DETRAS DE LA NOTICIA
Ricardo Rocha
Del sida y otros demonios
Me veo obligado a hablar de ello porque ya se convirtió en debate público. De otra suerte, sería incapaz de usar este espacio para referirme a mi trabajo profesional. Se trata de tres programas que presenté en la serie Reporte 13 de TV Azteca en diciembre pasado. Básicamente, se trataba de exponer las tesis de los llamados "disidentes del sida"; unos 5 mil científicos de todo el mundo (ahí están sus sitios en internet) que se oponen a la creencia generalizada de que el sida es causado únicamente por la infección transmitida por el denominado VIH, del cual incluso cuestionan su existencia como tal, porque -afirman- no hay pruebas científicas de ello.
Por supuesto, ninguno de estos expertos se atrevería jamás a cuestionar el sida y sus efectos mortales. Nadie, en ninguno de los programas que presenté, sugirió siquiera que los afectados suspendieran sus tomas de medicamentos antirretrovirales y mucho menos que el público en general deje de usar condón. Es más, son 17 las ocasiones en que se pronuncian claramente sobre ambas posibilidades. Igual, en las conclusiones establezco claramente que no es ni será ese el propósito. Más aún, en los programas entrevisté también al director del Censida, Jorge Saavedra, quien obviamente defendió la tesis tradicional sobre el sida y me tomó el pelo con una supuesta foto del VIH que todos mis amigos científicos -hasta mi dentista- identificaron de inmediato como una simple célula infectada.
Aun así, desde principios de año empecé a reunirme con activistas, funcionarios y expertos mexicanos del sida que me manifestaron su desacuerdo con lo dicho en los programas. Les ofrecí un debate con los especialistas originales a quienes había yo ido a entrevistar inicialmente: Christine Maggiore, de Los Ángeles, autora de ¿Qué tal si todo lo que te han dicho sobre el sida fuera falso?, declarada serpositiva hace 15 años, quien hace vida conyugal con su marido -siempre seronegativo- y tiene un hijo; Charles Gesheckter, de la Universidad de California, quien ha realizado notables investigaciones de campo en África sobre el fenómeno del sida; Roberto Giraldo, infectólogo del Presbiterian Hospital de Nueva York; y Roberto Stock, experto en anticuerpos del Instituto de Biotecnología de nuestra UNAM en Cuernavaca.
Aunque en principio el debate quedó plenamente consensado, para mi sorpresa una semana después me dijeron que siempre no, "que no querían engordarles el caldo a esos charlatanes", a los que yo a mi vez ya había invitado al debate en el DF. El asunto llegó al propio secretario de Salud, quien designó a su subsecretario, Mauricio Hernández. Con él pacté el debate y las condiciones, incluso en conferencias telefónicas con algunos de los participantes que la propia Secretaría de Salud designó. Me pidieron además un programa previo ellos solos como derecho de réplica y aceptamos. En paralelo comenzó una campaña denostatoria con tintes tragicómicos. En cuanto espacio han podido, activistas y funcionarios nos han acusado de criminales a la empresa y a mí por promover el no uso del condón y la suspensión de la toma de antirretrovirales. Pero lo más sorprendente es que no pocos colegas de medios electrónicos envueltos en los colores patrios se han sumado a esta histérica campaña sin haber visto ni un minuto de nuestros programas, de otra manera no me explico lo que han dicho, a menos que sea otra la intención.
El caso es que el día de la grabación de los programas de réplica y debate me ocurrió lo que nunca antes. En el primer programa el grupo de funcionarios de Salud, despotricando, injuriando y descalificándonos hasta donde se les dio la gana durante 50 minutos, para luego anunciarme que ya se iban y no se quedaban al debate pactado porque los otros no estaban a su altura. Así nada más: pegamos y nos vamos; lo planeamos porque somos muy listos; sí, somos chantajistas y qué.
Obviamente, TV Azteca y yo decidimos que su sainete pasara al aire tal cual. Y también, por supuesto, un debate con las sillas vacías de los que se rajaron. Por cierto, entrevistaré al profeta de la tesis tradicional, el doctor Robert Gallo, nada menos que codescubridor del VIH, quien sin las estridencias de aquí adentro me ha pedido hacer algunas aclaraciones. Por supuesto que iré. Siempre es bueno orearse el coco y evitar las reumas de los escritorios.
