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martes, 17 de octubre de 2006

ESPECIALISTAS AGROPECUARIOS ALERTAN SOBRE LA SIEMBRA DE TRANSGENICOS

Transgénicos, alerta en México

Erika Ramírez

Al final de la administración de Vicente Fox se acelera el proceso para que Monsanto, Pionner y Dow AgroSciences, empresas líderes en transgénicos, utilicen los campos mexicanos para que pongan en práctica sus experimentos


En el último periodo del sexenio foxista quedan abiertas las puertas para que compañías transnacionales siembren, de manera experimental, granos transgénicos. No obstante, el país carece de evaluaciones oficiales del riesgo que se corre al emplear esta herramienta biotecnológica.

Especialistas en el sector agropecuario alertan sobre los procedimientos “amañados” que lleva a cabo el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), órgano dependiente de la Secretaría de Agricultura, para que bajo la norma NOM 056 Fito se otorguen permisos a Monsanto, Pionner y Dow AgroSciences, líderes en el ramo.

Sin embargo, desde el 31 de agosto de 2004 la Comisión para la Cooperación Ambiental para América del Norte (CCA) -organización internacional ocupada en los asuntos ambientales de preocupación común para prevenir posibles conflictos derivados de la relación comercial con Estados Unidos, Canadá y México- advirtió en su informe Maíz y biodiversidad: efectos del maíz transgénico en México que en nuestro país no hay condiciones para llevar a cabo estas prácticas.

Ana de Ita, investigadora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam), observa que de llegar a esta aprobación —para su aplicación en noviembre de este mismo año— no se tendrá control alguno sobre la contaminación que puedan causar estos experimentos.

Y es que a través de su página de Internet, el Senasica puso ante la consulta pública la reconsideración de los permisos de liberación al ambiente de maíz genéticamente modificado, mismos que fueron negados, en mayo de 2006, a las empresas Semillas y Agroproductos Monsanto, S.A. de C.V., Dow AgroSciences de México, S.A. de C.V. y PHI México, S.A. de C.V.

Monsanto, conocida como el gigante de la biotecnología, solicitó permiso para la siembra del Maíz MON 88017 -resistente contra los insectos- y que éste sea liberado en campos experimentales del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agropecuarias y Pecuarias (INIFAP) ubicados en el Valle del Yaqui, Sonora; Valle de Culiacán, Sinaloa, Río Bravo y sur de Tamaulipas, Tamaulipas.

En mayo de 2006, la empresa fue rechazada para llevar a cabo estas actividades pues según el oficio BOO.04 señalaba que “hasta en tanto no se cuenten elementos suficientes derivados del análisis técnico de la información que integra el expediente del asunto que nos ocupa, así como la información derivada del dictamen de Bioseguridad Ambiental Vinculante de la Consulta Pública para tal efecto; esta Dirección General a mi cargo no se encuentra en posibilidad de emitir una respuesta ya sea en sentido positivo o negativo de la misma”, respondió la titular del Senasica, Amada Vélez Méndez.

A la misma transnacional le fue negado el permiso para sembrar Maíz YieldGard/ Solución Faena 2 con resistencia a insectos y tolerancia a herbicidas. Mientras que a Dow AgroSciences, “líder en soluciones químicas, biológicas y genéticas para la agricultura”, y a PHI México, S.A. de C.V. no se les autorizó, durante la misma fecha, la siembra de maíz Herculex, todas en el norte del país.

Ilegalidad

Antonio Serratos, investigador de El Colegio de México, advierte que el hecho de que el gobierno federal ponga a consulta pública nuevamente estas solicitudes podría significar “el inicio de un proceso para poder pasar a la fase de liberación comercial” del grano.

Además, el especialista señala que la solicitud que se hace a través de la NOM 056 Fito es ilegal. “Es una norma que ya no sirve y se quiere hacer pasar por encima de la propia Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados, que se aprobó para regular la biotecnología. Estos documentos ya no tienen ningún valor legal”.

“Esto se hace para abrir la puerta a las transnacionales, aunque no se tengan conocimientos concretos con respecto al daño que pueden ocasionar a la salud. Con esa máscara se puede permitir la introducción de transgénicos”, apunta.

Serratos Hernández, doctor en biotecnología de plantas por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados e investigador adjunto en el Centro de Biotecnología Aplicada del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, dice que durante la administración de Vicente Fox se han otorgado diversos permisos para llevar a cabo la siembra experimental de maíz transgénico, sin contar con las técnicas específicas para su control.

Los ensayos de productos genéticamente modificados, autorizados en México de 1988 al 11 de octubre de 2005, que tiene el Senasica, descubren cómo las empresas que ahora pretenden reactivar su siembra transgénica han ocupado los campos mexicanos para experimentar con biotecnología.

