ASIMETRIAS
Fausto Fernández Ponte
Los Cien Días
I
El sexenio de Felipe Calderón ha alcanzado los cien días primeros de existencia y, a la luz de los hechos y sucedidos en ese lapso, los mexicanos hemos visto desplantes espectaculares ineptitud política y una proclividad al totalitarismo.
Ambas expresiones --ineptitud y raptos totalitarios-- son asaz preocupantes, desde la perspectiva de no pocos mexicanos, aunque otros connacionales no lo registran de esa misma guisa aplauden esos indicios conturbadores.
Y entre esos dos polos --los preocupados y los aplaudidores-- se localiza un grueso mayoritario de ciudadanos a quienes lo que haga o no haga el Estado y el gobierno que lo representa en lo formal les es indiferente, en apariencia. Piénsase que hay apatía.
Y piénsase en conformismo colectivo. Piénsase, asimismo, en esos cenáculos del poder --el formal y el fáctico-- que al ser los mexicanos anuentes por omisión social se aprueban las acciones del Estado y de Gobierno.
En efecto, aparentemente hay indiferencia social, contexto dentro del cual se ejerce el poder formal. Los personeros de éste, desde el Presidente de la República hacia abajo, parten de esa premisa falsa para justificar sus actuaciones.
Tales actuaciones, en el centenar de días transcurridos desde el inicio de la administración calderonista, responden, a nuestro ver, a una lógica de la simulación, la cual, en su turno, tiene causales culturales y, desde luego, coyunturales.
Las causales culturales se concentran en el meollo doctrinario mismo del ejercicio del poder en México, regido por fuerzas centrífugas y centrípetas de la simulación para fines de imagen y, a su vez, con un propósito de legitimación.
II
Así, se simulan logros para camuflar, precisamente, los malogros o lo no logrado.Y para hacer creer a los mexicanos que se les sirve desde el poder cuando en realidad se sirve a otros intereses ajenos, reiteradamente, a los de nuestro país.
Esa constante en la actuación calderonista disfraza grotescamente a otra constante: la de los hechos y sucedidos negativos lesivos a los intereses populares --y al país mismo y sus instituciones-- registrados en estos cien días:
1) Aumentar los precios a la tortilla y la leche y otros bienes de consumo básico en los mexicanos.
2) Permitir la introducción de maíz transgénico estadunidense a México, lo cual tiene ya consecuencias desastrosas en la de por sí precarísima economía rural y secuelas graves --por erosionadoras-- de la identidad. Sin maíz, reza el axioma, no hay país.
3) Incrementar hasta en un 25 por ciento el huevo de gallina.
4) Subir los precios de combustibles --diesel y gasolinas-- para el transporte.
5) Elevar el precio de los servicios de abasto de energía eléctrica y de gas.
El resultado neto de la concatenación de tales hechos y sucedidos es una espiral inflacionaria que está incidiendo negativamente en la hacienda de las familias mexicanas, tanto de clases medias ya depauperadas como populares.
Ese alcismo tiene un telón de fondo ominoso, el de la pobreza. Ésta crece.
III
El aumento en los precios de bienes y servicios básicos y la inflación subsecuente ha sido explicada por el propio Presidente Calderón y sus secretarios de despacho --cuya ineptitud es patética-- como vigencia inevitable de las leyes del mercado.
Y el mercado es --aunque no lo hayan dicho el Presidente ni sus secretarios-- el de la forma de organización económica prevaleciente, el cual es, ante esos hechos y sucedidos elucentes, injusto en extremo, pues crea desigualdad. Pobreza.
Y más pobreza. Estrujante pobreza. Y toda la gradación variopinta de pobreza, desde la de las carencias de satisfactores materiales hasta la miseria mínima y , sobre todo, la erosión de las redes de capilaridad social por las cuales se mueve la esperanza.
Este socavamiento de la esperanza social y su reemplazo por su gemela inexorable, la desesperanza se acentúa ante otras actuaciones concomitentes de la administración calderonista en estos cien días de quehacer que sólo puede ser calificado de desgobierno.
Una forma de organización económica de esa laya es, desde una perspectiva moral, socialmente inviable, pues sólo sirve a una élite de hombres y mujeres poderosos --los dueños y operadores del dinero-- en detrimento de los intereses populares. De México.
En esa forma de organización económica --el mercado, religión suprema cuyo dios es la ganancia escandalosa-- no existen atuenantes, sino sólo agravantes, pues legitima prácticas que son, por definición, antisociales.
Las agravantes tienen un eje central: la adbicación de las potestades rectores --que son constitucionales-- del Estado y el Gobierno que lo representa, lo que se observa con elocuente nitidez en las actuaciones del calderonismo en estos cien días.
Glosario:
Anuente: Que consiente.
Concomitentes: De concomitar. Acompañar una cosa a otra, u obrar juntamente con ella.