Me veo obligado a hablar de ello porque ya se convirtió en debate público. De otra suerte, sería incapaz de usar este espacio para referirme a mi trabajo profesional. Se trata de tres programas que presenté en la serie Reporte 13 de TV Azteca en diciembre pasado. Básicamente, se trataba de exponer las tesis de los llamados "disidentes del sida"; unos 5 mil científicos de todo el mundo (ahí están sus sitios en internet) que se oponen a la creencia generalizada de que el sida es causado únicamente por la infección transmitida por el denominado VIH, del cual incluso cuestionan su existencia como tal, porque -afirman- no hay pruebas científicas de ello.
Por supuesto, ninguno de estos expertos se atrevería jamás a cuestionar el sida y sus efectos mortales. Nadie, en ninguno de los programas que presenté, sugirió siquiera que los afectados suspendieran sus tomas de medicamentos antirretrovirales y mucho menos que el público en general deje de usar condón. Es más, son 17 las ocasiones en que se pronuncian claramente sobre ambas posibilidades. Igual, en las conclusiones establezco claramente que no es ni será ese el propósito. Más aún, en los programas entrevisté también al director del Censida, Jorge Saavedra, quien obviamente defendió la tesis tradicional sobre el sida y me tomó el pelo con una supuesta foto del VIH que todos mis amigos científicos -hasta mi dentista- identificaron de inmediato como una simple célula infectada.
Aun así, desde principios de año empecé a reunirme con activistas, funcionarios y expertos mexicanos del sida que me manifestaron su desacuerdo con lo dicho en los programas. Les ofrecí un debate con los especialistas originales a quienes había yo ido a entrevistar inicialmente: Christine Maggiore, de Los Ángeles, autora de ¿Qué tal si todo lo que te han dicho sobre el sida fuera falso?, declarada serpositiva hace 15 años, quien hace vida conyugal con su marido -siempre seronegativo- y tiene un hijo; Charles Gesheckter, de la Universidad de California, quien ha realizado notables investigaciones de campo en África sobre el fenómeno del sida; Roberto Giraldo, infectólogo del Presbiterian Hospital de Nueva York; y Roberto Stock, experto en anticuerpos del Instituto de Biotecnología de nuestra UNAM en Cuernavaca.
Aunque en principio el debate quedó plenamente consensado, para mi sorpresa una semana después me dijeron que siempre no, "que no querían engordarles el caldo a esos charlatanes", a los que yo a mi vez ya había invitado al debate en el DF. El asunto llegó al propio secretario de Salud, quien designó a su subsecretario, Mauricio Hernández. Con él pacté el debate y las condiciones, incluso en conferencias telefónicas con algunos de los participantes que la propia Secretaría de Salud designó. Me pidieron además un programa previo ellos solos como derecho de réplica y aceptamos. En paralelo comenzó una campaña denostatoria con tintes tragicómicos. En cuanto espacio han podido, activistas y funcionarios nos han acusado de criminales a la empresa y a mí por promover el no uso del condón y la suspensión de la toma de antirretrovirales. Pero lo más sorprendente es que no pocos colegas de medios electrónicos envueltos en los colores patrios se han sumado a esta histérica campaña sin haber visto ni un minuto de nuestros programas, de otra manera no me explico lo que han dicho, a menos que sea otra la intención.
El caso es que el día de la grabación de los programas de réplica y debate me ocurrió lo que nunca antes. En el primer programa el grupo de funcionarios de Salud, despotricando, injuriando y descalificándonos hasta donde se les dio la gana durante 50 minutos, para luego anunciarme que ya se iban y no se quedaban al debate pactado porque los otros no estaban a su altura. Así nada más: pegamos y nos vamos; lo planeamos porque somos muy listos; sí, somos chantajistas y qué.
Obviamente, TV Azteca y yo decidimos que su sainete pasara al aire tal cual. Y también, por supuesto, un debate con las sillas vacías de los que se rajaron. Por cierto, entrevistaré al profeta de la tesis tradicional, el doctor Robert Gallo, nada menos que codescubridor del VIH, quien sin las estridencias de aquí adentro me ha pedido hacer algunas aclaraciones. Por supuesto que iré. Siempre es bueno orearse el coco y evitar las reumas de los escritorios.