LOS SECUESTROS A ACTIVISTAS DE LA APPO
PEDRO GARCIA, ACTIVISTA DE LA APPO
Mientras en la ciudad de México los políticos no atinan a resolver el conflicto en esta entidad, entre las barricadas oaxaqueñas hay historias que apenas empiezan a contarse. La de Pedro García es una de ellas. Activista en la lucha contra Ulises Ruiz, fue secuestrado y vivió una semana bajo tortura. Y al calor y brillo de las hogueras que alumbran las noches de la APPO y su movilización, la historia de Pedro se suma al viento que tritura la carne. Una historia que pudo haber ocurrido en los años de la guerra sucia. Una historia que, sin embargo, ocurrió solo apenas semanas atrás.
Por Beatriz del Castillo
E-Oaxaca, especial para emeequis
Lo detuvieron a golpes. Le dijeron que lo llevarían a un campo militar para que su caso sirviera de escarmiento. Lo encarcelaron en el penal femenil de Tlacolula. Lo torturaron quemándole la espalda con un aerosol para que firmara una acusación contra sus compañeros. Lo acusaron de portar un arma de uso exclusivo del ejército. Los policías se retractaron y dijeron que no portaba arma alguna y hoy está libre. Ésta es la historia de Francisco Pedro García García.
Los datos parecieran salidos de los años setenta, de aquel oscuro capítulo de la historia de nuestro país, pero no es así. Es una historia que se inició el 1 de octubre de 2006 y que hoy, liberado bajo fianza, este dirigente estudiantil oaxaqueño denuncia.
Este joven de 22 años estudia la licenciatura en derecho. Aunque se dedica al activismo político desde hace un año, fue a partir del intento de desalojo del 14 de junio cuando se involucró con el movimiento magisterial-popular. Se encargó de organizar a los estudiantes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO).
Participó en la toma de la radio universitaria; en la resistencia de los estudiantes rechazados de la universidad y la última actividad la tuvo el mes pasado, cuando participó en la toma de edificios de la UABJO, para iniciar un paro de tres días en apoyo a la APPO. Estas actividades fueron las que lo pusieron en la mira del gobierno del estado.
Sentado en una jardinera del zócalo de Oaxaca, entre mantas con consignas, el joven se apresura en conseguir un cigarro para iniciar el relato. Poco antes de empezar, se le acerca una estudiante que lo abraza y grita emocionada “¡Pedro, ya saliste, me dijo mi mamá y vine a verte, estamos contigo, no te dejamos solo!” El joven se sonroja, la saluda y le agradece sus palabras.
Pedro empieza a fumar e inicia la narración de lo que ocurrió a partir de las 13:00 horas de aquel sábado:
“Iba caminando con mi novia, detrás de nosotros se paró una camioneta Chevrolet azul. Se bajaron dos personas cortando cartucho. Empujé a mi novia para que corriera, corrió y empezó a gritar”.
“Yo intenté correr, pero uno de ellos disparó. No me tocó ningún disparo, pero el sujeto me alcanzó y me golpeó en la ceja derecha, me la abrió. Me golpeó también en la cabeza y también me la abrió. Mi novia me vio sangrando y creyó que me habían herido de bala, pero fueron los golpes”.
“A partir de ahí me suben a la camioneta, me iban golpeando en la espalda y me dijeron que me van a llevar al campo militar, que ya estaba lista la avioneta y que ellos eran policías federales militares, que vinieron porque la policía de Oaxaca no sirve”.