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martes, 17 de octubre de 2006

NI MEXICO PARA LOS MEXICANOS, NI PETROLEO PARA LOS MEXICANOS, MEXICO PARA EL YUNQUE Y EL PETROLEO PARA EE.UU.

Petróleo al mejor postor

Nydia Egremy

Los colosales recursos petroleros de la zona del Golfo de México están en el eje de la disputa del actual conflicto postelectoral. La entrega del energético a las petroleras estadunidenses o su preservación para los mexicanos

En vísperas del pasado 18 de marzo, desde la oficina del Real Consulado de Noruega en Houston, Texas, un alto funcionario de Pemex informaba a sus interlocutores extranjeros los avances y tareas pendientes del sector petrolero mexicano en aguas profundas del Golfo de México.

Era Adán Oviedo Pérez, a la sazón coordinador de Exploración de la paraestatal, y su mensaje tenía un claro objetivo político-electoral: refrendar la sumisión de la política petrolera del actual gobierno a la política imperial, afirma el académico Fabio Barbosa, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Oviedo Pérez presentó a los petroleros estadounidenses “el plan del gobierno de Vicente Fox de heredar al próximo gobierno la sumisión de la política petrolera mexicana a la política imperial, al acelerar la exploración y explotación de las aguas profundas de México”, reitera el investigador.

Tal compromiso, observado bajo la lupa del complejo contexto postelectoral mexicano, se interpreta como un candado contra el reclamo nacionalista de los recursos petrolíferos del aspirante presidencial Andrés Manuel López Obrador.

Oviedo, hoy flamante subdirector de Exploración de Pemex, presentó a sus anfitriones de Houston un atractivo calendario de perforaciones de pozos en aguas profundas: Noxal, a principios de este año, el Lacach-1, en septiembre, y el Chelem-1, que trascenderá hasta el próximo gobierno. Este programa de perforaciones obligaría “fatalmente” al presidente entrante a “concluir una obra ya amarrada con contratos firmados”, asienta Barbosa.

Para garantizar esa operación no se descarta que en el eventual gabinete de gobierno de Felipe Calderón, figure Luis Téllez Kuezler -representante del Grupo Carlyle en México, la trasnacional involucrada en la guerra por la energía y entre cuyos ejecutivos están George Bush padre, Frank Carlucci, ex secretario de Defensa, y James Baker, ex secretario de Estado-, cuya designación sería parte de la estrategia global de las trasnacionales del petróleo para mantener el control, sostiene el académico.

Juan José Dávalos, también del IIE de la UNAM, explica que Agustín Carstens, ex subsecretario de Hacienda, sería parte del gabinete de Calderón. Actualmente, designado por el Fondo Monetario Internacional, atiende asuntos financieros y de deuda en América Latina, y su participación se enmarcaría en el sector financiero internacional.

La joya de la Corona

El potencial petrolero del Golfo de México lo convierte en la tercera mega cuenca petrolera mundial después del Golfo Pérsico y de la Federación Rusa. Por ello, para el orden petrolero internacional vigente, acelerar la explotación de las aguas profundas de México “es el proyecto más importante de la administración foxista”, sostienen los entrevistados.

Así lo habría confirmado Luis Ramírez Corzo, director de PEMEX, el 18 de marzo pasado, cuando afirmó que “el mayor logro de la actual administración fue precisar las reservas prospectivas existentes en aguas profundas”.

Durante este sexenio se escudriñó intensamente el Golfo de México, la “joya de la Corona”, como la denomina Barbosa, e indica que más de 25 mil kilómetros cuadrados de esa zona fueron rastreados para evaluar su potencial, como representantes de Pemex informaron en la convención anual de la Asociación de Geólogos Petroleros de México celebrada en Puebla en 2005.

En ese foro, Pemex admitió que los 54 mil millones de crudo potenciales en el Golfo se distribuyen en: 25 mil 300 millones de barriles en aguas profundas y 28 mil 500 barriles en tirantes (profundidad) de menos de 500 metros. La paraestatal confía en que encontrará en esa zona unos 16 mil millones de barriles de petróleo crudo y 37 billones de pies cúbicos de gas natural, eso significa un potencial gasero comparable al de Bolivia.

