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viernes, 27 de abril de 2007

EL CLERO Y LOS YUNQUISTAS QUIEREN A LAS MUJERES COMO ESCOPETAS DE RANCHO ...

Cargadas y en el rincón


De la redacción.- En el debate sobre el aborto, los jerarcas católicos y sus personeros han recurrido a exabruptos y metáforas insultantes que demuestran la misoginia que la Iglesia esconde detrás de sus muros.

Para esta ocasión, El Chamuco compiló algunos de los “argumentos” que los representantes de la institución utilizan para refutar la iniciativa de ley que este martes entra a discusión en la Asamblea legislativa del Distrito Federal.

Más allá de la calidad moral de los principales opositores a los cambios normativos –el cardenal Norberto Rivera Carrera, acusado en Los Angeles, California, de presunto encubrimiento a un sacerdote pederasta, y el dirigente nacional de Provida, Jorge Serrano Limón, inhabilitado durante 15 años para ejercer como servidor público, por desviar recursos públicos, para adquirir ya saben qué--, resaltan las frases “celebres” de quienes equiparan la interrupción de un embarazo con el holocausto, por ejemplo.

Para el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, en estos momentos el vientre de una madre se convirtió en el “lugar más peligroso” por la “persecución de gobiernos, de las leyes y la inconciencia de las muchas madres que no piensan, que no reflexionan las consecuencias del libertinaje sexual, y después quieren remediar haciendo pagar las consecuencias al menos culpable, al más inocente, que es el niño concebido”.

Y si el aborto es, como define el obispo de Valle de Chalco, Luis Artemio Flores Calzada, la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va desde la concepción hasta el nacimiento, entonces por qué, se pregunta, “se protegen los huevos de tortuga y no a un ser humano en su etapa inicial de vida”.

Nuestra legislación –argumenta sin entrar en especificaciones—“protege, inclusive desde su etapa embrionaria, a especies animales en peligro de extinción y sería muy grave que no lo hiciera con el ser humano”.

Las carencias o deficiencias de las personas y de la sociedad, en el campo de la salud, insiste, “nunca justifican acciones abortivas que sólo abren más la puerta a la degradación moral, que amenaza con hacer estragos en la sociedad”.

Desde el siglo I, sostiene el prelado, recordándonos involuntariamente el atraso ideológico de la Iglesia, “ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado”. Por tanto, esta enseñanza, veinte centurias después, no ha cambiado, permanece invariable. Así, sostiene, “el aborto es un crimen que ninguna ley humana puede pretender legitimar”.

EL CHAMUCO