Las beneficiarias del sistema han sido Pioneer, la cual desde diciembre 1995 inició la plantación de Soya con Plásmido PVGMGT04 en San José del Valle, Nayarit. Monsanto entró en febrero de 1996 con la siembra de jitomate con el gen de Bt, para resistencia al ataque de larvas de lepidópteros, en Culiacán y La Cruz de Elota, Sinaloa. Dow AgroSciences, por su parte, inició con algodón WideStrike, para combatir insectos lepidópteros y tolerancia al herbicida glufosinato de amonio en noviembre de 2004.

De los 176 ensayos permitidos por el Senasica a lo largo de la administración de Vicente Fox, del 11 de diciembre de 2000 al 6 de octubre de 2005, Monsanto consiguió 122 concesiones para experimentar con biotecnología aplicada a la semilla de algodón, soya y maíz; Pioneer logró cinco ensayos, y Dow AgroSciences apenas dos para aplicarla en maíz.

El investigador de El Colegio de México señala que en 1993, cuando se hicieron los primeros análisis del impacto y consecuencias de la siembra de maíz transgénico, se encontró que no tenían mucho sentido aplicarlas en México porque no eran tecnologías apropiadas para el país.

“En algunos ensayos se tiene el transgen de una bacteria que le confiere resistencia contra insectos. Esta bacteria produce una proteína-insecticida. El problema de esta tecnología es que el insecto para el que fue diseñado (el Bt) no existe en México. Desde esa fecha nos percatamos de esta situación y por lo tanto se nos hacía incongruente probar una tecnología que implicaba más riesgos de los beneficios que pudiera tener”, dice.

Anulación a la diversidad

Ana de Ita, especialista del Ceccam, coincide con el doctor en biotecnología y agrega que “no es extraño que en un país como en el que vivimos, en el que hay una simulación de legalidad y una sumisión a los intereses internacionales, se intente de nueva cuenta la solicitud de aprobación de siembra experimental de maíz transgénico”.

El maíz transgénico no permite la diversidad porque la contaminación va a estar más allá de sus posibilidades de control. “Este proyecto lo impulsan las transnacionales para decir que es posible manejar con seguridad el transgénico en México y están probando sus variedades comerciales”, dice.

En el informe presentado por el CCA recomienda al gobierno mexicano que se realicen investigaciones que permitan conocer adecuadamente el efecto que tiene la siembra de este tipo de biotecnología en nuestras tierras.

Entre los diez puntos que conforman la recomendación se destaca que “es preciso realizar investigaciones adicionales para determinar qué transgenes y con qué frecuencia se ha introducido en las variedades locales de maíz mexicano”.

La postura de la Comisión para la Cooperación Ambiental para América del Norte es tajante al señalar que se deben “formular políticas de bioseguridad, estrategias para la conservación de biodiversidad y planea para la posible aplicación de futura ingeniería genética”.

“En tanto no se realicen investigaciones y evaluaciones adecuadas sobre riesgos y beneficios de los efectos del flujo de maíz transgénico hacia razas locales y teocintle, deberá seguirse aplicando la actual moratoria a la siembra comercial de maíz trasgénico”, advierte el documento de alcance internacional.

Informe de la CCA, que tiene como titulares a Rona Ambrose, ministra de Medio Ambiente de Canadá y a sus homólogos; el estadounidense Stephen L. Jonson y el mexicano José Luis Luege Tamargo, es claro al advertir que “el gobierno mexicano ha de notificar directamente a los campesinos locales la probabilidad de que el maíz distribuido por Diconsa contenga materiales transgénicos y que, por tanto, y en conformidad con la reglamentación vigente no deben sembrarlo”.

Además, la organización internacional puntualiza que se requieren programas más eficaces para la conservación in situ como ex situ de la diversidad genética del maíz. Este último párrafo es criticado por el investigador Antonio Serratos, quien agrega que el gobierno mexicano nunca tuvo la intención de recuperar el campo.

“Las estrategias son claramente neoliberales y uno de los factores fundamentales para este esquema ha sido la reducción de la población rural a su mínimo para estar en concordancia con los socios comerciales: Estados Unidos y Canadá”, concluye.

Escasos rendimientos



Elena Álvarez, investigadora de genética molecular, desarrollo y evolución de plantas del Instituto de Ecología de la UNAM, señala que pese a que en la aplicación de todas las tecnologías se corren riesgos, hay países como el nuestro, en el que existen variedades únicas de maíz que deben “quedar libres de transgénicos”.

La académica cuestiona el beneplácito que pretende otorgar el gobierno mexicano a las transnacionales y advierte: “Para qué plantear siembras experimentales supuestamente dirigidas a estudiar la existencia o no de contaminación trasngénica, si estos diseños adolecen de una gran cantidad de limitaciones”.

La experta en biotecnología afirma que las transnacionales han hecho diversas promesas comerciales para permitir el uso de esta herramienta. Una de ellas es el rendimiento económico que reditúa en los campesinos que la utilizan.

Sin embargo, “los gastos de los mismos americanos demuestran que no hay tal beneficio. Las líneas transgénicas en Estados Unidos bajo condiciones ideales demuestran que el aumento ha sido del punto tres por ciento, lo cual es irrisorio”, apunta.