Elucentes: Explicados o aclarados.
I
El sexenio de Felipe Calderón ha alcanzado los cien días primeros de existencia y, a la luz de los hechos y sucedidos en ese lapso, los mexicanos hemos visto desplantes espectaculares ineptitud política y una proclividad al totalitarismo.
Ambas expresiones --ineptitud y raptos totalitarios-- son asaz preocupantes, desde la perspectiva de no pocos mexicanos, aunque otros connacionales no lo registran de esa misma guisa aplauden esos indicios conturbadores.
Y entre esos dos polos --los preocupados y los aplaudidores-- se localiza un grueso mayoritario de ciudadanos a quienes lo que haga o no haga el Estado y el gobierno que lo representa en lo formal les es indiferente, en apariencia. Piénsase que hay apatía.
Y piénsase en conformismo colectivo. Piénsase, asimismo, en esos cenáculos del poder --el formal y el fáctico-- que al ser los mexicanos anuentes por omisión social se aprueban las acciones del Estado y de Gobierno.
En efecto, aparentemente hay indiferencia social, contexto dentro del cual se ejerce el poder formal. Los personeros de éste, desde el Presidente de la República hacia abajo, parten de esa premisa falsa para justificar sus actuaciones.
Tales actuaciones, en el centenar de días transcurridos desde el inicio de la administración calderonista, responden, a nuestro ver, a una lógica de la simulación, la cual, en su turno, tiene causales culturales y, desde luego, coyunturales.
Las causales culturales se concentran en el meollo doctrinario mismo del ejercicio del poder en México, regido por fuerzas centrífugas y centrípetas de la simulación para fines de imagen y, a su vez, con un propósito de legitimación.
II
Así, se simulan logros para camuflar, precisamente, los malogros o lo no logrado.Y para hacer creer a los mexicanos que se les sirve desde el poder cuando en realidad se sirve a otros intereses ajenos, reiteradamente, a los de nuestro país.
Esa constante en la actuación calderonista disfraza grotescamente a otra constante: la de los hechos y sucedidos negativos lesivos a los intereses populares --y al país mismo y sus instituciones-- registrados en estos cien días:
1) Aumentar los precios a la tortilla y la leche y otros bienes de consumo básico en los mexicanos.
2) Permitir la introducción de maíz transgénico estadunidense a México, lo cual tiene ya consecuencias desastrosas en la de por sí precarísima economía rural y secuelas graves --por erosionadoras-- de la identidad. Sin maíz, reza el axioma, no hay país.
3) Incrementar hasta en un 25 por ciento el huevo de gallina.
4) Subir los precios de combustibles --diesel y gasolinas-- para el transporte.
5) Elevar el precio de los servicios de abasto de energía eléctrica y de gas.
El resultado neto de la concatenación de tales hechos y sucedidos es una espiral inflacionaria que está incidiendo negativamente en la hacienda de las familias mexicanas, tanto de clases medias ya depauperadas como populares.
Ese alcismo tiene un telón de fondo ominoso, el de la pobreza. Ésta crece.
III
El aumento en los precios de bienes y servicios básicos y la inflación subsecuente ha sido explicada por el propio Presidente Calderón y sus secretarios de despacho --cuya ineptitud es patética-- como vigencia inevitable de las leyes del mercado.
Y el mercado es --aunque no lo hayan dicho el Presidente ni sus secretarios-- el de la forma de organización económica prevaleciente, el cual es, ante esos hechos y sucedidos elucentes, injusto en extremo, pues crea desigualdad. Pobreza.
Y más pobreza. Estrujante pobreza. Y toda la gradación variopinta de pobreza, desde la de las carencias de satisfactores materiales hasta la miseria mínima y , sobre todo, la erosión de las redes de capilaridad social por las cuales se mueve la esperanza.
Este socavamiento de la esperanza social y su reemplazo por su gemela inexorable, la desesperanza se acentúa ante otras actuaciones concomitentes de la administración calderonista en estos cien días de quehacer que sólo puede ser calificado de desgobierno.
Una forma de organización económica de esa laya es, desde una perspectiva moral, socialmente inviable, pues sólo sirve a una élite de hombres y mujeres poderosos --los dueños y operadores del dinero-- en detrimento de los intereses populares. De México.
En esa forma de organización económica --el mercado, religión suprema cuyo dios es la ganancia escandalosa-- no existen atuenantes, sino sólo agravantes, pues legitima prácticas que son, por definición, antisociales.
Las agravantes tienen un eje central: la adbicación de las potestades rectores --que son constitucionales-- del Estado y el Gobierno que lo representa, lo que se observa con elocuente nitidez en las actuaciones del calderonismo en estos cien días.
Glosario:
Anuente: Que consiente.
Concomitentes: De concomitar. Acompañar una cosa a otra, u obrar juntamente con ella.
Elucentes: Explicados o aclarados.