BUENOS AGURIOS
Por: Humberto Musacchio
Entre los buenos augurios para el año que comienza podemos situar la desaparición del IFE, o por lo menos su transformación. Después del desastroso papel jugado durante las elecciones federales de 2006, ese instituto ha caído en el descrédito ante la tercera parte de la población y ya no sirve al gobierno en turno de instrumento de legitimación.
El disimulo ante la campaña excrementicia desatada por Acción Nacional y la impericia para manejar las cifras, hicieron caer sobre el consejo general del IFE una tupida sombra de sospecha, la que se confirma por el origen de algunos de los consejeros electorales, amigos cercanísimos del candidato beneficiado.
Un IFE manchado por la sospecha ya no le sirve al poder y se ha convertido en moneda de cambio, en elemento sacrificable en las previsibles negociaciones con la oposición. En 2007 asistiremos a una nueva reforma de nuestro lamentable y oneroso sistema electoral. A los actuales consejeros los espera la defenestración, pero no es ese el único cambio necesario. En los apremios económicos que se prevén para este año, se antoja indispensable una modificación de fondo de todo el sistema electoral.
Es absurdo mantener de manera permanente un aparato burocrático integrado por 14 mil empleados que en realidad trabajan unos cuantos meses de cada trienio. Saldría más barato mandarlos a sus casas y enviarles a domicilio su cheque quincenal, lo que permitiría ahorrar energía eléctrica, agua, papel, tinta, mobiliario y equipo, lo mismo que alquiler de espacio que hoy se gasta sin sentido alguno entre un periodo electoral y otro.
La única área que tiene actividad permanente es el Registro Federal de Electores, que debería aprovecharse y dotarse de facultades para encargarse del registro ciudadano que hoy está en manos de la Secretaría de Gobernación e incluso de la cédula de contribuyente que expide la Secretaría de Hacienda, lo que permitiría realizar un considerable ahorro.
A su vez, el IFE, mediante una reforma constitucional debidamente consensuada, podría encargarse de organizar no sólo las elecciones federales, sino todos los procesos comiciales de los estados y municipios, de preferencia con un calendario que unifique fechas y condiciones, lo que representaría un ahorro de inmensa cuantía, sobre todo si se le quita a la televisión mercantil el negociazo que hoy le permite embolsarse más de la mitad de las prerrogativas que reciben los partidos.
Un país de pobres merece un uso más racional de los recursos públicos.