UN SEXENIO CRITICO PARA LOS MEXICANOS

Las primeras malas señales

Rogelio Ramírez de la O
12 de febrero de 2007

Muchos se sorprenden que los primeros problemas difíciles que encontró el gobierno sean económicos, pues esperaban que la sola garantía de una política económica conservadora espantara cualquier crisis. En la mayoría de los casos esas personas están mal informadas, pues ni siquiera se imaginan cómo dejó Vicente Fox la economía.

Tampoco perciben que la agenda económica del gobierno es tan general que no cubre muchos problemas sectoriales. Sería mucho pedirle que los cubriera, porque para eso tendría que reconocerlos como problemas y quizás concluir que en gran medida fueron causados por las políticas del propio gobierno en años anteriores. Y si así fuera, se quedaría casi sin agenda económica.

Desde luego hay problemas nuevos que no estaban presentes antes, sobre todo los externos, que no se han visto desde 2001. Pero eso no es consuelo, pues los viejos problemas que no se han resuelto, ahora contaminados por los nuevos, auguran un periodo de serias complicaciones.

En el sector externo habrá menor crecimiento en Estados Unidos y menores precios de petróleo, a menos que ataquen a Irán. Aunque un menor crecimiento estadounidense no es nada nuevo, en esta ocasión las complicaciones son mucho mayores que en el pasado.

Es tal la profundidad de su desequilibrio externo, que podría transcurrir todo el sexenio en ajuste permanente. Éste se reflejaría en menor crecimiento del consumo. En ausencia de algún ajuste, la dependencia del ahorro de Asia y del Medio Oriente. Será así un acto de acrobacia administrar un déficit externo de 800 mil millones de dólares o 6% del PIB en lento ajuste y, al mismo tiempo, mantener la confianza de los inversionistas. Asia puede dejar de comprar bonos estadounidenses o demandar un mayor premio por el riesgo.

Tratar de evitar este ajuste como se ha hecho hasta ahora, con un cuidado casi diario de las expectativas del mercado por la Tesorería y la Reserva Federal, cultivando la confianza y presionando a China para que aprecie su moneda, es una salida precaria.

Primero, porque implica prolongar la actual burbuja de liquidez mundial y un deterioro en los estándares del crédito, como lo están demostrando las pérdidas de HSBC en las hipotecas de Estados Unidos y el desastre que anuncian. A final de cuentas será imposible evitar un ajuste suave y prolongado o uno súbito y profundo.

Con menor crecimiento del consumo estadounidense, un riesgo es una ola proteccionista contra las importaciones de otros países, pero especialmente contra la inmigración.

A ese mercado se dirige 80% de las exportaciones de México. Cualquier ajuste se va a reflejar en menor actividad en México y menor capacidad para absorber medio millón de mexicanos que cada año cruzan la frontera. Nadie se pregunta en el gobierno lo que pasaría si tan sólo la mitad de ellos se quedara en México en el futuro por no poder cruzar.

En cuanto a los sectores internos en deterioro, las políticas que ofreció el gobierno en la campaña y a partir de diciembre sugieren que ni siquiera esté de acuerdo en que representan problemas. Por ejemplo, el gobierno cree que la crisis del maíz y la tortilla se corrige importando más maíz, aunque el precio de la tortilla haya aumentado 40%.

Ante la insuficiencia de ingresos tributarios, el gobierno propone una tasa única de impuesto sobre la renta y el IVA en medicinas y alimentos. Sin embargo, la tasa única le puede hacer perder ingresos, si la fija en un bajo nivel para que sea atractivo. En cuanto al IVA, podría captar 1% del PIB, pero una medida así de regresiva sería más cara cuando se toman en cuenta todas sus consecuencias. Aparte de esto, las políticas anunciadas no dicen nada sobre los regímenes especiales que favorecen a grandes empresas cercanas al gobierno y que representan en captación mucho más que lo que daría el IVA.

Frente a la caída de producción de petróleo, la postura es la misma de siempre: proponer alianzas estratégicas con empresas para la exploración en aguas profundas. Esa es una respuesta vaga frente al problema concreto, pues la producción en aguas profundas aun si comenzara hoy, tardaría mucho tiempo.

Peor, es dependiente de muchas imponderables. En contraste, no hay postura sobre la reducción de la burocracia y la corrupción en Pemex, la explosión de deuda de Pidiregas y la ausencia de normas empresariales mínimas. De qué otra manera se puede juzgar a una empresa sin estrategias de largo plazo, en donde los cargos más importantes de la operación cambian con la llegada de nuevos jefes.

La deuda de Pemex se duplicó en el sexenio de Vicente Fox, de 413 mil millones de pesos en 2000 a un billón 60 mil millones en 2006. Su patrimonio se esfumó, pasando de 28% de los activos a 2%. De la deuda en Pidiregas de 45 mil millones de dólares, los vencimientos de los próximos dos años son más de 20 mil millones. Será imperativo refinanciarla y se hará con costos financieros mucho más altos.

Hay otras alarmas además del maíz, la tortilla y el petróleo. Una es sobre el altísimo gasto público burocrático que se mantiene como excesivo e insostenible. No hay un plan de recortes profundos de estructuras y de sus gastos. Los anuncios sobre algunas reducciones simbólicas de sueldos y gastos no afectan la tendencia.

Otra alarma es que la educación pública se va a modernizar mediante la colaboración con el mismo gremio que la tiene sumida en el atraso. Además, se confirma que habrá un primer pago a cuenta de la rezonificación de salarios para el sindicato de maestros por más de 4 mil millones de pesos.

Faltan otros problemas a esta lista. Es posible que algunos sean menos imperiosos, pero aun así, pronto nos daremos cuenta que los mencionados son apabullantes y tomaron al gobierno con los dedos en la puerta.