A QUE LE TEME BUSH?
Raúl Cremoux
Como si fuera una escala técnica, George W. Bush pasó por Yucatán.
De su avionzote se metió en una limusina blindada que lo llevó a una hacienda tan hermosa como custodiada. Su gira por la olvidada América Latina tuvo como nota de común denominador, el rechazo de grupos que no han entendido que él es un paladín de la democracia y la libertad.
Admitido por Aznar, lo mismo que por Blair y el propio Bush que en Irak no hubo nunca armas de destrucción masiva, que fue el motivo para invadir ese país, no quedaba otra que alzar la bandera de un mundo mejor en la medida que la reconstrucción permitiera suculentos negocios para los inversionistas y contratistas yanquis, incluido en forma preferencial a David Cheney, el vicepresidente.
Esa que ha sido la preocupación fundamental y también el alma de su legitimación, hicieron que los pueblos e intereses al sur de su frontera no contaran para nada, solo en la aritmética del descontento: Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Argentina.
Las naciones visitadas ofrecían de antemano una buena dosis de docilidad y un cálculo mínimo de manifestaciones en contra. La gira debía mostrar una cara amable en la que las demostraciones contrarias fuesen apenas notadas. Tal fue el perfil que ofreció en Yucatán gracias a un despliegue de seguridad a la altura del temor de sus guardianes.
En un nivel secundario, quedó lo esencial: establecer acuerdos positivos para las dos naciones dado que, hace cuatro años, Bush se refirió a nuestro país como la principal relación bilateral que tendría.
Y es que sentía una especie de identificación con la estatura, el corte tipo vaquero y las botas texanas de Fox. Seguramente también con la misma visión lineal de un mundo que pensaban redondo y punto.
Ahora la situación le ha de haber parecido distinta a Bush: de entrada el presidente Calderón le dijo lo que bien sabemos: el consumo de drogas es lo que motiva el tráfico de las mismas a los Estados Unidos. Mientras ellos sigan con el vicio, el asunto continuará. Se le añadió otra verdad de a kilo: las armas de alto poder en manos de la delincuencia mexicana, vienen del norte.
Estas premisas que debieron ser planteadas por los presidentes mexicanos, esperaron lustros hasta que fueron planteadas, lo cual no significa que serán resueltas. Como tampoco resolverán nada con la forma de resguardar que tiene la Casa Blanca a su inquilino. ¿Cuál es el tamaño del miedo de Bush? Debe estar en la multiplicación de terroristas que su política exterior ha creado; en el número de muertos y baldados generados por la invasión a Irak y por supuesto, por las afrentas que ha hecho al mundo musulmán.
Contra nosotros sólo ha erigido un muro, igual que lo hicieron los dirigentes dictatoriales de la que fue Alemania del Este y la otrora poderosa URSS con la otra parte de Alemania. El muro le quitará como ya ocurre, mano de obra barata a los empresarios yanquis y le restará beneficios de diverso orden. Si no tuviera ese temor paranoico, Bush debiera expresar agradecimiento a nuestro país.