De ahí que el plan transexenal del actual gobierno para aprovechar esos recursos radique en conservar el control de los proyectos de exploración en aguas profundas del Golfo de México, que estarían produciendo nueve o diez años después de su arranque. “Por ello toda la campaña electoral, las maniobras y la nueva deuda contraída para esas actividades, tienen como objetivo asegurar la producción de los años 2017 y 2018 e incluso más adelante”, sostienen Barbosa y Dávalos.

La ambición estadounidense por el petróleo del Golfo radica en que el único aumento de producción petrolera de esa nación proviene de esa zona. Las cifras son claras: desde 1990 el ascenso ha sido significativo, pues entonces obtenía 753 mil barriles diarios; en el 2000, aumentó a un millón 397 mil barriles y en el 2005, antes de los desastres de los huracanes Katrina y Rita, se producían un millón 600 mil barriles diarios.

En el quinquenio del 2001 al 2005, la superpotencia mundial empezó a operar 63 pozos en aguas profundas de la zona del Golfo que le corresponde; en cambio, México sólo emprendió operaciones en tres campos: Lancahuasa, frente a las costas de Veracruz; Lobina, frente al litoral de Tamaulipas, e Ixtal, en la Sonda de Campeche. El magro desarrollo de las cifras mexicanas arrojan un resultado veinte veces menor al de su vecino del norte.

Ese parco avance de la exploración mexicana revelaría no sólo la falta de recursos para emprender exploraciones efectivas en la zona, sino la subordinación de la política petrolera del país a las expectativas estadounidenses.

La voraz Halliburton

Las hambrientas trasnacionales de la energía conocen muy bien el potencial petrolero de la zona mexicana del Golfo, así lo ha revelado un estudio contemporáneo de la petrolera Schlumberger -recientemente fusionado a la Halliburton-, dirigido por Luis Roca Ramisa, y que confirma que esa “constituye una zona que habrá de experimentar una expansión de la actividad en el sector mexicano del Golfo de México”.

Roca Ramisa, director en México de Schlumberger Oil Field Services y jefe del equipo, que dictaminó el enorme potencial de nuestra zona petrolera, explicó: “la visión de futuro predice un incremento de los proyectos integrados y un crecimiento sorprendente de la actividad de perforación y la producción de hidrocarburos en los próximos cinco a diez años”. El estudio Schlumberger agrega que la zona mexicana del Golfo “muestra un nivel de actividad similar al sector estadounidense en los próximos diez años”.

En el fondo, dicen los académicos Barbosa y Dávalos, ese estudio revela que “en la visión imperialista de las grandes petroleras mundiales, lo que ha impedido detonar el potencial del Golfo de México son las restricciones constitucionales que dificultan al capital privado intervenir plenamente en la exploración y producción.

De ahí que en la campaña del candidato de Acción Nacional el tema de las 'alianzas estratégicas' fuera fundamental, ya que apeló a atraer capitales y tecnología para elevar la producción petrolera, abatir precios y contribuir al crecimiento económico del país y sus socios de América del Norte. “En la visión de las grandes petroleras, el viejo nacionalismo frena los negocios de perforación y de servicios petroleros, en los que, insisten, incluso pueden participar empresas mexicanas”, reitera Barbosa.

El investigador apunta que en esa lógica Pemex emprendió desde el año 2003 presiones sobre el Senado mexicano para que autorice la firma de un acuerdo para la explotación unitaria de los recursos petroleros transfronterizos en el Golfo de México. “Ese es el trasfondo de las 'alianzas estratégicas'”, concluye Barbosa.

Así, en el trasfondo del actual episodio postelectoral, también está en cuestión el control del petróleo mexicano de las aguas profundas del Golfo de México, en manos de quién estarán las decisiones futuras a partir de qué modelo de política energética en los próximos años.

El eje de la superpotencia

Apenas un mes después de que George Bush asumiera la presidencia de su país, emitió su primer documento de gobierno, la National Energy Policy, en el cual critica a los demócratas por su descuido en materia energética y define a ésta como su eje de gobierno, sostiene Juan José Dávalos, también investigador del IIE.

El Capítulo 8 de la estrategia de Bush sobre petróleo, define a los países clave en la producción mundial de petróleo que más tarde reaparecieron bajo la denominación de “Eje del Mal”, en el marco de la guerra global contra el terrorismo y por la seguridad de Estados Unidos, muestra que la superpotencia puede entablar una guerra simultánea y de diferentes niveles contra esos países, como hoy se observa con la escalada de Israel contra Líbano, Irán y Venezuela.