CUANDO LA HORMONA SE LES ALBOROTA A LOS CURAS SE VUELVEN PEDERASTAS
Uno de los personajes más ligados al cardenal, Roberto O´Farril, conductor de programas religiosos televisivos, resumió en un artículo, que hizo suyo la Conferencia del Episcopado Mexicano, lo que la jerarquía piensa respecto del aborto:
“Entre las ratas, cuando su población crece o cuando disminuyen las oportunidades alimentarias, surgen conductas verdaderamente repugnantes. La primera reacción animal ante la falta de alimento consiste en que las ratas que se encuentran en periodo de gestación devoran ellas mismas a sus propios hijos al momento de nacer. El espectáculo es espeluznante, pues siempre quedan restos y fragmentos de los cuerpos de los recién nacidos, en medio de su propia sangre”.
Si la crisis de alimento persiste, continúa el exégeta del arzobispo Rivera, “aparece la segunda reacción animal consistente en la implementación de prácticas homosexuales entre las ratas adultas en edad reproductiva. De continuar la escasez de alimentos o las situaciones adversas que las provocan, esa misma comunidad de roedores pasa a la aplicación de la tercera reacción durante la que las ratas jóvenes matan a las ratas viejas, a veces aislándolas del acceso del alimento, otras veces segregándolas de la comunidad y otras, las más de las veces, con la práctica del asesinato para devorarlas en vida”.
El ideólogo católico, con su prosa inmejorable, lleva el drama al clímax cuando narra que la última reacción no conoce límites “pues se lanzan unas contra otras, las ratas sobrevivientes, en una masacre que termina por exterminar a toda esa comunidad, de la que solamente quedan los restos del salvajismo animal ajeno a la civilización y a la moral, que suelen ser reguladoras de la convivencia”.
Al final, la moraleja inevitable con tono científico y lógica impecable: “La observación de la naturaleza conviene a la criatura humana para el conocimiento de su entorno, para medir sus posibilidades y evitar las conductas que, sumadas a su carácter de ser contingente expuesto a accidentes y vicisitudes, pudiesen desviarlo hacia su propia destrucción, pues un principio creacional dicta que todo ser quiere ser, excepto, claro está, las ratas”.
¿Dónde queda entonces, el reconocimiento que la Iglesia Católica quiere para la mujer? Asegura que este sector debe ser valorado y rescatado de “toda visión machista, excluyente y discriminatorio en lo que se refiere a su dignidad de persona”. ¿Resulta válido equiparar el comportamiento de aquellas que optan por el aborto con el de las ratas?
Según el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, la ley que está a punto de discutirse “promoverá el libertinaje sexual” y ante ello, dice el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, “si no luchamos para impedir estas leyes, mañana estaremos llorando por habernos convertido en cómplices de asesinos”.
El argumento al que apelan los prelados católicos tiene su base en el quinto mandamiento de la ley de Dios: no matarás. Y a partir de él, según la Arquidiócesis de Guadalajara, el aborto no es más que “la muerte del producto de la concepción en cualquier momento de la preñez; es la muerte intencional de un ser indefenso. No le busquemos más definiciones. A las cosas hay que llamarlas por su nombre, se trata de un homicidio, de privar de la vida a un semejante, por más pequeño que éste sea”.
Tamaña ilegalidad, para la Curia, “no se comparte, encierra una delictiva intención de asesinar a quien tiene un derecho elemental a la vida, y no tiene la mínima oportunidad de defenderse”.
No obstante, la Arquidiócesis a cargo del cardenal Sandoval Iñiguez admite que científicamente es “muy difícil demostrar que el bebé ya responde a los estímulos. Sólo una mujer embarazada sabe que esto es real”. Así que “asegurar que un feto no siente, que es un montón de células, es como decir que un botón de flor no es una flor, a pesar de que sus hojas aún no se abran y tampoco se pueda ver el color real que tendrá”.
EL CHAMUCO