SE FUE E 2006
Por: Guillermo García Oropeza
Es cierto que hace mucho tiempo que no vemos un año bueno. Quizá, dirán ciertos nostálgicos, desde 1967 cuando Díaz Ordaz, antes del 68, era el mejor presidente que habíamos tenido en años. Pero el 68, herida abierta, inicia ese gran error que fue el populismo echeverrista y luego vino la frivolidad de aquel criollo seductor (recordar el daño que nos han hecho en la historia los seductores a la Santa Anna) de don Pepe López Porpillo, la apatía de Miguel de la Madrid y el extraño salinato. Aquel que empezó con un gran fraude electoral contra el honesto vencedor Cuauhtémoc Cárdenas, cosa que los mexicanos perdonamos porque Salinas parecía tener la receta mágica para llevarnos al Primer Mundo, fue cuando Pedro Aspe dijo aquella maravilla de que en este país la pobreza era un mito genial (una de las grandes frases de la historia de México) y tras de un año malo que trajo la rebelión misteriosa de Chiapas, el asesinato de Colosio igualmente misterioso e irresuelto, la elección de Zedillo el que iba a traer prosperidad a nuestras familias. Y sí, el zedillato fue gris pero estable, al menos terminó con esa curiosidad que a tantos entusiasmó que era Vicente Fox y una novedad: ¡la democracia!
Y los años de Fox comenzaron con una euforia que se fue desgastando, quedando sólo un gigantesco cascarón demagógico, un gobierno mediático, aligerado por las puntadas —cada vez menos graciosas— del guanajuatense. Pero el último año del foxato fue ya simplemente pésimo. El empeoramiento físico del presidente prozac, el berrinche de la señora Marta que sabía que ya no iba a ser y, que por tanto, tendría que aprovechar su año de Hidalgo, ella y sus juniors que estarán, lista competida, entre los más corruptos y sobre ellos circulan verdaderas historias de horror (ecología, contrabando,), y en ese año malo el maldito embrollo para acabar con López Obrador al que hubo, finalmente, que detener con un fraude que vino a ultimar para siempre la democracia mexicana, esa democracia que se supone había sido el logro máximo del foxismo. Con un PAN que aprendió las malas mañas del sistema demasiado bien, con un PRI que literalmente se suicidó con sus egocentrismos y cinismos “pragmáticos” y que olvidó que su principal deber histórico era detener a la ultraderecha.
La traición a la tradición de la política exterior, el desempleo que se estrella contra el muro de Bush que tapa la última salida, Oaxaca y el enloquecimiento de la política por el vacío que genera Fox.
En fin, ¡qué año! Qué bueno que ya pasó… aunque lo que viene no garantiza nada.