ENTONCES? ES LA MISMA GATA SOLO QUE REVOLCADA
Rubén Lara Leon
Cuando en el año 2000 el PAN desplazó al PRI del Poder Ejecutivo, después de que éste lo ejerció durante 70 años, muchos nos preparamos para afrontar el cambio que significaría vivir gobernados por la derecha, que no en balde había sido la oposición más importante y crítica de las acciones gubernativas del viejo partido.
Transcurridos casi 7 años de gobiernos azules, es difícil encontrar las diferencias. En realidad el sello de las acciones administrativas es prácticamente el mismo, salvo pequeños matices que apenas sirven para caracterizar débilmente las muy escasas divergencias entre ambos sistemas.
Así, vemos hoy una feroz andanada contra el sindicalismo no alineado, aunque no sea estrictamente independiente, frente a un apapacho desmesurado y extremadamente concesivo a los corporativos gremiales que pregonan, con muy poca consideración al régimen que encumbraron con sus malas artes electorales, la enormidad de la deuda que para con ellos tiene el detentador del Poder Ejecutivo.
Ello se hace bajo el pretexto de un ordenamiento de los factores de la producción que en realidad empieza a propiciar su desequilibrio, y cuyos efectos serán necesariamente negativos, con la consecuente alteración de la paz social, de suyo tan precaria.
No pueden preservarse privilegios indebidos a líderes venales y poco representativos de los intereses de sus afiliados, afectando al mismo tiempo el esquema de agrupación colectiva en otros estancos a los que se considera no afines al proyecto; serán inevitables las consecuencias de este error.
En cuanto a la clase patronal, sigue siendo otra de las receptoras privilegiadas de las políticas del Ejecutivo; apenas mostraron oposición al CETU y algunos otros aspectos de la propuesta de reforma fiscal, cuando el presidente Calderón salió inmediatamente a ofrecer enmiendas y reconsideración para despejar la causa del malestar.
Cuánto contraste entre esta obsecuencia y la dureza con la que se asumió la oposición a las reformas a la ley del ISSSTE por un amplio número de trabajadores del Estado, cuyos argumentos no han merecido más que descalificaciones y amenazas de las altas esferas públicas.
Otra coincidencia es el pragmatismo a ultranza para alcanzar fines específicos, aunque luego se patee a los aliados ocasionales, meros instrumentos para obtener propósitos concretos que una vez logrados hacen abandonar lealtades y coincidencias. Así se explica el maridaje de hoy con los priístas; ya habrá tiempo para retomar la verdadera opinión que de ellos se tiene.
La sumisión a los dictados de los jerarcas eclesiásticos es otro signo compartido, aunque hoy vemos multiplicada la presión por parte del clero, envalentonado al saber que tiene subordinados ideológicos al frente del Estado. Finalmente, se comparte una gran intolerancia y una tendencia inmediata a la represión para acallar demandas sociales, manifestaciones públicas o cualquier oposición que vaya en contra de lo definido como correcto por el régimen.
La creciente militarización es muestra clara de esta intolerancia. Los gobernantes prefieren vivir aislados del pueblo y sólo se sienten seguros mientras más cercados estén por uniformes, armas y muros.
Como se ve, el tan anhelado cambio sigue siendo una utopía.