LOS JUDAS, LOS HERODES Y LOS PILATOS, Y ELLOS QUE SON?
Otro gran exponente de las tesis católicas, el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, se inspira y equipara a los asambleístas que buscan legitimar el aborto durante las doce primeras semanas de gestación, con Judas, Herodes y Pilatos.
Asegura que hay “muchos judas elegidos por el pueblo que traicionan su vocación” y “con un beso a la salud de las mujeres disimulan su traición”. Pero también son “verdaderos judas los médicos y cuantos lucran con el aborto provocado”. Considera que “lo que les importa es el dinero, no la vida de las mujeres y de los niños concebidos”. A todos ellos les recuerda cómo terminó el apóstol de Jesús: “ahorcándose desesperado, porque no aguantó el remordimiento”.
Herodes, en tanto, “abusó de su poder para mandar destruir a seres inocentes. No se manchó físicamente las manos, pero sus órdenes fueron asesinas. Es lo mismo que sucede hoy. Autoridades y legisladores, amparados en su fuerza política y arropados por grupos muy activos, abusan de su dominio mayoritario para legitimar el exterminio de miles y millones de seres humanos frágiles e indefensos”.
Les pregunta: “¿por qué insisten sólo en cuidar la salud pública, en proteger a la mujer embarazada, lo cual siempre es encomiable, y no defienden con la misma convicción la vida de un ser humano concebido en el seno materno? ¿Por qué son tan parciales defendiendo a la mujer y no a los niños y niñas, fruto de sus entrañas?”.
Hoy también puede haber legisladores y autoridades que quizá estén convencidos de que ampliar las causales para despenalizar el aborto no sea lo justo, pero –cuestiona– ceden a las presiones, se lavan las manos y, por temor a perder su puesto y su sueldo –equiparando su actuar con el del Pilatos, cuando ordenó la tortura y crucifixión de Jesús–, no luchan por defender el derecho a nacer que tienen los concebidos”.
El feto es, sostiene el obispo, un ser humano aunque tenga un segundo de existencia, pues desde el momento en que se unen el óvulo y el espermatozoide “empieza un nuevo ser, distinto a la madre, con todos sus derechos, el primero de los cuales es la vida”.
De tal manera que, precisa, “es una aberración y una ignorancia culpable, afirmar que la mujer es dueña de su cuerpo y que se puede deshacer del feto que lleva en su seno. Este no es responsable de los deslices de la madre. Además, no somos dueños de nuestro cuerpo, sino administradores del mismo”. El feto, aunque está en el cuerpo de la mujer, es una persona distinta”.
Y remata con un símil entre los romanos y quienes pugnan por despenalizar el aborto en la Ciudad de México: San Pablo incluyó el homicidio entre los “signos de depravación” de los primeros, a quienes calificó de estar “llenos de toda injusticia, perversidad, maldad, henchidos de homicidio, de engaño, de malignidad, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, insanos, desleales, despiadados…”
Tras este alegato, invita a los ciudadanos a indagar, al emitir su voto, si elegirán a gobernantes y legisladores abortistas, pues corren el riesgo de convertirse en “colaboradores, quizá ingenuos, de asesinatos exterminadores que nada se distinguen de los crímenes perpetrados por Adolfo Hitler”.
Al cardenal Norberto Rivera Carrera, el príncipe de la Iglesia Católica, en vísperas de sufrir otra derrota política y a punto de que el Vaticano se lo lleve de México, antes de que un juez estadounidense se le adelante, le resulta fácil discernir sobre el papel de la mujer. Advierte que desde la perspectiva de la Iglesia, ha sido encomendada por Dios para ser madre y esposa. “Pienso en tantas mujeres que renunciando a sus proyectos profesionales se dedican con abnegación a la educación de sus hijos y hallan en esta noble tarea felicidad y realización”.
Coincide con el documento base para la V Conferencia del Consejo Episcopal Latinoamericano –recientemente dado a conocer- en donde se afirma que las mujeres no son valoradas en su dignidad y quedan con frecuencia solas y abandonadas, a la vez que su “urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes de un feminismo ideológico, marcado por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el espectáculo, que es capaz de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes”.
Sin embargo, a las dos instancias se les olvida mencionar que la institución en donde más se somete y degrada a las mujeres, es, precisamente, la Iglesia Católica. Un ejemplo es cómo la Arquidiócesis de México minimizó el pasado 2 de abril el problema que en materia de salud pública representan los abortos clandestinos. Es falso, aseguró, que en el país se practiquen 500 mil de estas intervenciones, como alegan organizaciones sociales y el mismo Consejo Nacional de Población. “La manipulación de las cifras es una gran deshonestidad en esta temática. Es prácticamente imposible que se realice tal número, pues equivaldría a uno por cada segundo durante los 365 días del año” según sus cifras.
Para el prelado es cuestionable que en nombre de los derechos de la libertad individual, diputados capitalinos pretendan “justificar” que el estado, mediante los servicios de salud pública, pueda practicar delitos “equiparables a un homicidio y justificar la impunidad”.
EL CHAMUCO