OAXACA
¿PORQUE SOLO UNA RENUNCIA?
emeequis / Por Óscar Camacho Guzmán
No cabe duda que en Oaxaca es ineludible que renuncie Ulises Ruiz al gobierno. Su cinismo, incapacidad, violencia y autoritarismo lo han convertido en el mejor ejemplo de lo que ser un mandatario sátrapa significa.
Pero ¿por qué sólo él?
Si la renuncia a un cargo público debiera ser la mayor sanción que en una verdadera República existiera para castigar la ineptitud de cualquier funcionario o representante popular, la lista de renunciantes sería un aborto si sólo la redujésemos a Ulises Ruin.
Porque en Oaxaca muchas son las manos responsables.
Los muertos son de Ulises, sí, pero también de todos aquellos que contribuyeron a dejar crecer o a evitar la solución del conflicto.
¿No debiera renunciar Vicente Fox por la negligencia para atender, como titular del Poder Ejecutivo federal, un problema cuyas raíces originarias estuvieron en el ámbito de su competencia, tal y como fue la demanda de retabulación salarial para el magisterio oaxaqueño?
Y por extensión, ¿no debieran acaso renunciar también los secretarios de Gobernación, Carlos Abascal, y de Educación Pública, Reyes Tamez?, dos secretarios de Estado que dejaron correr más de cuatro meses sin que de sus respectivas dependencias y ámbitos de responsabilidad saliera acción alguna para enfrentar el problema.
Hoy, estos tres presuntos servidores públicos se lavan las manos y pretenden que los mexicanos todos creamos esos discursos que no se cansan de repetir y en los que hablan de su presunto afán por salvaguardar el interés de los niños de Oaxaca, el de los habitantes de esa ciudad, el de la paz social, el que ya no haya más muertos, heridos ni golpeados.
Si así fuera, ¿por qué no actuaron desde el primer día, semana o mes del conflicto? ¿Por qué hasta ahora? ¿Dónde tenían, tan escondido, ese interés por salvaguardar al estado de Oaxaca? ¿Dónde sus oraciones por los niñitos que no tenían clases? ¿Dónde sus llamados a la unidad?
Y la respuesta, sin duda, es muy simple: porque murió un ciudadano de Estados Unidos, un camarógrafo que daba cobertura informativa a la barbarie oaxaqueña, y cuya muerte desató un jalón de orejas para el gobierno de Vicente Fox por parte del gobierno estadunidense.
Porque hasta ese momento, ni Fox ni Abascal ni Tamez ni nadie en su gobierno dieron muestra alguna, en el ejercicio de sus facultades, de estar interesados en atender un conflicto en el que la lista de muertos superaba el número de quince oaxaqueños. ¿Valen menos quinces oaxaqueños que un ciudadano estadunidense?
A juzgar por sus reacciones, para Fox y compañía sí.
Pero tampoco menor responsabilidad tienen en todo esto todos aquellos que se han negado a empujar la salida de Ulises Ruin.
Para empezar, Felipe Calderón y el PAN, que en sus afanes de no romper la posibilidad de acuerdos con el PRI para el próximo sexenio terminaron por ser los alguaciles de Ulises.
O bien el PRI y sus diputados y senadores, padrotes políticos que explotan hasta la última ganancia que les pueda dejar la defensa del mandatario oaxaqueño, con muertos o sin muertos.
Y si es verdad que la historia termina, tarde o temprano, dictando sentencia, Oaxaca será, para Vicente Fox, lo que el 68 fue para Díaz Ordaz; los muertos del PRD para Carlos Salinas o Acteal y Aguas Blancas para Ernesto Zedillo.
* Periodista. Subdirector de información de emeequis y coautor de La victoria que no fue
emeequis / Por Óscar Camacho Guzmán
No cabe duda que en Oaxaca es ineludible que renuncie Ulises Ruiz al gobierno. Su cinismo, incapacidad, violencia y autoritarismo lo han convertido en el mejor ejemplo de lo que ser un mandatario sátrapa significa.
Pero ¿por qué sólo él?
Si la renuncia a un cargo público debiera ser la mayor sanción que en una verdadera República existiera para castigar la ineptitud de cualquier funcionario o representante popular, la lista de renunciantes sería un aborto si sólo la redujésemos a Ulises Ruin.
Porque en Oaxaca muchas son las manos responsables.
Los muertos son de Ulises, sí, pero también de todos aquellos que contribuyeron a dejar crecer o a evitar la solución del conflicto.
¿No debiera renunciar Vicente Fox por la negligencia para atender, como titular del Poder Ejecutivo federal, un problema cuyas raíces originarias estuvieron en el ámbito de su competencia, tal y como fue la demanda de retabulación salarial para el magisterio oaxaqueño?
Y por extensión, ¿no debieran acaso renunciar también los secretarios de Gobernación, Carlos Abascal, y de Educación Pública, Reyes Tamez?, dos secretarios de Estado que dejaron correr más de cuatro meses sin que de sus respectivas dependencias y ámbitos de responsabilidad saliera acción alguna para enfrentar el problema.
Hoy, estos tres presuntos servidores públicos se lavan las manos y pretenden que los mexicanos todos creamos esos discursos que no se cansan de repetir y en los que hablan de su presunto afán por salvaguardar el interés de los niños de Oaxaca, el de los habitantes de esa ciudad, el de la paz social, el que ya no haya más muertos, heridos ni golpeados.
Si así fuera, ¿por qué no actuaron desde el primer día, semana o mes del conflicto? ¿Por qué hasta ahora? ¿Dónde tenían, tan escondido, ese interés por salvaguardar al estado de Oaxaca? ¿Dónde sus oraciones por los niñitos que no tenían clases? ¿Dónde sus llamados a la unidad?
Y la respuesta, sin duda, es muy simple: porque murió un ciudadano de Estados Unidos, un camarógrafo que daba cobertura informativa a la barbarie oaxaqueña, y cuya muerte desató un jalón de orejas para el gobierno de Vicente Fox por parte del gobierno estadunidense.
Porque hasta ese momento, ni Fox ni Abascal ni Tamez ni nadie en su gobierno dieron muestra alguna, en el ejercicio de sus facultades, de estar interesados en atender un conflicto en el que la lista de muertos superaba el número de quince oaxaqueños. ¿Valen menos quinces oaxaqueños que un ciudadano estadunidense?
A juzgar por sus reacciones, para Fox y compañía sí.
Pero tampoco menor responsabilidad tienen en todo esto todos aquellos que se han negado a empujar la salida de Ulises Ruin.
Para empezar, Felipe Calderón y el PAN, que en sus afanes de no romper la posibilidad de acuerdos con el PRI para el próximo sexenio terminaron por ser los alguaciles de Ulises.
O bien el PRI y sus diputados y senadores, padrotes políticos que explotan hasta la última ganancia que les pueda dejar la defensa del mandatario oaxaqueño, con muertos o sin muertos.
Y si es verdad que la historia termina, tarde o temprano, dictando sentencia, Oaxaca será, para Vicente Fox, lo que el 68 fue para Díaz Ordaz; los muertos del PRD para Carlos Salinas o Acteal y Aguas Blancas para Ernesto Zedillo.
* Periodista. Subdirector de información de emeequis y coautor de La victoria que no fue