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martes, 17 de abril de 2007

CAMPOS ELISEOS

Katia D’Artigues Beauregard


Ernestina Ascencio, su extraña muerte

17-abril-2007

“Los militares se me echaron encima”, esas fueron las últimas palabras que escucharon los hijos de Ernestina Ascencio Rosario, la mujer nahua de 73 años que un día al llevar a pastar a sus ovejas fue violada de forma tumultuaria.


Sí, así como lo ven, el ataque ocurrió la tarde del domingo 25 de febrero en Tetlazinga, en la sierra de Zongolica de Veracruz y se ha vuelto un tema por demás polémico.

Hasta el momento existen dos versiones, que cada vez resultan más contradictorias: la de la propia Ernestina, testigos, autoridades municipales, médicos y enfermeras que aseguran se trató de una violación; y la de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el presidente Felipe Calderón.

Encontré un compendio muy completo sobre las notas que diversos medios han publicado en torno al caso Ernestina. Bien valdría la pena echarle un vistazo para conocer cómo se ha ido desarrollando.

Mientras tanto les trataré de resumir las contradicciones, dimes y diretes entre autoridades municipales, federales y la familia de la mujer que se ha mantenido en pie de lucha por conseguir justicia.

Los familiares han relatado que después de la agresión, trasladaron a Ernestina a un servicio médico de la comunidad, pero por su grave estado de salud la llevaron a un hospital en Río Blanco donde murió la madrugada del 26 de febrero. El diagnostico que los médicos ofrecían era: heridas por sujeción en brazos y muslos, diversas lesiones en genitales y ano.

La reacción de las autoridades municipales no se dejó esperar y empezaron las especulaciones, pues declararon que la muerte de la anciana podría tratarse de un posible mensaje de escarmiento hacia el agente municipal de Mexcala que tres semanas antes del “asesinato” se había quejado del comportamiento de los soldados con el jefe del cuartel de Orizaba.

Entre las acciones realizadas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos estuvieron la de pedir a la Procuraduría estatal exhumar el cadáver (cuatro días después de su muerte) para tomar muestras y ofrecer un nuevo dictamen, y aún cuando no se conocían los resultados oficiales, Felipe Calderón adelantaba que la causa de la muerte de Ascencio era gastritis crónica.
El asesinato de Ascencio se convirtió en el número 35 en Veracruz, en un periodo de 14 meses, según estudios realizados por el Colectivo Feminista Ciuahtlatolli.

Las declaraciones de Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa, ofrecían una esperanza para los familiares, porque de comprobarse la actuación de militantes en la muerte de Ascencio, recibirían su castigo. También para ganar algo de credibilidad, explicaba que la PGR analizaría muestras de sangre y semen de los soldados ubicados en el lugar, y los resultados se entregarían en 20 días (ya se venció el plazo).

A finales de marzo José Luis Soberanes, presidente de la CNDH aseguraba en un comunicado que el deceso fue a causa de un problema digestivo de úlcera gástrica y hemorragia interna y no por violación de militares, aceptando la versión a destiempo ofrecida por Calderón.

Pero ¿han visto la foto? Hay sangre alrededor de la cabeza de la anciana, es evidente que no se trata de problemas digestivos como lo han asegurado las autoridades.

Cuando se dio a conocer el dictamen de la segunda necroscopia, diversos grupos exigían se realizaran los estudios con peritos extranjeros, pues aseguraban que en nuestro país existe poco personal para detectar agresiones sexuales.

Y es que los militares han hecho de las suyas no sólo en Veracruz. Hay que recordar la ocupación en Chiapas, y la petición que hizo la Comisión de Concordia y Pacificación de la pasada legislatura, de permitir el libre tránsito de indígenas en sus poblados y otros casos de ultraje a mujeres que han quedado impunes como los de Inés Fernández y Valentina Rosendo Cantú, indígenas tlapanecas que en el 2002 fueron agredidas sexualmente por castrenses.

La propia directora del Inmujeres, María del Rocío García Gaytán, descalificó la acusaciones que hizo Ascencio antes de morir porque no fueron en español, “fue en náhuatl y estaba moribunda, ya no tiene uno fuerza en la voz”, eso si que es para llorar. Y respaldó una vez más la versión de Calderón. Ante la poca atención por parte de la CNDH, los habitantes de la sierra Zongolica se reunieron para exigir la renuncia de Soberanes, porque, afirman, miente al decir que Ascencio murió por enfermedad. De la misma forma priístas y perredistas han hecho a un lado sus diferencias partidistas para alzar la voz en contra de esta muerte que no termina por esclarecerse.

La Asamblea General de Comunidades del Pueblo Náhuatl de Zongolica mandó el viernes santo un escrito al Presidente Calderón en el que solicitaban una audiencia para que familiares de la víctima sean recibidos en Los Pinos con el único fin de aclarar la situación sin intermediarios. Hasta hoy no ha habido tal.

La semana pasada la Cámara de Diputados dio a conocer que citaría al presidente de la CNDH a comparecer para que explique ante las comisiones de Equidad y Género, Justicia y Derechos Humanos, las investigaciones realizadas para aclarar la muerte.Eso sí, ayer Soberanes dijo que “no se pondrá como verdulera” contestando todas aquellas críticas que le hacen por su labor.

Sin duda es un tema lleno de contradicción y muchas interrogantes sin resolver, hay que esperar a ver qué dice ahora José Luis Soberanes.