones tuvo que recurrir al ex presidente Carlos Salinas de Gortari para pedirle que hablara con Gordillo y la hiciera cumplir el compromiso de Madrazo. Salinas los reunió a los dos y trató de parar el encontronazo, pidiéndole a Gordillo que no obstaculizara más el arribo del sonorense al sector popular.
Unos meses después, ya como diputados los dos, Manlio se cobraría esa factura operando, siempre tras bambalinas, el derrocamiento de Elba de la coordinación priísta en San Lázaro.
Por supuesto, la maestra sabía que la candidatura de Hank era una cuota del devaluado madracismo pero que también, en su nueva faceta de factotum del PRI, Manlio estaba detrás de la operación en Baja California. Así que esa batalla la peleó Elba Esther con toda su fuerza y también como un asunto personal; no hay que olvidar que su residencia, donde pasa la mayor parte del tiempo, se encuentra en San Diego, muy cerquita de donde hubiera despachado Jorge Hank Rhon como gobernador, de haber ganado.
Tal vez la maestra no quiso arriesgarse a recibir en su lujosa mansión, al otro lado del Bravo, otra cajita de bombones.
Nota de la Redacción: En la columna de ayer aparece equivocadamente el nombre de Flavio Sosa en lugar de Flavio Galván Rivera, ex presidente del Tribunal Electoral federal. Ofrecemos una disculpa a los lectores y a los implicados.