LOS ABUSOS DE ULISES RUIZ A LOS OAXAQUEÑOS
Alejandro Almazán
El presidente Felipe Calderón recibirá este próximo martes a Irene Khan, la secretaria general de Amnistía Internacional. Cuando estén frente a frente, el expediente que ella entregará será revelador: Atenco, Michoacán, Sinaloa. Pero de manera especial, el reporte sobre Oaxaca, que bajo el título Oaxaca: clamor de justicia, concluye que entre junio de 2006 y abril de 2007 se produjeron violaciones graves de los derechos humanos. El reporte denuncia además que se amenazó y hostigó a defensores de los derechos humanos. Comprobó que algunas de las violaciones fueron obra de policías vestidos de civil y hombres no identificados, autorizados, apoyados o tolerados por las autoridades estatales.Estos son algunos de los testimonios que recibirá Calderón.
I. Los hombres que a Ramiro Aragón Pérez le apagaron cigarros en la frente, le rajaron el cuello y le arrancaron manojos de cabello, lo tildaron de un pinche ignorante. No lo es: se graduó como ornitólogo y ha trabajado en Alaska, en California, en Texas y en Missouri, Estados Unidos. Pero eso poco importaba: había que arrestarlo y torturarlo para debilitar a la APPO.
El día de mi detención (09 de agosto del 2006) salí de trabajar a las 10 de la noche y fui al centro. Entonces me enteré que dos de los tres desaparecidos de ese día eran mis amigos desde la preparatoria. Eso me indignó. Hubo una reunión en la cual solicitaron voluntarios para buscarlos. Y en mi coche salimos mi cuñado (Elionai Santiago Sánchez), su amigo (Juan Gabriel Ríos) y yo. Luego de un rato, como no encontrábamos a nadie, decidimos ir a cenar, pero como tengo una gastritis muy fuerte y no puedo comer cualquier cosa, buscamos un lugar que no fueran taquerías. En una calle nos topamos con un coche. Los ocupantes nos vieron muy feo. Justo dimos vuelta y otro carro que venía atrás se nos atravesó. Era un Nissan de color verde oscuro, no vi las placas. En ese momento bajaron dos hombres armados. Nos sacaron del auto, nos pusieron en contra de la pared y nos pidieron nuestras identificaciones. Después salieron más hombres y nos amarraron de las manos con mecates. Llegó otra camioneta y ahí nos treparon. No te desates hijo de la chingada porque te va peor. Así nos decían. Estuvimos siempre con la cabeza por abajo, yo tenía el pelo largo y me agarraban de ahí.
Nos llevaron a otro lugar y nos cambiaron a una Van. Primero tomaron a Elionai y lo subieron adelante. A Juan y a mí nos subieron atrás y ahí empezaron los golpes. Los golpes fueron puños, patadas, talonazos, pero sólo en la cabeza. Nos golpeaban en la frente y en la nuca. A mí me levantaban la cara y pateaban la cara. De repente uno de ellos pidió una botella. Quiebra una botella, necesito un vidrio, ¿dónde la quiebro? Y por los gritos de Elionai entendí que lo estaban torturando con el vidrio quebrado (le cortaron una oreja sin llegar a mutilársela, casi lo estrangularon y le hundieron los nudillos en el abdomen, costillas y rostro). Empezaron a intimidarnos: nos decían que nos iban a matar, que iban a ir a por nuestras familias, que iban a violar mi esposa, y que a nosotros también nos iban a violar. El vehículo seguía avanzando. Luego se paró y nos bajaron sangrando para subirnos a una patrulla del Estado.
Los asaltantes hicieron varias llamadas a las autoridades y, media hora después, entregaron a los tres hombres molidos a puñetazos a policías estatales que esperaban en una calle lateral. De ahí los trasladaron a la prisión de Ejutla, donde un médico tomó sus nombres y nada más: no les facilitó asistencia alguna. A la mañana siguiente, un doctor de la PGR los examinó rápidamente. Ni siquiera los entrevistó ni efectuó una evaluación exhaustiva de los traumas físicos y psicológicos.