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martes, 31 de octubre de 2006

FELIPE EL BREVE

No permita la virgen que tengas poder

31 de Octubre de 2006 03:00 AM

Solitario, aún en compañía, Felipe se puso su traje gris - tan gris como su alma - y aligeró los sentires de de su corazón, de su sagrado corazón, con la alegría extrema de asistir por primera vez en mucho tiempo a un concierto que valiera la pena.


EHUI / Por Karla Valenzuela


Solitario, aún en compañía, Felipe se puso su traje gris - tan gris como su alma- y aligeró los sentires de de su corazón, de su sagrado corazón, con la alegría extrema de asistir por primera vez en mucho tiempo a un concierto que valiera la pena.


Llegó a la hora correcta. El Auditorio Nacional le abrió la puerta y él, confiado en los titulares de los periódicos matutinos que hablaban de un "no a la guerra y sí a la paz" precisamente en la semana del Día Internacional de las Naciones Unidas, se sintió de veras el rey de la noche, el ganador del Óscar en la pasarela por la alfombra roja tal cual Kevin Spacey, pero sin los degeneres –claro- de Belleza Americana, y sin las malas mañas de Sospechosos Comunes. Se sintió, pues, sin exagerar, como el Papa Juan Pablo Segundo paseando todo repleto de metal por las principales avenidas de la Ciudad de Mexico llevando encima las llaves del corazón de todo el país; tan orgulloso, tan grande así iba Felipe repartiendo sonrisas tras bambalinas como si fueran votos tras las urnas.


Llegó al asiento designado para él y su sacra familia y todo se iluminó con una luz extraña, tan azul que parecía producto de una estrella celestial. Muy cerca de ahí, guardando completo orden y compostura estaba el Gabo, con su risa tan endiabladamente realista y mágica, esperando a que algo sucediera.


Afuera, Oaxaca esperaba y Brad Will ya había grabado los últimos minutos de su vida –como dirían los tvaztecos- , antes de que el orden del caos se perdiera en la fuerza bruta. Afuera el mundo era otro, pero eso no importó. Sólo existía esa noche, la nocturna escalera del sábado 28 de octubre hacia el paraíso musical del español trasgresor de todas las normas, el que casi se vistió de Nicolás Gullén y cantó " Ay, negra/ si tú supiera!/ Anoche te vi pasar/ y no quise que me viera./ A él tú le hará como a mí,/ que cuando no tuve plata/ te corrite de bachata,/ sin acordarte de mí. Y claro, Felipe quería corearla a todo lo queda, muy dentro de sí hasta la gritaba, pero el sólo nombre de la canción no lo permitía… Y cómo no, "Ya eyaculé" no es un justo nombre para una rola de buena moral y costumbres ultraconservadoras. Así que ni modo, "calladito me veo más beatito", se dijo a sí mismo nuestro muchacho, y se escabulló mejor entre los grises que otorgaban las luces del majestuoso Auditorio Nacional. Y se hubiera realmente perdido del todo si no es porque un abarrotado centro de reunión de verdaderos hacedores de la democracia pedía a coro "¡Fuera Calderón!", tan insistentemente que pareciera que todo el coraje de Joaquín, el español Sabina, por supuesto, se había reunido en "hostias" en contra del muro, ya ni siquiera fronterizo, sino también en contra del muro que retiene las verdades y que resguarda, a su vez, las mentiras, todas esas falacias de las que hablan los medios que poco explican y mucho conmocionan, que poco informan y mucho manipulan, que poco calman y demasiado atemorizan.


Después de ahí, el mundo siguió. Con sus casi sesenta años a cuestas el poeta del abril y de las noches cantó hasta ganarse toda la fe de muchos hombres y mujeres que le rezaron y le rezan a pesar de sus rabietas y sombreros.


Después de ahí ya nadie dijo nada. No había más qué decir pues ya todo lo decían los versos de Sabina: "No permita la virgen que tengas poder sobre lágrimas, egos, haciendas (…) No te pases un pelo de listo, no inviertas en cristos, no te hagas el tonto, las hogueras a primera vista cuché de revista, se apagan bien pronto". La noche siguió tranquila… aunque el Día de Brujas se acercara y todos recordaran esta semana a los muertos de su nostalgia. Y sólo entonces el Gabo vio caer flores amarillas del techo del lugar.