EL DESPRESTIGIO DEL EJERCITO EN LOS ULTIMOS AÑOS
Por: Jorge Carrillo Olea
La institución que más ha sufrido en su prestigio en los últimos años es, sin duda, el Ejército. Se le han encomendado tareas que no corresponden a su doctrina, a su educación, a su organización y equipamiento y naturalmente el saldo es negativo. Sufre en su estima por parte de la población, sufren sus efectivos al encomendárseles ver en la población civil una presunción de enemigo, sean narcotraficantes, abigeos, criminales organizados o individuales o perturbadores del orden.
Ahora se está organizando una policía nacional, pero con efectivos mayormente del Ejército. Dentro del Ejército se ha creado un importante desconcierto pues no se han aclarado las condiciones de tal traslado, básicamente en materia de derechos adquiridos: antigüedad, derecho al ascenso, disfrute de servicios sociales.
La medida con los defectos que pudiera tener es buena: desvincular al Ejército de tareas propias de policías que lo único que acarrean son riesgos para los individuos y desprestigio y un gran desdoro para la institución. De aquí quizá parte de la explicación de las 40 mil deserciones anuales.
Sin embargo, montar un aparato de esas dimensiones, quizá unos 35 mil hombres, demanda un plan muy afinado que va desde las instalaciones hasta programas psicológicos que ayuden a la integración en un solo espíritu de cuerpo entre Afis, Policía de Caminos y marinos y no a acentuar las ya existentes rivalidades.
Al darse la creación de esta policía habría que rescatar al Ejército de tantas tareas que no le acarrean sino desprestigio, tales como retenes, inspecciones anticonstitucionales en carreteras, cateos, detenciones extrajudiciales. Esto no toma un día. Demanda de comprensión, inteligencia y buena voluntad de muchos colaboradores de alta jerarquía, pero es el complemento a la decisión tomada.
El Ejercito, desde que lo reconformó el general Joaquín Amaro, ha sido una de las instituciones más respetadas, pero lamentablemente desde aquella desafortunada jornada en Tlatelolco, el Jueves de Corpus y la Operación Cóndor, ha venido degradando sus quehaceres y con ello el aprecio popular. Hoy mismo sería muy difícil para un ciudadano común y corriente trazar una línea divisoria entre policías judiciales, mal llamados ministeriales y miembros del Ejército.
Ver una ceremonia militar llena de emoción por su patriotismo, lo que se expresa en términos de su prestancia, sería para Calderón un blasón, que además de menguar la criminalidad, apoyara a las Fuerzas Armadas a recuperar el honor, respeto y admiración popular que tuvieron en el pasado.