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miércoles, 18 de julio de 2007

FeCAL Y SU CUENTO CHINO

¿Cuentos chinos?

jenaro villamil

México, D.F., 17 de julio (apro).- Un día después de que El Universal dio a conocer una larga misiva, de 17 cuartillas, escrita presuntamente por el empresario chino Zhenli Ye Gon y en vísperas de la “bomba informativa” anunciada por los abogados de éste personaje, prevista para mañana, el presidente Felipe Calderón volvió a subirse al ring para decretar que lo dicho por el fabricante e importador de pseudoefedrina es una “versión ridícula”; “es un cuento chino decir que ese dinero iba a ser para la campaña de 2006”.

Con un gesto de sorna y acompañado por el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, Calderón también asumió funciones de juez y adelantó un veredicto de una investigación que, hasta donde se sabe, aún está en curso: “Este señor estará tras la cárcel”.

Si el contrataque de Calderón es producto también de una asesoría de Dick Morris, el estratega de comunicación política norteamericano que tuvo la modestia de compararse con Maquiavelo y escribir El Nuevo Príncipe, realmente no estamos ante un cuento chino, sino ante un enredo de dimensiones imparables.

En primer lugar, porque han sido los propios integrantes del gabinete de Calderón –destacadamente el procurador Eduardo Medina Mora y el secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón-- quienes han colocado el tema en la agenda de todos los medios de comunicación, principalmente en la televisión.

En segundo término, si el señor Ye Gon no ha demostrado hasta ahora sus dichos, ¿por qué tanto nerviosismo y una reacción tan desmesurada por parte del titular del Ejecutivo que, por cierto, olvidó que nuestro país tiene relaciones con China y cualquier referencia xenófoba puede tener implicaciones negativas en materia comercial y diplomática? ¿O estamos acaso en la ruta foxista de romper relaciones diplomáticas no sólo con Cuba y Venezuela, sino también con la potencia asiática porque uno de sus ciudadanos ha resultado incómodo?

Un principio elemental de comunicación política es la ponderación. En el escándalo de Ye Gon, las autoridades mexicanas han hecho todo para enredar y acrecentar el caso. La segunda intervención pública de Calderón en relación con este caso, sólo despierta suspicacias y genera el efecto contrario al esperado.

En tercer lugar, la pregunta fundamental sobre el destino de los 205 millones de dólares incautados por la procuraduría y que después “aparecieron” en el Bank of América, “por razones de seguridad”, también han generado nuevas sospechas. Cualquier estudiante de derecho penal sabe que si no existe una orden de un juez ningún bien o dinero constitutivo de un presunto delito puede ser utilizado. ¿Desde cuándo millones de dólares que constituyen parte de un presunto delito de narcotráfico son depositados como si fueran fondos de inversión? ¿Por qué no se ha informado puntualmente cómo se hizo el traslado de Banjército a la banca norteamericana?

Son demasiadas preguntas hilvanadas como para que Zhenli constituya un simple “cuento chino”.

Por si fuera poco, las misivas del empresario nacido en Shangai también revelan que, en su caso, fue una práctica “normal” destinar dinero a campañas políticas y que él se ostentaba como “senador honorario del partido mexicano PRI”. Incluso, Zhenli menciona que tiene dos credenciales expedidas por el Senado y reconoce que, en los últimos dos años, “hice un esfuerzo por ayudar a financiar exitosamente la campaña del PRI al gobierno del estado de Veracruz”.

La segunda parte de la misiva de Zhenli es un relato pormenorizado sobre la famosa incursión de la Agencia Federal de Investigaciones en su domicilio y cómo decomisaron más de 200 millones de dólares. El empresario niega todo vínculo con el narcotráfico, pero sí confirma que está en proceso de construcción una fábrica de su propiedad en el estado de México.

Dos párrafos de esa misiva constituyen el punto fundamental del escándalo político-electoral del caso:

“La enorme cantidad de efectivo en mi casa es de fuente desconocida, fondos secretos subterráneos de Javier y Luis (sic), con el propósito como ellos lo dijeron de usarlo en la elección presidencial mexicana, usando el dinero y las armas a su disposición. Ya tenían toda clase de preparativos.

Una vez que la campaña de su partido político fue derrotada, podrían usar el dinero en sus manos para acosar el mercado de dinero de México; destruir el orden económico de México; usar sus armas para perseguir actividades terroristas; crear inestabilidad social y agitación; forzar al nuevo gobierno con base en una administración incompetente para lograr su meta de un cambio de régimen. Si su campaña ganaba, podrían usar mi casa como el sitio de lavado de dinero a través de su gobierno a nombre de un decomiso antidrogas; limpiar su dinero subterráneo, protegiendo sus intereses”.

Si todo esto es un tremendo “cuento chino”, la única manera de deshacer el entuerto es una investigación clara, puntual y transparente sobre la ruta del dinero, no sobre la ruta de un escándalo imparable.